jueves, 22 de enero de 2009

"La marca del Hombre Lobo", de Enrique López Eguiluz


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "La marca del Hombre Lobo"/ Dirección: Enrique López Eguiluz/ Guión: Jacinto Molina/ Producción: Maximiliano Pérez-Flores/ Fotografía: Emilio Foriscot/ Montaje: Francisco Jaumandreu/ Música: Ángel Arteaga/ Maquillaje: José Luis Ruíz/ Reparto: Paul Naschy, Dyanik Zurakowska, Manuel Manzaneque, Aurora de Alba, Julián Ugarte, José Nieto, Carlos Casaravilla, Ángel Menéndez, Antonio Jiménez Escribano. España, 1968. Color. 90'

Mientras George A. Romero levantaba a los muertos de sus tumbas por vez primera, esta película inauguró (y de qué manera) el fantaterror hispano, al mismo tiempo que supuso la puesta de largo de nuestro licántropo favorito, Waldemar Daninsky, en la piel de Paul Naschy (o a la inversa, como se quiera).

Además de ser un filme cinematográficamente estimable, reúne una serie de aspectos muy a tener en cuenta. Seguramente el más importante de ellos es su carácter de obra pionera, con todo lo que comporta.

Pionera en la industria del cine español, más centrada por aquellos años en la comedia, o el drama costumbrista. De ahí que la irrupción de este, nuestro particular mito del género fantástico, deba ser resaltada como se merece.

Enrique López Eguiluz, un cineasta poco prolífico y por aquella época todavía joven, estaba detrás de las cámaras. Pero el verdadero artífice y quien supo dar al filme toda su consistencia fue, qué duda cabe, el propio Naschy.


No sólo por crear y llevar a la práctica con gran pasión a ese personaje auténticamente icónico, sino también por pergeñar un guión que nada tenía que envidiar a cualquiera de las grandes obras de la Hammer británica, auténtico referente de la época. Y es que el guión de Naschy bebe de aquella fuente, pero sobretodo bebe de su propio bagaje intelectual, como inagotable devorador de literatura y cine fantástico.

Así, la historia de la terrible maldición de una rancia estirpe de aristócratas, que termina dando lugar (a su vez) al Mito Daninsky, todo ello revestido de una romántica e irresistible fatalidad, nace de un evidente gusto por el terror gótico clásico, sin perder de vista la modernidad del momento. En ese sentido, resulta altamente sugestivo el punto de partida de la peli, con un divertido baile de máscaras que por un lado constituye una especie de guiño al clasicismo "hammeriano", pero por otro, no deja de ser una patente apuesta por plasmar la propia identidad de Naschy, como creador.

Y si de hablar de Naschy se trata, no hay que dejar de lado su labor también ante la cámara. Con un perfecto equilibrio entre su personaje humano y su identidad "bestial". Un trabajo que, de nuevo, sólo puede calificarse como pasional y valiente.

Por otro lado, para tratarse de una muestra sin precedentes de nuestro cine, también el apartado visual y técnico brilla a muy aceptable altura. Con una estupenda fotografía de Emilio Foriscot, que debe tanto al clasicismo de Fisher, como a lo más granado del expresionismo alemán. Y, por supuesto, al terror de la Universal, que tanto y tan hondo prendió en Naschy, desde muy joven. Sin olvidar las conseguidas labores de maquillaje y una bonita banda sonora del experimentado Ángel Arteaga, que encajaba a las mil maravillas con la igualmente lograda ambientación.


Es posible que en el apartado interpretativo, especialmente en lo relativo a algún intérprete secundario, sea donde la película muestra sus mayores flaquezas. Pero por contra, es tan estimable la prestancia del guión, que mezcla sin rubor alguno vampirismo y licantropía, maldiciones ancestrales y romanticismo exacerbado, que una visión desprejuiciada y atenta del filme, no puede provocar otra cosa que deleite y asombro. Deleite para cualquier aficionado al terror clásico con identidad propia (que el propio Naschy desarrollaría posteriormente, a lo largo de su prolífica carrera) y por la soltura con que se manejan los diferentes elementos narrativos; y asombro para cualquiera que ignore que "La marca del Hombre Lobo" era una obra hecha a contracorriente, a tumba abierta (nunca mejor dicho). Y sin más "alimento" que la dedicación y el amor por el mejor cine de evasión. Ni más, ni menos. Algo que a muchos (todavía hoy) les suena a chino, en el ámbito de nuestra industria. No digamos en mil novecientos sesenta y pico, en la España del seiscientos.

