domingo, 29 de marzo de 2009

"La casa del terror", de Joseph Ellison


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Don't Go In The House"/ Dirección: Joseph Ellison/ Guión: Ellen Hammill, Joe Masefield y J. Ellison/ Producción: Ellen Hammill/ Fotografía: Oliver Wood/ Montaje: Jane Kurson/ Música: Richard Einhorn/ Efectos Especiales: Matt Vogel/ Reparto: Dan Grimaldi, Robert Osth, Ruth Dardick, Charles Bonet, Bill Ricci, Dennis Hunt, John Hedberg, Johanna Brushay, Darcy Shean, Mary Ann Chin, Jim Donnegan. USA, 1980. Color. 78'

Afortunadamente, después de unas cuantas reseñas acerca de obras con perfil bajo y tono más bien gris, llega el momento de hablar de una película realmente disfrutable. Máxime porque se trata de una obra bastante desconocida. Tal vez por su factura modesta, o la ausencia de actores (y director) conocidos.

Pero he aquí una de esas historias de psychokillers bien hecha, con el punto justo de verosimilitud y sordidez, sin abusar necesariamente de los efectos sanguinolentos, sino que basa gran parte de su efectividad en el conseguido retrato del protagonista, así como en la capacidad del director, para introducirnos en la dañada psique del mismo.

Las referencias a "Psicosis" son constantes, tanto en cuanto a la trama, como en cuanto a diferentes planos y secuencias (las vistas exteriores de la casa donde transcurre gran parte de la acción, por ejemplo), directamente sacadas del clásico de Hitchcock, pero siempre desde un tono respetuoso y honesto.


Y es que aquí también encontramos a un individuo perturbado por la omnipresencia de la figura materna en su vida. Una figura que le acompañará aún después de muerta, tras haberle "proporcionado" una niñez y juventud harto desagradables. En ese punto es donde empieza su "carrera" asesina, al más puro estilo Ed Gein, pese a contar, en este caso, con un elemento diferencial constantemente presente en la narración: el fuego.

Desde el mismo arranque de la peli, con una secuencia llena de fuerza, en la que asistimos al primer comportamiento anómalo del protagonista, al ser incapaz de socorrer a un compañero de trabajo accidentado por culpa de una inoportuna llamarada, tendremos pues al fuego como leitmotiv continuado, dado su carácter evocador y perturbador para el personaje, a raíz de (una vez más) sucesos acaecidos en su niñez y con la madre como desencadenante.

De ahí en adelante, la caída en el abismo para el individuo, que iniciará su trayectoria como asesino de jovencitas, a las que pretende conquistar (evidente necesidad liberadora) pero a las que se "verá obligado" a asesinar en cuanto descubran accidentalmente sus peculiares circunstancias vitales.


Dan Grimaldi, el actor que interpreta al asesino, refleja a la perfección el carácter gris y carente de rasgo carismático alguno. Es un sujeto perfectamente normal en el exterior. De ahí que resulte tan satisfactorio y logrado el modo en que Joseph Ellison nos introduce en su mente, que poco a poco se irá llenando de visiones y tinieblas, a medida que se va consumando su irrefrenable descenso a los infiernos de la locura.

Una puesta en escena muy sobria, casi de telefilme, con el puntual aditamento de sustos y efectos terroríficos perfectamente distribuidos a lo largo del relato. Y un resultado final que deja muy buen sabor de boca. Porque, dentro de la más absoluta modestia (los efectos de maquillaje son bastante pintorescos, por ejemplo), lo cierto es que la película funciona a las mil maravillas, dentro de los aspectos principales.

Así pues, una pequeña pieza de artesanía, sabiamente ejecutada. De ésas que, a pesar de toda la inmensa pléyade de productos de rasgos similares, brilla por su falta de pretensiones, así como por su tremenda efectividad. Sobretodo por el gran acierto que supone la firme y conseguida incisión dentro del núcleo principal de esta clase de historias: la mente del asesino. Aspecto muy evidente, pero que, por contra, se olvida en numerosas ocasiones, en aras de la pirotecnia formal, o de una atmósfera exageradamente artificiosa.

sábado, 28 de marzo de 2009

"Walled In", de Gilles Paquet-Brenner


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Walled In"/ Dirección: Gilles Paquet-Brenner/ Guión: Rodolphe Tissot, Olivier Volpi, Sylvain White y G.P.Brenner, sobre una novela de Serge Brussolo/ Producción: Kevin De Walt, Jean Charles-Levy, Clément Miserez e Ingo Wollkammer/ Fotografía: Karim Hussaim/ Dirección Artística: Sara McCudden y Bertrand Seitz/ Efectos Visuales: Colin Hubick/ Reparto: Mischa Barton, Cameron Bright, Deborah Kara Unger, Noam Jenkins, Eugene Clark, Tim Allen, Darla Biccum, Mark Claxton, Shannon Jardine, Sophi Knight, Taylor Leslie, Pascal Greggory. USA-Francia-Canadá, 2009. Color. 90'

Me acerqué a esta película atraído por el hecho de ver alguna presencia del país galo entre los artífices del filme (que es una coproducción). Pero a la postre, en lugar de encontrarme con rastros de la actual y bastante estimulante corriente de terror francés, gracias a gente como Bustillo, Aja, Du Welz, etc. lo que he hallado ha sido una auténtica bazofia en la peor línea del cine fantástico más modernillo y hueco.

