lunes, 30 de junio de 2008
"Las manos del destripador", de Peter Sasdy
FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "Hands of the Ripper"/ Dirección: Peter Sasdy/ Guión: L.W. Davidson y Edward Spencer Shew/ Producción: Aida Young/ Fotografía: Kenneth Talbot/ Montaje: Chris Barnes/ Música: Christopher Gunning/ Efectos Especiales: Cliff Culley/ Reparto: Eric Porter, Angharad Rees, Jane Merrow, Keith Bell, Derek Godfrey, Dora Bryan, Marjorie Rhodes, Lynda Baron, Marjie Lawrence, Margaret Rawlings, Elizabeth MacLennan. Reino Unido. 1971. Color. 80'
Una vez ya habían sido explotados casi todos los mitos principales del género, se hizo necesario crear derivaciones y subderivaciones sobre los mismos. Así, a la figura de Jack el Destripador, tan británica ella, los de la Hammer le dieron una hijita que heredase parte de su malevolencia. Y le encargaron a Peter Sasdy que contara su historia.
Atrás quedaba la época dorada de la productora y la nueva década imponía nuevos argumentos y nuevas formas. Con lo que "Las manos del destripador" es una película tan entretenida como característica de esos nuevos tiempos.
Una película estridente, especialmente en los momentos de mayor impacto terrorífico, con toda la prestancia en cuanto a ambientación que era márca de fábrica, pero con ese toque-Sasdy que la alejaba de las narraciones más clásicas de gente como Fisher.
No puede decirse que se trate de una obra memorable, ni muchísimo menos. Pero sí es uno de esos productos agradables para fans del género. Resuelta con desparpajo y con esa comentada estridencia, aún a costa de que algunos momentos resulten hasta risibles. Desde luego, no es de lo mejor de Sasdy (estaría por debajo de "La Condesa Drácula", por ejemplo), pero tampoco de lo peor ("No quiero nacer" y esperpentos de esa clase, que también pergeñó unos cuantos).
Las interpretaciones son correctas, como casi siempre en estos casos. Con actores no muy conocidos pero perfectamente válidos y escogidos con indudable cuidado, a la hora de encajar en sus personajes, tanto los principales, como los secundarios. Entre ellos, el protagonista, Eric Porter, o la "villana" de la función, Angharad Rees, con un curioso aspecto entre cándido y enfermizo, en la piel de joven hija del asesino.
El filme, por otro lado, explora de manera harto interesante, algunas cuestiones indefectiblemente asociadas a la época que retrata, que asimismo forman parte indisoluble del género de terror. Por ejemplo todo lo relacionado con el espiritismo, tan en boga en Londres a finales del XIX y principios del XX. Lo mismo que el fenómeno del psicoanálisis. De manera que se observa un indudable interés por situar la historia dentro de un contexto reconocible y con consistencia.
En ese sentido, de nuevo encontramos el buen nivel mínimo exigible que siempre garantiza la factoría británica. También hay que destacar un último tramo, que tiene lugar en un peculiar escenario, conformando un desenlace barroco y (de nuevo) estridente.
Por todo lo dicho, "Las manos del destripador" (unas manos que por cierto, lo que es destripar, destripan más bien poco) resulta un filme simpático y disfrutable, especialmente si no se observa como uno de los títulos claves del género, sino como uno de tantos divertimentos facturados con cierto encanto y la intención principal de convertirse en un agradable pasatiempo revestido con ropajes clásicos.