Después seguramente vendrían mejores películas, tanto en el seno de la filmografía de Paul Naschy, como fuera de ella, en manos de otros artistas que también hicieron de lo terrorífico su tema recurrente, a partir del camino abierto con "La marca del Hombre Lobo" y viendo que era factible facturar ese tipo de historias, dentro de nuestro entorno artístico. Pero la etiqueta de "obra fundadora del género" en nuestro país, eso ya no se lo quita nadie.

martes, 20 de enero de 2009

"Las lágrimas de Jennifer", de Giuliano Carmineo


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Perché Quelle Strane Gocce Di Sangue Sul Il Corpo Di Jennifer?"/ Dirección: Giuliano Carmineo/ Guión: Ernesto Gastaldi/ Producción: Luciano Martino/ Fotografía: Stelvio Massi/ Montaje: Eugenio Alabiso/ Música: Bruno Nicolai/ Reparto: Edwige Fenech, George Hilton, Annabella Incontrera, Paola Quattrini, Giampero Albertini, Franco Agostini, Oreste Lionello, Ben Carra, Carla Brait, Gianni Pulone, Carla Mancini, George Rigaud. Italia, 1972. Color. 91'

Giallo tan aferrado a su propia etiqueta que resulta ocioso tanto recomendarlo a los más acérrimos del género, como exhortar a sus detractores a que se mantengan alejados de él.

Y es que la película de Carmineo, (aquí "anglofilizado" como Anthony Ascott) es una muestra de manual, dentro del movimiento que inaugurase a finales de los sesenta Bava y del cual Argento se convirtiese en el principal valedor. Del mismo modo, no puede hablarse de un ejemplo destacado dentro del mismo. Sobretodo por su similitud casi mimética con multitud de ellos, tanto en cuanto a trama como en cuanto a puesta en escena y narración.

Como casi siempre, la protagonista es una mujer, en este caso la recurrente Edwige Fenech (esa especie de Adriana Vega a la italiana) actriz aficionada a despelotarse a la más mínima ocasión y que fue, sin duda, musa para muchos de los cineastas adscritos al giallo, como Martino o el propio Bava. Le acompaña el no menos habitual George Hilton.

La protagonista asiste al acoso de un misterioso asesino que se sirve, como "centro de operaciones" para sus crímenes, de un edificio de apartamentos perfectamente normal y por completo alejado de cualquier asomo de goticismo.


Podría decirse que la inmersión de la acción dentro de la gran ciudad, con todos sus signos de cotidianidad y de modernidad, es uno de los pocos aspectos más o menos destacables de la película, pese a que uno de los rasgos distintivos del giallo en aquellos años era precisamente ese alejamiento de lo rural hacia los entornos urbanos. Y precisamente por eso, resulta hasta cierto punto chocante el carácter indudablemente gótico de alguno de los personajes (esa madre con su hijo desfigurado al que guarda oculto en el piso). En ese sentido, se trata de una apuesta decididamente curiosa.

Por lo demás, encontramos los habituales tics en la fotografía de la época, con zooms trepidantes a mansalva, planos esquinados y forzados y, en definitiva, una narración que en algunos momentos se torna en exceso cansina, por la falta de novedades dentro de la trama, en espera del previsible (o no) desenlace. Desenlace que, naturalmente, buscará sorprender con la identidad del asesino como mayor punto de interés.

Como vemos, se trata de un giallo tópico para lo bueno y para lo malo. Por no faltar, ni siquiera faltan el habitual policía socarrón y su ayudante, contrapuntos chistosos a la intriga criminal.