Y eso, a pesar de ver en el reparto alguna que otra cara conocida, como la de Mischa Barton (una actriz bastante interesante), la siempre deliciosa (aunque últimamente perdidísima) Deborah Kara Unger y también aquel chaval llamado Cameron Bright (ya convertido en todo un adolescente) que hace no mucho tiempo viésemos en películas como "Birth" junto a Nicole Kidman o "El enviado", junto a De Niro.

Pero nada. "Walled In" es un despropósito que a la menor oportunidad malogra por completo un punto de partida aceptablemente prometedor. Se trata de un ejercicio pretendidamente claustrofóbico, casi un gótico postmoderno (por decir algo) con un extraño y sugerente edificio que, al parecer, esconde secretos. La protagonista penetrará entre sus paredes para tratar de descubrirlos, contando con el apoyo (o la molestia, según se mire) de los personajes interpretados por Unger y Bright, que en todo momento parecen saber mucho más de lo que aparentan.


Tras veinte minutos en los que la atmósfera opresiva e incómoda parece adueñarse de todo, la peli se desinfla por completo, sucediéndose toda clase de decisiones de guión a cual más fallida, que dinamita totalmente tanto la aludida atmósfera, como el propio interés que pudiese tener la historia.

Especialmente el último tercio de la película es un desastre total, con una narración que ya ha perdido totalmente el norte y que se limita a mostrar a la protagonista sumergida en una situación límite, pero alargada de un modo ridículo y trufada de aspectos irritantes, en forma de personajes hipotéticamente perturbadores, pero a la postre de lo más estúpidos.

En ocasiones se hace realmente complicado desentrañar qué demonios tienen los guionistas y los directores en la cabeza. Si no son conscientes de la debilidad de sus obras, así como de la total carencia de elementos mínimamente atractivos. ¿Tan difícil es ponerse en la piel del espectador y distinguir cuándo algo se hace insoportablemente aburrido y falto de interés?

El director de esta película parece empeñado en demostrar que es capaz de tomar aspectos del cine de autor más críptico y sugerente (Lynch, Polanski, etc.) pero por lo visto nadie le ha dicho que no da la talla. Que, de hecho, está a años luz de llegarles a la suela de los zapatos. Y es por eso que su obra, lejos de resultar perturbadora en ningún sentido, convierte esa intención en puro (y risible) tedio.


Si algún comentario parece exigir el visionado del filme, es tratar de discernir qué es lo más absurdo y patético en él. Si lo es el guión, que por momentos parece volverse mera improvisación (circunstancia sorprendente, si tenemos en cuenta que en él han colaborado cuatro o cinco personas), o tal vez los personajes y sus reacciones y actitudes, tan poco creíbles como caprichosas.

Ignoro si esto llegará a estrenarse en cines por aquí, o si pasará directamente al mercado videográfico. En cualquier caso, que a nadie se le ocurra perder ni el tiempo ni su dinero con ello.

martes, 24 de marzo de 2009

"Juegos imaginarios", de William Fruet


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Imaginary Playmate"/ Dirección: William Fruet/ Guión: Christine Gallagher/ Producción: Allan Krasnick y Paul Rayman/ Montaje: Nicole Ratcliffe/ Música: Hal Beckett/ Reparto: Dina Meyer, Rick Ravanello, Nancy Sivak, Kurt Evans, Marilyn Vance, Pablo Coffey, Cassandra Sawtell, Nicole Muñoz, Bronween Smith, Grace Vukovic. Canadá, 2006. Color. 85'

Otro telefilme para la colección. En este caso, bastante reciente (apenas tiene tres años) y producido en Canadá. Entre sus intérpretes, encontramos a la guapísima Dina Meyer, actriz muy habitual de la pequeña pantalla y de las series americanas de la última hornada. Lo mismo puede decirse de su director, William Fruet, que en los ochenta hizo sus pinitos (discretos) en la gran pantalla, pero que a la larga ha ido moderando sus pretensiones.

Se trata de un producto rutinario y de consumo rápido, con escasa o nula originalidad, pero que sin embargo está resuelto con corrección. Siempre y cuando no se le exija más de lo debido. Es decir, más de lo que pueden dar de sí esta clase de obras.

La temática que presenta es la de los recurrentes "amigos imaginarios" de los niños, que estamos hartos de ver en todo tipo de narraciones clásicas y modernas. En ese sentido, poca novedad. De hecho, poca novedad en ningún sentido. Es la misma historia que hemos visto cientos de veces. Unas veces mejor contada y otras veces peor.