domingo, 29 de junio de 2008
"Trampa para turistas", de David Schmoeller
FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "Tourist Trap"/ Dirección: David Schmoeller/ Guión: J. Larry Carroll y D. Schmoeller/ Producción: Leonard Baker, Charles Band y J. Larry Carroll/ Fotografía: Nicholas Josef Von Sternberg/ Montaje: Ted Nicolau/ Música: Pino Donaggio/ Efectos Especiales: Richard O. Helmer/ Reparto: Chuck Connors, Jocelyn Jones, Jon Van Ness, Robin Sherwood, Tanya Roberts, Dawn Jeffory, Keith McDermott, Shailar Coby, Arlecchino, Victoria Richart, Millie Dill. USA. 1979. Color. 86'
"Trampa para turistas" es un buen ejemplo de que a veces no es necesario ser rabiosamente original o diferente para conseguir un producto atractivo y disfrutable. De esa manera, apenas sobrepasada la treintena de años, Schomeller (cineasta nacido en Kentucky, pese a ese apellido de resonancias germánicas) dirigió esta entretenidísima película, que mezcla sabiamente diversos elementos e influencias. Y es que, tras un planteamiento netamente inscrito en los parámetros del American Gothic, podemos encontrar asimismo toques de slasher y hasta de giallo.
Todo empieza con el habitual viaje de un grupo de jóvenes, a través de las polvorientas carreteras de la América Profunda, la inevitable dificultad con el coche y la no menos pertinente necesidad de ayuda en el primer sitio que encuentran. Sitio que, para su desgracia, es la morada de un peculiar individuo que (solo o en compañía, eso estará por ver) se encargará de poner a los chicos y chicas del grupo en sangrientas dificultades.
Schmoeller no se corta un pelo, a la hora de introducir rasgos de origen enteramente sobrenatural, dentro de una narración que a priori cabría inscribir en los esquemas de las historias de asesinos desequilibrados, pero absolutamente humanos y terrenales. Otro ejemplo más de hasta que punto "Trampa para turistas" constituye un amalgama estimulante de toda clase de referencias dentro del género.
Desde homenajes a "Psicosis", con una secuencia prácticamente calcada al clásico inmortal de Hitchcock (y no es la de la ducha), a las también clásicas tramas de museos de cera (en este caso, con maniquíes y autómatas) que hacen pensar que el catalán Jaume Collet Serra tuvo más que presente este filme a la hora de dirigir su muy aceptable "La casa de cera". Y sin olvidar que esa presencia de los maniquíes como recursos perfectamente válidos y atractivos, a la hora de transmitir inquietud, también fue muy utilizado en su día por los maestros del giallo (véanse filmes de Bava y Argento como "Seis mujeres para el asesino" o "Rojo oscuro", respectivamente).
En cuanto a ritmo, la película es prácticamente impecable. Sin tiempos muertos y con un desarrollo que engancha desde su impactante arranque hasta su no menos adecuada conclusión. Lo mismo que a la hora de caracterizar a los personajes, en especial ese Sr. Slausen, magníficamente interpretado por el carismático Chuck Connors. Entre el resto del reparto, encontramos alguna que otra cara conocida más, como la de la guapísima Tanya Roberts.
Tampoco conviene olvidar destacar la apreciable atmósfera de pesadilla claustrofóbica que Schmoeller consigue imprimir al filme, tanto en lo visual como en lo estrictamente narrativo, haciendo que el espectador se implique de un modo muy efectivo en lo que ocurre y se sienta igual de inquieto y aterrado que los propios personajes, que se ven arrastrados por el horror de una forma para nada forzada, sino perfectamente creíble.
"Trampa para turistas" es, por todo lo dicho, una obra que me da la sensación de que no acaba de ocupar el estatus que, por merecimiento, le correspondería ocupar. Tal vez porque en su día se hallaba más o menos "camuflada" entre muestras muy similares dentro del género. Pero vista a día de hoy, presenta los suficientes atractivos y sobretodo la suficientemente bien lograda ejecución, como para ser considerada como una de esas pequeñas gemas a descubrir.