Seguramente, en manos de un cineasta más dotado para lo visual y en general para las atmósferas, como Martino o Ercoli, el guión del especialista Ernesto Gastaldi ("Torso", "La muerte acaricia a medianoche", "El hombre sin memoria"...) podría haber hallado una mayor resonancia a nivel de resultados artísticos. En todo caso, ahí queda la película, como un ejemplo perfectamente válido dentro del estilo, ya desde su "kilométrico" título, aunque ningún rasgo en especial le haga sobrepasar el carácter de prescindible.

lunes, 5 de enero de 2009

"Otra vuelta de tuerca", de Eloy de la Iglesia


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Otra vuelta de tuerca"/ Dirección: Eloy de la Iglesia/ Guión: Gonzalo Goicocechea, Ángel Sastre y E. De la Iglesia/ Producción: Gonzalo Goicoechea/ Fotografía: Andrés Berenguer y Joan Gelpi/ Montaje: Julio Peña/ Música: Luis Iriondo/ Reparto: Pedro Mari Sánchez, Queta Claver, Asier Hernández, Cristina Goyanes, Ramón Reparaz, Luis Iriondo, Juan María Segues, Paco Sagárgazu, Daniel Trepiana, José Javier Goikoetxea. España, 1985. Color. 113'

Cuando se citan los trabajos más representativos del cineasta vasco, normalmente se la suele pasar por alto. Seguramente porque no es la mejor de las adaptaciones de la obra maestra de Henry James (la sombra de "Suspense" de Jack Clayton es alargada). Pero a poco que se analice la aproximación de Don Eloy a la novela del genial escritor, se verá que ésta reúne los suficientes elementos como para convertirse en un material más que adaptable a la clase de temas que siempre interesaron al director.

Así, detrás de esa célebre historia de fantasmas (que nunca se sabe del todo si lo terminan de ser, o más bien una abstracción psicológica del protagonista) encontramos un viaje, por parte de dicho personaje, hacia los abismos de su propia conciencia. De su identidad sexual y personal. Un aspecto que en algunas de las adaptaciones que se han hecho sobre el mismo texto también ha tenido un peso importante (ahí está la del también español Antoni Aloy para corroborarlo) pero que en el caso de De la Iglesia, resulta perfectamente entendible, tratándose de un tema casi recurrente en su filmografía. Los fantasmas interiores, en definitiva.


De hecho, el cambio de sexo del protagonista (en todas las otras visiones de la obra, así como en el propio original, eran mujeres), refuerza ese carácter de pulsión homosexual latente de manera casi continuada, a lo largo del filme. A De la Iglesia le interesa la novela y es fiel a ella, pero sabiendo al mismo tiempo adaptarla a sus propios intereses.

En ese sentido, no toma el texto de James como una mera excusa para contarnos de nuevo lo que nos contaba en obras como "El Diputado", sin ir más lejos, sino que desarrolla a la perfección los aspectos del libro, sabiendo integrar de forma adecuada los elementos sobrenaturales, conjugándolos con los más directamente relacionados con las diatribas psicológicas del protagonista, un aceptable Pedro Mari Sánchez, intérprete de moda en aquella época, sobretodo en teatro.

Al fin y al cabo, ¿qué es ese maestro ex-seminarista, sino la nueva encarnación del Vicente Parra de "La semana del asesino" o del protagonista de "Los placeres ocultos"? No en vano, todos ellos poseen el mismo carácter reprimido y sobrepasado por sus escondidos e incontenibles impulsos, independientemente de que unos vengan sublimados por el asesinato u otros por la atracción prohibida hacia un chiquillo que parece saber mucho más de lo que aparenta, a todos los niveles.

Una puesta en escena sobria y parca por parte del director, casi teatral y con vocación eminentemente televisiva, pero que funciona muy bien, aprovechando escenografía y localizaciones. Trasladando la acción, por cierto, a su querido País Vasco, sin que ello chirríe en ningún momento.


Resulta curioso situar en su contexto temporal esta película, teniendo en cuenta que llegó poco después del exitazo (por partida doble) seguramente más grande de la carrera del cineasta, con las dos partes de "El Pico". Tal vez por tratarse de un material muy alejado temática y formalmente de aquéllas, circunstancia necesaria para un Eloy de la Iglesia ciertamente deteriorado por el uso y abuso de las drogas. En ese sentido, casi puede percibirse esta adaptación como una cierta evasión personal y creativa.