Uno de los últimos ejemplos fue la fallida "El escondite", con aquella resolución tan tramposa y casi ridícula. Aquí no hallaremos golpes de efecto de ese calibre. Todo es previsibilidad de principio a fin. Así, si uno es capaz de entretenerse aún sabiendo en todo momento cuál va a ser el siguiente paso dentro de la narración, es posible que no se lo pase mal del todo viéndola.

En todo caso, se trata de una producción concebida y dirigida para el medio televisivo y eso queda claro desde el primer momento. Lo cual no es óbice para que la sensación que deja al final llegue a superar la de numerosas aproximaciones similares, tan del gusto del cine oriental, por ejemplo.

Se trata del manido esquema: "manifestaciones extrañas" más "terror creciente de los personajes" más "resolución que explica los orígenes de la maldición y que lo deja todo en su sitio". Aquí la entidad misteriosa no es una niña con el pelo negro y largo por delante de los ojos, sino una niña rubia con el pelo rizado, una carita muy mona y un nombre así como pijo (Candice). Pero por lo demás, puede hablarse del mismo tipo de película.

Una vez sabido eso, no hay que esperar sanguinolencia, ni efectos especiales a mansalva, sino un tratamiento más realista (más de telefilme, en definitiva) de las imágenes. Poco o nada más ofrece "Juegos imaginarios". A falta de otra cosa...

domingo, 22 de marzo de 2009

"The Dark Power", de Phil Smoot


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "The Dark Power"/ Dirección y Guión: Phil Smoot/ Producción: George B. Walker y P. Smoot/ Fotografía: Paul Hughen/ Montaje: Sherwood Jones/ Música: Christopher Deane y Matt Kendrick/ Efectos Especiales: Tony Elwood y Dean Jones/ Reparto: Lash La Rue, Anna Lane Tatum, Cynthia Bailey, Mary Dalton, Paul Holman, Cynthia Farbman, Marc Matney, Tony Shaw, Robert Bushyhead, Suzie Martin, Dean Jones. USA, 1985. Color. 78'

"-¡¡¡Los toltecas, que vienen los toltecas...!!! -Pero bueno, ¿vienen ya o qué?"
Así podría resumirse a grandes rasgos lo que nos ofrece esta película, prácticamente desconocida, de Phil Smoot (habitual operador de cámara y ocasional director). Uno de esos filmes que tienen tan poca chicha, que se hace difícil decir demasiadas cosas acerca de ellos.

Tras una pretendida originalidad en cuanto a elementos narrativos, como la utilización de los espíritus reencarnados de antiguos indígenas americanos, en realidad lo que encontramos aquí es la enésima muestra de historia dirigida a adolescentes ochenteros, con escaso nivel de exigencia. Es irrelevante que los monstruos de la función sean indios revividos. Lo mismo podrían ser payasos caníbales o monjas violadoras. La narración se hace tan rutinaria como previsible.

Para colmo, tarda lo indecible en arrancar. Prácticamente dos tercios del filme están dedicados a situar a los personajes en su contexto, en este caso una casa apartada, que a la postre se verá asaltada por los horrísonos toltecas-zombies. Al mismo tiempo, un policía tratará de acabar con ellos (a golpes de látigo) y así salvar a los incautos jovenzuelos.


Ligeras salpicaduras pseudogore, mucho diálogo chorra y una constante sensación de subproducto absolutamente pasado de moda, visto a día de hoy. De esos que transmiten comicidad, pero no por los toques de comedia presentes en el guión, sino por lo chusco de su acabado.

Y es que se hace inevitable no aplicar la mirada retrospectiva a esta película. Es el único modo de concebir su mera existencia, en el sentido de situar obligadamente su pertenencia a la inabarcable galaxia de productos palomiteros de baja estofa, pergeñados a lo largo y ancho de la década de los ochenta. Diríase que, para que en su día pudiese haber una "Viernes 13" o una "Pesadilla en Elm Street", tenía que haber cien "The Dark Power". Del mismo modo que, si hoy podemos hablar de la época dorada de las adaptaciones comiqueras, para que existan "X-Men" o una "The Dark Knight", ha tenido que haber cien "Catwoman" y otras cien "Daredevil".

Si, a pesar de todo lo dicho, uno es capaz de entretenerse (hablar de "disfrute" en un caso así, se hace harto exagerado) con este tipo de producciones de tan ínfimo nivel, a lo mejor lo consigue. Yo no he conseguido encontrar nada mínimamente aprovechable. Es serie b (o z, como se quiera). Pero no es ni tan siquiera divertida.

lunes, 16 de marzo de 2009

"Apariciones", de Robert Mandel


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "The Haunted"/ Dirección: Robert Mandel/ Guión: Darrah Cloud/ Producción: Daniel Schneider/ Fotografía: Michael D. Margoulies/ Montaje: Farrel Levy/ Música: Richard Bellis/ Efectos Visuales: Joshua Culp/ Reparto: Sally Kirkland, Jeffrey DeMunn, Jake Jacobs, John O'Leary, Joyce Van Patten, Cassie Yates, Ashley Bank, Allison Barron, John Mallory Asher, Diane Baker, Hope Garber, Stephen Markle. USA, 1991. Color. 87'

De vez en cuando, llama la atención positivamente encontrar películas como ésta. Películas que parecen surgir a destiempo, para sorprender y dar sentido a la búsqueda infatigable del que no desespera en encontrarse con sorpresas agradables, entre toda la ingente cantidad de productos mediocres o directamente infectos que se facturan de manera continuada, dentro del género.