Aunque, como ha quedado dicho, no sea un dechado de originalidad, si contiene el valor de lo bien hecho. Sin necesidad de recurrir a una sanguinolencia excesiva, pero sí muy bien dosificada, ni a sobreabundancia de sustos fáciles, porque todo está perfectamente medido. Es la clase de calidad que caracteriza a los productos bien acabados, que sin destacar por nada en particular que los distinga de otros, sí lo hacen por todo en general. Por su propio valor intrínseco y su consistencia, que en este caso no está reñida con la efectividad.
sábado, 28 de junio de 2008
"Pacto de sangre", de Stan Winston
FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "Pumpkinhead"/ Dirección: Stan Winston/ Guión: Mark Patrick Carducci, Richard Weinman y S. Winston, sobre un poema de Ed Justin/ Producción: Bill Blake, Richard Weinman y Howard Smith/ Fotografía: Bojan Bazelli/ Montaje: Marcus Manton/ Música: Richard Stone/ Efectos Especiales: Grant Ardnt/ Reparto: Lance Henriksen, Jeff East, John D'Aquino, Kimberly Ross, Joel Hoffman, Cynthia Bain, Kerry Remsen, Florence Shauffler, Brian Bremer, George "Buck" Flower, Matthew Hurley, Lee De Broux, Peggy Walton-Walker. USA. 1988. Color. 84'
Acaba de fallecer, el pobre. Y bien se merece un pequeño homenaje. Uno de los más grandes diseñadores de efectos especiales de la historia del cine fantástico, con creaciones tan magníficas e inolvidables como las de "Aliens", "Depredador", "Parque Jurásico"... En fin, un auténtico genio. Que tuvo tiempo incluso de hacer sus pinitos detrás de las cámaras y regalarnos productos tan entrañables como éste y personajes asimismo tan simpáticos como el temible Pumpkinhead.
El hecho de que un tipo posea tantísima imaginación como la que tenía Stan Winston, se refleja a la perfección en los aspectos que presenta esta película (inicio de una saga, de hecho, aunque Winston tan sólo dirigiera la primera). Porque se trata de un filme repleto de estupendas ideas. Modesto en cuanto a medios, pero con todo el encanto y el talento de su director, aplicados a contar una historia tan terrorífica y peculiar, que sobretodo vista ahora, en esta época en que la imaginación dentro del cine de terror brilla por su ausencia, es un bonito regalo.
Se narran los avatares de un padre (Lance Henriksen) que ha visto morir a su pequeño hijo a manos de un grupo de jóvenes. Ante eso, no dudará en pedir la ayuda de un terrible demonio, a través del contacto con una no menos aterradora bruja. Las consecuencias serán tan horrorosas como es de suponer.
Seguramente el aspecto en el que la película adolece de una mayor debilidad es en el terreno propiamente de la dirección, demostrando todo el carácter de obra primeriza (y casi única, por desgracia). Eso lo vemos sobretodo en una falta de consistencia y de continuidad narrativas, que producen una cierta sensación de ritmo deslavazado y de secuencias algo inconexas. Aún así, el argumento resulta tan interesante y la atmósfera está tan bien reflejada, que esas ligeras deficiencias apenas se notan, ni molestan.
Una atmósfera, la de "Pacto de sangre", que nos remite directamente a la literatura de gente como Algernon Blackwood, con bosques sarmentosos y oscuros, ambientes recargados, con una acentuada utilización de diferentes tonos azules y rojizos, dotando a la película de una identidad muy reconocible y hermosa, que en algunos momentos, especialmente en los planos generales, nos transporta a una imaginería visual cercana a la de la fantasía.
Por otro lado, la presencia de la temible criatura, Pumpkinhead, es casi un autoguiño de Winston hacia algunas de sus propias creaciones. Y es que el aspecto del bicho nos recuerda indefectiblemente a los de Alien o Depredador. Está tan bien hecho como aquellos, aunque como comentaba anteriormente, los medios fuesen mucho más escasos. En ese sentido, "Pacto de sangre" es una evidente serie b, pero con efectos de primerísimo nivel, situándose muy por encima de otros productos típicos de vídeoclub.
En cuestión de interpretaciones, no se trata de una obra en la que éstas tengan demasiada importancia. Henriksen (de nuevo "Alien" asoma la cabeza) muestra su estupendo registro de tipo curtido y duro, perfectamente dispuesto a recorrer los caminos que le lleven al mismísimo infierno, pero asimismo con un cierto aire dramático muy enternecedor.