En todo caso, se trata de una obra más que correcta. Alejada del riesgo y seguramente de las virtudes de sus primeras propuestas, o del vigor narrativo (y aroma sensacionalista) de su etapa ochentera, pero asimismo apreciable como lo son los trabajos cuidados y hechos con elegancia. A contracorriente y por parte de un cineasta que siempre fue por libre.

domingo, 4 de enero de 2009

"Zombies: The Beginning", de Bruno Mattei


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Zombi: La Creazione"/ Dirección: Bruno Mattei/ Guión: Giovanni Paolucci y Antonio Tentori/ Producción: Giovanni Paolucci/ Fotografía: Rey de Leon/ Montaje: Daniele Campelli/ Reparto: Gerald Acho, Alvin Anson, Yvette Yzon, Jim Gaines, Paul Holme, B.B. Johnson, James Gregory Paolleli, Mike Vergel. Italia, 2007. Color. 91'

Ésta sí que sí, la última de Bruno Mattei. Y no sólo "última" en el sentido de ser la más reciente (fue producida en el 2007) sino que será la última obra de su filmografía como director, ya que como comentaba en la anterior entrada, falleció poco después.

Filme íntimamente relacionado con "Island of the Living Dead", ya que viene a ser una secuela de aquélla, hecho con el mismo equipo técnico, aún pudiéndose ver de forma independiente sin ningún problema.

Aquí se nos cuenta cómo la única superviviente de la anterior es rescatada de la isla y les narra a los mandamases de la multinacional para la que trabaja los terribles acontecimientos acaecidos allí. Como no puede ser de otro modo, a dichos jefazos (más preocupados por el factor material que por el humano) no se les ocurrirá otra cosa que enviarla de nuevo al lugar, acompañada (eso sí) por un buen pertrecho, en forma de ejército de élite para hacer frente a la amenaza zombie.


Así que de nuevo tenemos a la pobre muchacha metida en pleno maremágnum de muertos vivientes, en una repetición de esquemas argumentales. Eso sí, del mismo modo que en la anterior película destacábamos su adscripción inequívoca a los parámetros más clásicos de las historias de zombies italianas de los ochenta, hete aquí que Mattei se propone meterse más de lleno en las últimas tendencias de ese tipo de narraciones, las que en los últimos años han venido ocupando el lugar predominante, proporcionándonos así una especie de díptico zombie con el "antes" y el "ahora".

De ese modo, la figura de los soldaditos, así como la de la propia protagonista, erigida en heroína testosterónica son elementos más dignos de los últimos filmes del propio Romero, o de cualquiera de las más modernas muestras del cine de muertos vivientes, dando más protagonismo a la acción adrenalínica y a escenarios interiores. Por suerte, el bueno de Mattei se reserva para el tramo final un golpe de efecto digno de su visión del género tan absolutamente desprejuiciada como entrañablemente imaginativa.

En cualquier caso, no muchas más novedades encontraremos en "Zombies: The Beginning". Se trata de una muestra gemela de la anterior, que vista poco después puede ocasionar algún que otro síntoma de hartazgo y de "más de lo mismo", a pesar de las variaciones reseñadas.

Eso sí, si se trata de buscar de nuevo una obra entretenida y reconocible dentro de la clase de creaciones de estas características típicas de los Umberto Lenzi, Claudio Fragasso (en menor medida) o del propio Mattei, pues nadie puede salir decepcionado. Al contrario.