A destiempo, porque se trata de una película sobre casas encantadas, del año 1991, cuando ya parecía que este tipo de historias estaban totalmente superadas, o pasadas de moda (siempre hay excepciones, obviamente). Y también porque no es habitual toparse con un telefilme de esta calidad. Al contrario de lo que sucedía en los años setenta y, en menor medida, los ochenta, a partir de los noventa el nivel telefílmico cayó en picado. De manera que seguramente nos hallamos ante uno de los últimos telefilmes apreciables que ha dado el mercado estadounidense, dentro del género del terror.

En primer lugar, destaca la apuesta firme de Robert Mandel por escapar de efectismos y las huidas hacia adelante, siempre tan tentadoras, en busca de una pretendida originalidad, que casi siempre suelen terminar en fiasco. En este caso, estamos ante un filme de ambiente y desarrollo absolutamente clásico y hasta cotidiano, en el mejor de los sentidos.

Desde el primer momento, tanto los acontecimientos que se describen, como la tipología de los personajes, se nos presentan de una forma familiar y cercana, dentro de la modestia. En "Apariciones", lo que prevalece es la credibilidad, la verosimilitud, por encima de ninguna otra cosa. Y he ahí la clave de su éxito.


Así, elementos tan poco "sofisticados" como una voz extraña, una sombra, etc. son prácticamente todos los recursos que se utilizan para llamar nuestra atención y provocar nuestra inquietud. Pero lo cierto es que Mandel lo consigue. De una forma, repetimos, harto simple. Pero tan honesta como efectiva. Sin olvidar la participación de un elenco de actores, encabezado por la excelente Sally Kirkland, igualmente modesto, pero muy adecuado.

Se nos narra la odisea de una familia que se traslada a vivir a una nueva vivienda, situada en un agradable complejo residencial, al sufrir toda suerte de fenómenos extraños que provocarán el miedo y la incomodidad de todos sus miembros, así como la búsqueda incesante del remedio que acabe con todo ello, ya sea a base de soluciones teológicas, científicas e incluso mediáticas.

Es evidente que se trata de un filme pequeño, de corto alcance. Y sin embargo, ello no es obstáculo para que, a poco que uno se implique, sea fácil dejarse llevar por esa cercanía de los personajes, así como por sus terroríficas vivencias. Del mismo modo, encontramos un desarrollo harto previsible, pero no exento de momentos inspirados, como ése en el que los personajes tratan de poner tierra de por medio con la casa, yendo a pasar una noche en el campo, pero sin que ello sea suficiente para que en la casa dejen de suceder cosas, ante el horror de los vecinos, en una perspectiva que pocas veces se nos ha mostrado en este tipo de narraciones.

Por todo ello, aunque esté fuera de lugar hablar de una obra tan conseguida y perdurable como las magistrales "Poltergeist", "Pesadilla diabólica" o la también potente (y como la que nos ocupa, basada en una historia real) "Terror en Amytyville", que indudablemente, juegan en otra liga, sí podríamos referirnos a "Apariciones" como a un meritorio trabajo televisivo, considerablemente superior a lo que la pequeña pantalla nos tiene acostumbrados, especialmente de unos años para acá.

domingo, 15 de marzo de 2009

"Están vivos", de John Carpenter


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "They Live"/ Dirección: John Carpenter/ Guión: J. Carpener, basado en un relato de Ray Nelson/ Producción: Larry J. Franco/ Fotografía: Gary B. Kibbe/ Montaje: Gib Jaffe y Frank E. Jimenez/ Música: Alan Howarth y J. Carpenter/ Efectos Especiales: Roy Arbogasat/ Reparto: Roddy Piper, Keith David, Meg Foster, George "Buck" Flower, Peter Jason, Raymond St. Jacques, Jason Robards III, John Lawrence, Susan Barnes, Sy Richardson. USA, 1988. Color. 91'

Que Carpenter es un cineasta especializado en el fantástico y que su contribución al género en la segunda mitad del siglo XX fue modélica, es algo fuera de toda duda. Pero si algo conocemos de él, asimismo, es su aprecio por los clásicos. De ahí que en diferentes ocasiones se haya acercado a ellos para ofrecer su propia versión, convenientemente actualizada (véase "La Cosa" o "El pueblo de los malditos").

En el caso de "Están vivos", no podemos hablar de un remake, puesto que no lo es. Pero sería absurdo negar su pertenencia clara a la misma corriente clásica de obras como "La invasión de los ladrones de cuerpos", así como su adscripción a los esquemas de la CF cinematográfica y televisiva de los años cincuenta y sesenta.

De ese modo, aquí Carpenter nos narra la silenciosa invasión de unas inteligencias ajenas a lo terrestre, que tiene lugar de improviso. El protagonista, una especie de trotamundos urbano, sin trabajo ni residencia fijos, se topará de repente con esa realidad alterada, que se ha posesionado de los lugares y de las personas que le rodean, hasta constituir una nueva forma de existencia. Una forma de existencia en la que se impondrán los sistemas más alienantes y esclavizadores, a fin de someter a los individuos al más férreo control mental y activo.

Como vemos, nada que no se haya contado antes, de muy diversas formas. Carpenter lo hace de un modo entretenido, con presencia abundante de elementos de comedia y acción, dejando su habitual sello narrativo.


Con todo, el filme no pasa de ser un entretenimiento tan aceptable como discreto. En parte por culpa de un protagonista, como Roddy Piper, francamente insulso. Del mismo modo, hasta que empiezan a sucederse los primeros encuentros con la anormalidad por parte del personaje principal, la narración se hace excesivamente premiosa. De alguna manera, se nota en exceso el origen de la historia (un relato) y de ahí su, hasta cierto punto, artificioso alargamiento, para conformar un largometraje.

Por contra, el mensaje implícito, el de la manipulación y el sometimiento de la personalidad como "armas de destrucción masiva", está bastante conseguido. Lástima que el filme no aporte nada nuevo, dentro de esa clase de historias. Digamos que dentro de sus virtudes está la de no resultar una obra estridente o exageradamente efectista (con lo que su componente clasicista está perfectamente preservada), pero en esa misma falta de rasgos distintivos también se halla su mayor lastre.

En todo caso, un Carpenter menor, que se nota facturado en su etapa de mayor productividad (los años ochenta) tan disfrutable como cualquier otro de ese mismo carácter evasivo y hecho con gusto y respeto hacia el espectador aficionado al género. Tampoco cabe esperar más (ni menos) de una autoconsciente serie B que se precie, ¿no?

martes, 10 de marzo de 2009

"La bestia bajo el asfalto", de Lewis Teague


FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "Alligator"/ Dirección: Lewis Teague/ Guión: John Sayles y Frank Ray Perilli/ Producción: Brandon Chase y Mark L. Rosen/ Fotografía: Joseph Mangine/ Montaje: Larry Bock y Ron Medico/ Música: Craig Hundley/ Efectos Especiales: Richard O. Helmer/ Reparto: Robert Forster, Robin Riker, Michael V. Gazzo, Dean Jagger, Sydney Lassick, Jack Carter, Perry Lang, Henry Silva, Bart Braverman, John Lisbon Wood. USA, 1980. Color. 87'

Hubo una época en que los bichos estaban de moda. Bichos mucho más grandes y feroces de lo normal, que atacaban a la gente y cuyas historias tenían unos esquemas bastante definidos.

Sin lugar a dudas, el germen de todo ello lo encontramos en el "Tiburón" de Spielberg. A partir de ahí, multitud de variaciones y secuelas, con mayor o menor fortuna. Muchas llegadas desde países como Italia o México, pero también de la propia industria estadounidense, que encontró un filón por explotar. Pirañas, serpientes, ballenas, más tiburones... y, como en la que nos ocupa: cocodrilos.

Lewis Teague, que por entonces (estamos hablando de los primeros años ochenta) atravesaba su mejor momento, gracias a obras como ésta, o las también famosas "Cujo", "La joya del Nilo" y "Los ojos del gato", se encargó de llevar a la pantalla un guión del posteriormente apreciado autor indie John Sayles (que precisamente había debutado con el guión de "Piraña", para Joe Dante).

En él, asistimos a la plasmación en imágenes de aquella célebre leyenda urbana según la cual una lagartija (o lagarto) arrojada prematuramente al inodoro de un hogar cualquiera, crecía y crecía hasta hacerse fuerte y grande en las alcantarillas de la gran ciudad, para emerger finalmente sembrando la destrucción y el horror entre la población.


Teague imprime al filme un tono narrativo muy de los ochenta, con contínuas salpicaduras de humor, personajes sin doblez alguna y un desarrollo tan previsible como correcto. En este caso, el protagonista, un policía que investiga la trayectoria del monstruo a partir de sus primeros signos de actividad (cadáveres aparecidos mutilados y en circunstancias misteriosas) está interpretado por el impertérrito Robert Forster.

Del resto del reparto, destacan Dean Jagger y el gran Henry Silva (auténtico villano clásico de Hollywood) en un papel corto pero francamente divertido.

Por lo demás, se trata de una película tan intrascendente y disfrutable como cualquier serie B de la época (me vienen a la mente las de Larry Cohen). No obstante, hay que reconocer que el tiempo ha pasado un poquito por ella, como ocurre con casi todo el cine palomitero de la época.