Ahí queda pues, el testamento cinematográfico de un cineasta indudablemente limitado, pero siempre fiel a sí mismo. Y que, como tantos otros de su misma clase, supo encontrar su hueco dentro del género, a un nivel tan específico como (quizá) necesario. Y también, por qué no decirlo, dentro del corazoncito de los aficionados. Ciao, Bruno.

sábado, 3 de enero de 2009

"Island of the Living Dead", de Bruno Mattei


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "L'Isola del Morti Viventi"/ Dirección: Bruno Mattei/ Guión: Antonio Tentori/ Producción: Giovanni Paolucci/ Fotografía: Luigi Ciccarese/ Montaje: Daniele Campelli/ Dirección Artística: Claudio Cosentino/ Reparto: Alvin Anson, Miguel Franco, Jim Gaines, Gaetano Russo, Ydalia Suárez, Thomas Wallwort, Yvette Yzon. Italia, 2006. Color. 93'

Esto es un blanco, un negro, una latina y una china que llegan a una isla y... No, no es un chiste. Es la penúltima película que el legendario (al menos, para algunos de nosotros) Bruno Mattei nos regaló antes de pasar a mejor vida (y quién sabe si resucitar algún día, como cualquiera de sus queridos zombies). Filme reciente, al que de hecho siguió otro antes de que Mattei falleciese. O sea que hasta el último momento, ahí estuvo, al pie del cañón.

Y lo hizo dirigiendo un filme como éste, que es, ni más ni menos, lo que cualquiera de sus seguidores más fieles hubiesen deseado a estas alturas del siglo XXI. Otra nueva incursión en el universo de los muertos vivientes, que tanto nos hiciera disfrutar hace años, gracias a obras como "Apocalipsis caníbal", "Zombie 3", etc. No en vano, se trata de una de las figuras más destacadas y reconocibles dentro del gore italiano de los años setenta y ochenta.

Aquí, un grupo variopinto y heterogeneo de aventureros buscadores de tesoros, llegan a una isla que antaño había vivido toda clase de cruentas luchas entre nativos y desalmados conquistadores, dando lugar a una epidemia de resurrecciones no deseadas. Los aventureros en cuestión, no tardarán en toparse con la evidencia de que los muertos no han pasado a mejor vida, sino que siguen en ésta. Y con considerable apetito.


Evidentemente, nadie en su sano juicio puede esperar a estas alturas demasiadas novedades en un filme que desde el primer momento deja clarísima su intención de adscribirse sin ningún género de dudas a los esquemas más tradicionales de las historias italianas de zombies, es decir, los parámetros "romerianos" convenientemente aderezados con buenas dosis de gore. Sutilezas, las justas.

Y eso es lo mejor (o lo peor, según los gustos) que puede decirse de la película. Eso sí, una vez hemos tomado conciencia de la clase de producto que tenemos delante, encontraremos razones suficientes para disfrutar con una narración ágil y un evidente gusto por los estímulos visuales del terror transalpino, siempre tan característicos.

También se podría añadir que Mattei, seguramente sabiendo que no iba a tener demasiadas oportunidades más de dejar muestras de su labor detrás de las cámaras, se permite darse un auténtico homenaje, al mismo tiempo que también deja (de un modo entrañable) algún que otro guiño a aquel estilo de cine.

El autohomenaje vendría reflejado en la auténtica falta de rubor, a la hora de introducir en la obra toda clase de licencias. Hasta el punto de que en una película que, al menos en teoría, es una historia de zombies en toda regla, se las ingenie para "colarnos" otras manifestaciones terroríficas, como vampiros y espectros. Así por la cara. Eso por no hablar de las tradicionales incongruencias de guión, que casi son un signo de distinción, dentro de esta clase de productos.


En cuanto al apartado de los guiños, seguramente el que más llamará la atención será un plano protagonizado por un ojo y una puerta con un saliente afilado. No hace falta dar más pistas. Seguro que el bueno de Lucio Fulci habrá sonreído, allá donde esté, al ver esa secuencia.

De alguna forma, Mattei deja aquí su sello, casi a título póstumo. En un momento en que el cine de terror y especialmente el apartado de los muertos vivientes, parecen haber adquirido otra clase de modismos, tratando de adaptarse a los nuevos tiempos, él parece reivindicar su particular estilo, así como el de sus coetáneos. El estilo de otra época, en definitiva.

Circunstancia que, evidentemente, a los más o menos iniciados les (nos) parecerá magnífico y nos hará disfrutar, mientras que a las últimas generaciones de espectadores, más acostumbrados a los muertos vivientes de las "Resident Evil" o "28 horas después", pues todo esto les parecerá poco menos que antediluviano y ajeno.