Por pedir, tal vez hubiese sido deseable un pelín más de énfasis en cuanto a la sanguinolencia. Puesto que, en ese aspecto, la factura del filme termina siendo más cercana a la de los productos preferentemente indicados para el consumo familiar, que a los de terror más o menos "serios". Seguramente es en esa falta de definición clara donde el filme muestra su mayor debilidad.

lunes, 9 de marzo de 2009

"El abominable hombre de las nieves", de Val Guest


FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "The Abominable Snowman"/ Dirección: Val Guest/ Guión: Nigel Kneale/ Producción: Aubrey Baring/ Fotografía: Arthur Grant/ Montaje: Bill Lenny/ Música: Humphrey Searle/ Maquillaje: Philip Leakey/ Reparto: Peter Cushing, Forrest Tucker, Maureen Connell, Richard Wattis, Robert Brown, Michael Brill, Wolfe Morris, Arnold Marlé, Anthony Chinn. Gran Bretaña, 1957. Color. 86'

Ya de entrada, cuando uno se enfrenta a esta película y lo primero que salta a sus ojos es ese par de nombres propios (Val Guest y Peter Cushing), no puede por menos que esperar lo mejor, o casi lo mejor. Si además se trata, como en este caso, de abordar uno de los mitos fantásticos (no únicamente cinematográficos) menos explotados por el cine, como es el de los yetis, ya sólo nos queda apagar el móvil, cerrar la puerta a cal y canto, acomodarse en la butaca y prepararse a disfrutar.

El filme de Guest, al igual que ya sucediese con su saga de "Quatermass", por ejemplificar en otra de sus contribuciones más celebradas al séptimo arte, es la demostración patente de hasta qué punto el cine fantástico puede ser imaginativo y brillante, sin necesidad de recurrir de un modo abusivo a los efectos especiales, ni al artificio excesivo. Porque si por algo se caracteriza "El abominable hombre de las nieves", es por su acabado deliciosamente entretenido y sugerente, pese a sus contadísimos efectismos.

De tal modo que casi cabría integrarla dentro del amplio espectro del considerado "cine de aventuras", por la forma en que la historia está planteada: una expedición en busca del yeti, en el seno de la cual empezarán a surgir disensiones y problemas, a medida que se acerca el objetivo final.


Aquí Cushing interpreta al investigador honesto y "limpio", en contraposición al personaje encarnado por Forrest Tucker, claramente el villano de la función, que sólo busca la explotación comercial del mito, un poco al estilo de lo ya contado en la célebre "King Kong".

Sin embargo, Guest (así como el guión, que esta vez no firma él mismo, sino Nigel Kneale) se las ingenian para transformar la peripecia aventurera con visos terroríficos en una suerte de viaje iniciático, en el que de vez en cuando surgen cuestiones antropológicas, así como también el consabido "viaje interior" que suele aparecer en esta clase de relatos.

Del mismo modo, hay un excepcional aprovechamiento del espacio y de los ambientes (tanto en exteriores como en interiores) y de hecho toda la narración está llevada de un modo fabuloso, a través de la cual el espectador sigue con gran interés la aventura de los expedicionarios, así como su progresiva entrada en una peligrosa espiral de lucha contra los elementos y contra sí mismos.

Hablaba de la falta de efectos y es algo que destaca especialmente en el hecho de que el yeti en cuestión no aparezca más que al final, en lo que constituye un clímax dotado de una enorme fuerza.


"El abominable hombre de las nieves",
se revela por tanto, como una obra no sólo disfrutable para cualquier amante del cine fantástico de toda la vida, sino que deja en el espectador una sensación de potentísima, de brillante serie B, que a la postre resulta harto más sugerente y rica que otras producciones de mayor alcance (a priori) pero mucho peor resultado final.

sábado, 7 de marzo de 2009

"Gothic", de Ken Russell


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Gothic"/ Dirección: Ken Russell/ Guión: Stephen Volk/ Producción: Penny Corke/ Fotografía: Mike Southon/ Montaje: Michael Bradsell/ Música: Thomas Dolby/ Efectos Especiales: Graham High e Ian Morse / Reparto: Gabriel Byrne, Julian Sands, Natasha Richardson, Timothy Spall, Myriam Cyr, Alec Mango, Andreas Wisniewski, Dexter Fletcher, Pascal King, Tom Hickey. Gran Bretaña, 1986. Color. 87'

No es demasiado habitual tener la oportunidad de contemplar dos visiones distintas de una misma historia, fraguadas en un (más o menos) corto espacio de tiempo. Sin embargo, en ocasiones sí ocurre. Y apenas un par de añitos antes de que Gonzalo Suárez se sacase de la chistera su magnífica "Remando al viento", en la que nos narraba los acontecimientos, (legendarios acontecimientos, podría decirse), acaecidos aquella célebre noche en Villa Diodati, el británico Ken Russell hacía lo mismo en esta película.