Por lo que a quien esto escribe respecta: que vivan Mattei y los zombies rancios.

viernes, 2 de enero de 2009

"Cupido", de Doug Campbell


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Cupid"/ Dirección: Doug Campbell/ Guión: David Benullo/ Producción: Clark Peterson/ Fotografía: M. David Mullen/ Montaje: Julian Semilian/ Música: Kubilay Uner/ Efectos Especiales: F. Ray Mulkey/ Reparto: Zach Galligan, Ashley Laurence, Mary Crosby, Joseph Kell, Annie Fitzgerald, Henry Brown, Margaret Blye, Michael Bowen, Alina Thompson, Michael Fairman, Cristopher Kriesa. USA, 1996. Color. 91'

Tradicionalmente, los psicópatas literarios y cinematográficos habían sido casi siempre mostrados como individuos retorcidos, esquivos y físicamente dotados de los necesarios aditamentos que les distinguían del resto de los mortales. Hasta el punto de plasmar con su sola presencia su carácter maligno.

Sin embargo, de unos años para acá, seguramente a raíz de la aparición de cierta novela llamada "American Psycho", alguien (aparte de Bret Easton Ellis) se debió dar cuenta de que mostrarnos a los asesinos en serie con los rasgos de una persona normal y corriente, incluso dotada de cierto atractivo, constituía todo un filón, a la hora de situar nuevas perspectivas y puntos de vista sobre este tipo de historias.


"Cupido" entra de lleno en esos parámetros, del mismo modo que numerosos filmes y telefilmes desde los años noventa hacia acá lo han hecho. En este caso, el psicópata presenta la atractiva y modosa presencia de Zach Galligan, actor al que por otro lado hemos visto multitud de veces en toda clase de productos cinematográficos y televisivos asociados al género fantástico y al thriller. Sin ser un actor que sobresalga por encima de la media, sí posee un cierto carisma resultón, que en este caso resulta apropiado para su papel. Junto a él en la película, otra cara muy conocida, seguramente más aún, como la de Ashley Laurence ("Hellraiser" y secuelas).

Galligan interpreta a un perturbado obsesionado por la leyenda de Cupido y Psique, lo cual sirve (más o menos) como disculpa para narrarnos su trayectoria criminal, persiguiendo aquello tan bonito del "amor verdadero", en forma de la chica ideal que se adapte a sus deseos. A las que no lo hacen, las "descarta" (nótese el eufemismo). A todo esto, su hermana, interpretada por la televisiva Mary Crosby, no resulta precisamente un apoyo que equilibre la parca estabilidad emocional del hombre. Más bien al contrario.

Se trata de una obra a todas luces rutinaria y previsible, pero que al encajar sin fisuras y al adaptarse sin rubor a los esquemas más habituales de este tipo de narraciones, se ve sin excesivos problemas. Eso sí, su factura es la de un telefilme de sobremesa en toda regla. Por otro lado, no ofrece ningún atractivo especial, en forma de secuencias sanguinolentas, ni nada que se le parezca. En ese sentido, no hay que esperar nada de ella, ya que deposita toda su carga en la intriga de la trama.

Además, algún rasgo de la historia, como la enfermiza (claramente incestuosa) relación entre los dos hermanos, no está del todo aprovechado, pudiendo haber dado mucho más de sí.


En definitiva, el enésimo thriller con psicópata. Un psicópata lejos de las sofisticaciones que hemos podido ver a raíz de obras como "El silencio de los corderos" o "Seven". Éste es más un asesino en serie de aspecto realista y cuyo rasgo principal es la normalidad (aparente) de su comportamiento, al estilo de otros como aquél que tan bien interpretase Matt Dillon en la magnífica "Bésame antes de morir", por ejemplo. En ese sentido, se limita a matar cuando le conviene, sin tratar de poner en jaque a la policía a base de pistas intencionadas, o juegos llenos de efectismos.

Así pues, nada nuevo ni destacable ofrece "Cupido", más allá de erigirse en un entretenimiento muy limitado y olvidable, narrado con tanta corrección como falta de personalidad.