Mismo escenario, mismos protagonistas, misma historia... pero eso sí, estilo radicalmente distinto. Si en el filme de Suárez todo era sutileza y contención, poco de eso cabe esperar en el "Gothic" de Russell. Básicamente porque, si por algo se ha caracterizado la filmografía de este señor, es precisamente por su trazo grueso y bizarro, a la hora de narrar y dirigir.

Así pues, los elegantes Lord Byron, Polidori y el matrimonio Shelley, para Russell son seres geniales y atormentados, pero que lejos de exhibir su arrebatadora personalidad de un modo sugestivo y tácito, aquí se muestran como personajes "hipervitaminados" y decididamente histriónicos.


Un elenco de intérpretes, por cierto, más que atractivo. Con nombres del calibre de Gabriel Byrne, Natasha Richardson (espléndida como Mary Shelley), Timothy Spall o un Julian Sands que posiblemente aquí fue donde le hemos visto más cerca de lo que cabría considerar un verdadero actor.

La historia es sobradamente conocida. Grupo de autores, máximos exponentes del romanticismo inglés, reunidos en una tormentosa y agitada noche entre los muros de la aislada y gótica Villa Diodati, dando pie a una velada que, asimismo, será el germen de varias de las más célebres creaciones literarias del terror gótico y romántico, con la inmortal "Frankenstein" a la cabeza de todas ellas.

Al igual que en el filme de Suárez, Russell se dedica principalmente a situar a los personajes en un contexto fantasmagórico y alucinatorio, sólo que con mucho mayor énfasis en lo visual que el cineasta español, que lo centraba todo mucho más en los diálogos. De ahí que en esta "Gothic" la narración casi se limite a una suma de secuencias dantescas, que ilustrarán los miedos y las pesadillas de los escritores protagonistas.

Evidentemente, se trata de que el espectador entre en el juego chirriante y provocador que el director nos propone. De lo contrario, a la media hora ya estará cansado de las carreras de los personajes por las diversas estancias de la mansión, así como del interminable desfile de secuencias tan inconexas como llamativas, al ritmo que marca la partitura del otrora gurú de la New Wave británica Thomas Dolby.


Aunque personalmente considere "Remando al viento" como un filme bastante más satisfactorio y conseguido a nivel artístico, no le puedo negar a "Gothic" un irresistible encanto. Porque lo grotesco de muchos de los momentos de la peli, así como (a la postre) la coherente (dentro de su histrionismo) visión que Russell nos da del carácter de los personajes y de los acontecimientos que se suceden en torno a ellos, en el sentido de volcar en imágenes tangibles sus más enfermizas pesadillas personales y creativas, constituye una apuesta perfectamente legítima y disfrutable.

De todos modos, se hace casi inevitable recomendar el díptico que forman las dos películas, porque precisamente gracias a la distancia (casi abismal) que separa los universos de ambos cineastas, no deja de resultar la una complementaria de la otra. Puesto que tan creíbles son los protagonistas en su aspecto más sutil y decadente, como en el más exagerado y rocambolesco. Y una vez vistas ambas, si además le añadimos la visión literaria de Tim Powers en su estupenda novela "La fuerza de su mirada", puede decirse que tendremos casi al completo todo el panorama necesario para sumergirnos de lleno en aquella inolvidable y tormentosa (en todos los aspectos) velada de 1816.

lunes, 2 de marzo de 2009

"Los muertos no mueren jamás", de Curtis Harrington


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "The Dead Don't Die"/ Dirección: Curtis Harrington/ Guión: Robert Bloch/ Producción: Henry Colman/ Fotografía: James Crabe/ Montaje: Ronald F. Hagen/ Música: Robert Prince/ Diseño de Producción: Robert Kinoshita/ Reparto: George Hamilton, Ray Milland, Linda Cristal, Ralph Meeker, James McEachin, Joan Blondell, Reggie Nalder, Jerry Douglas, Milton Parsons. USA, 1975. Color. 71'

El título es bastante tontorrón, pero se trata de una película muy disfrutable para cualquier amante de la serie B clásica. No en vano su artífice es Curtis Harrington, quien desde finales de los sesenta hasta bien entrados los setenta, nos deleitó con un puñado de agradabilísimas producciones terroríficas, casi todas ellas emparentadas con el "grand guignol", para mayor gloria de actrices como Shelley Winters.

En este caso, sin embargo, se trata de un argumento distinto al de aquéllas. Aquí encontramos una oscura trama que se forma alrededor de un siniestro y misterioso personaje dotado de la capacidad para revivir a los muertos y de su influencia sobre la vida del protagonista, un (todavía) poco operado George Hamilton.

El filme posee un encanto indudable, a pesar de sus evidentes limitaciones, tanto artísticas como presupuestarias, entre otros motivos, por tratarse de una pieza destinada a la pequeña pantalla. Lo cual no es obstáculo para que encontremos en el reparto caras tan conocidas como las de Ray Milland o Ralph Meeker, además del propio Hamilton. Del mismo modo, en el apartado del guión, la presencia de un no menos popular Robert Bloch, celebérrimo autor de "Psicosis", así como de una ingente cantidad de novelas y relatos de terror.


Además de esos ingredientes, ya de por sí atractivos, "Los muertos no mueren jamás" presenta un curioso marco espacio-temporal, el de los años treinta en Chicago. Circunstancia que Harrington aprovecha para dotar al filme de una atmósfera cercana a la del cine negro, lo cual otorga a la peli un aspecto de lo más curioso. Si a ello sumamos que la duración de la cinta es muy corta (apenas setenta minutos) y de lo más entretenida, pocas razones puede haber para no recomendarla.

Por poner un único "pero", está esa banda sonora no demasiado lucida, casi más apropiada para un telefilme romántico que otra cosa. En todo caso, nada que moleste demasiado al espectador. Por contra, el filme posee un par de momentos de tensión terrorífica muy bien conseguida, especialmente los protagonizados por el peculiar Reggie Nalder, que desde el mismo cartel de la película llama la atención.

Y es que, cinematográficamente hablando, se trata de una obra correcta y muy simpática, que demuestra una vez más que el dinero no es siempre esencial a la hora de pergeñar una creación digna. No hace falta remontarse a nombres como los de Jacques Tourneur o Edgar Ulmer, que a la postre resultaron ser mucho más grandes que cineastas a priori mejor considerados, pero sí podríamos incluir a Harrington en la misma liga que un Roger Corman, sin ir más lejos. Lástima que terminase su trayectoria convertido en un gris director de encargo para episodios de culebrones tipo "Dinastía".

domingo, 1 de marzo de 2009

"Demonia", de Lucio Fulci


FICHA ARTÍSTICA

Título Original: "Demonia"/ Dirección: Lucio Fulci/ Guión: Piero Regnoli y L. Fulci/ Fotografía: Luigi Ciccaresi/ Montaje: Otello Colangeli/ Música: Giovanni Cristiani/ Efectos Especiales: Mario Ciccarella y Elio Terribili/ Reparto: Brett Halsey, Meg Register, Lino Salemme, Christina Englehardt, Pascal Druant, Grady Thomas Clarkson, Ettore Comi, Carla Cassola, Michael Aronin, Al Cliver, Isabella Corradini. Italia, 1990. Color. 85'

Nos encontramos ante una de las últimas aportaciones de Fulci al mundo del cine. Una de esas películas del tramo final de su carrera, ya lejos de su mejor forma. En la cual, al igual que sucede con casi todos sus filmes que van de mediados de los ochenta a principios de los noventa, mostraba similares limitaciones.

En primer lugar, evidente carencia de presupuesto. Algo que no era nuevo para él, pero que unido a la escasa calidad de los guiones, así como del elenco de intérpretes, contribuía a resaltar el carácter poco satisfactorio de esos productos.

En el caso de "Demonia", tampoco podemos hablar de un subproducto infumable, como por ejemplo "Los fantasmas de Sodoma", por citar otro filme de esa misma época, pero considerablemente peor. Al menos en la que ahora nos ocupa, hallamos varios de los rasgos de estilo del autor.


Eso sí, algo que uniría en cierta forma ambas películas es su adscripción a sendos grupos temáticos claramente anacrónicos por aquellos años. Mientras "Los fantasmas..." era una contribución tardía a la "nazi explotation", tan en boga durante los setenta y principios de los ochenta, amén de mostrar rasgos del softcore de otras épocas, en "Demonia" Fulci vuelve a la "nun explotation", clase de filmes que, asimismo, ya hacía mucho que habían desaparecido del espectro temático del terror transalpino.

Todo ello demuestra una vez más el libérrimo talante artístico del cineasta italiano, que pasaba olímpicamente de modas y se dedicaba a hacer el cine que le daba la gana, con más o menos fortuna.

Igualmente, si algo hay que agradecerle, es su apuesta determinada por el terror sobrenatural, en unos tiempos en que los rasgos más realistas eran los que claramente predominaban.

Argumentalmente, escasas novedades presenta "Demonia". Se trata de la enésima historia de maldiciones, de monjas poseídas y de grupo de incautos (en este caso arqueólogos y habitantes de un pueblecito) que caen presa de dichos elementos terroríficos.


La película, además de denotar la falta de vigor de la última etapa de Fulci como director, en cambio nos deja algún que otro momento (bastante aislado, eso sí) de su estilo. Empezando por el característico gore explícito de un par o tres de pasajes, así como determinados planos y momentos con cierta capacidad de sugerencia, especialmente los que tienen lugar en el interior de las excavaciones, así como una buena secuencia, con unas piezas de carne colgadas del techo adueñándose del escenario y de la acción.

Pero no hay que engañarse. "Demonia" carece casi por completo de la riqueza visual e hipnótica de los mejores momentos de la carrera de su director, por pesar más sus carencias que su esforzado voluntarismo. Y por tanto, cabe situarla como producto exclusivamente dirigido a sus fans más acérrimos. Desde luego, no serviría para tratar de convencer a sus detractores de la injustamente negada capacidad del cineasta romano. Más bien al contrario.