Hablaba en términos elogiosos del guión y es que no puede ser para menos. El argumento tiene mucho más que ver con el terror literario de principios del siglo XX, que con las tópicas historias ochenteras, que es la época a la cual pertenece el filme, al fin y al cabo. Un argumento basado, por cierto, en un poema de Ed Justin.
Así pues, tan sólo lamentar una vez más desde aquí la muerte del querido Stan Winston, sin el mérito y el talento del cual, muchas de las que han quedado como obras señeras y primordiales del fantástico moderno, no serían lo que son. Y expresar la tristeza de que en vida no se pusiese más veces en la silla de director, para regalarnos obras tan entretenidas y simpáticas como "Pacto de sangre".
viernes, 27 de junio de 2008
"Colmillos asesinos", de Robert A. Burns
FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "Mongrel"/ Dirección y Guión: Robert A. Burns/ Producción: John Jenkins y Lin Sutherland/ Fotografía: Richard Kooris/ Montaje: Ivan Bigley/ Música: Ed Guinn/ Reparto: Janis Dickerson, John Dodson, Terry Evans, Dennis Hill, Jonathan M. Ingraffia, Daniel Medina, Catherine Molloy, Mitch Pileggi, Aldo Ray, Andy Tiernan, Rachel Winfree. USA. 1982. Color. 86'
Otra de perros conflictivos. Aunque no podemos hablar en ningún caso de un filme parecido para nada al anteriormente reseñado de Curtis Harrington, ya que argumentalmente no tienen nada que ver el uno con el otro. El que nos ocupa hoy fue dirigido en el año 1982 por Robert A. Burns en lo que supuso su debut como director y prácticamente su única obra en dichas labores. Eso sí, en modo alguno podemos hablar de un inexperto, en lo que a cine fantástico se refiere.
Y es que Burns tiene una trayectoria más que respetable, en diferentes áreas y disciplinas, como son las de director artístico, autor de efectos especiales, montador, diseño de producción, guionista... hasta ha hecho de actor. Y todo ello en filmes no precisamente desconocidos. Así, podemos encontrar su nombre entre los créditos de pelis tan apreciadas como "La matanza de Texas", "Las colinas tienen ojos", "Re-Animator", "Aullidos", etc.
Pero en este caso, sí se puso tras la cámara para asumir la máxima responsabilidad de este pequeño, modesto y no del todo conseguido filme, que asimismo supuso también la primera aparición importante de un actor como Mitch Pileggi ("Expediente X", "Shocker"...)
"Colmillos asesinos" da comienzo con la llegada de un nuevo inquilino, un joven agradable y bien dispuesto, a una casa en la que conviven distintos personajes, la mayoría de ellos jóvenes. Por ahí también anda el propietario del chucho al que hace alusión el título, no del todo apreciado por el resto de habitantes. Y es que se trata de un animal eminentemente agresivo y con bastantes malas pulgas.
De todos modos, a diferencia de otras obras de similares aspectos argumentales, aquí el perro no es tanto el centro absoluto de la narración, sino más bien un cierto desencadenante de situaciones terroríficas. Más concretamente, la muerte del perro cuando acaba de atacar a uno de los chicos. A partir de ese momento, el microcosmos que conforman los miembros del inmueble se verá irremadiablemente alterado, especialmente en lo que atañe a uno de ellos, que siente auténtico pavor por la especie canina y que recibirá visitas de ultratumba (ahí queda eso) del bichejo.
Lo mejor que podemos decir de esta obra es que presenta una trama con indudables rasgos de originalidad. No se trata de la típica historia con bicho maligno que se va cargando a los más o menos incautos personajes.
Eso sí, tampoco sería justo atribuírle muchas más virtudes, sobretodo a causa del pobre acabado formal que presenta, en general. Una dirección muy monocorde y que para nada aprovecha todas las posibilidades que brinda el argumento. Por contra, sí es de agradecer un primer tramo de cierto interés, en el que ese minúsculo universo de individuos que viven juntos queda apreciablemente bien retratado.
El problema es que nos hallamos ante un filme cuyo primer objetivo debe ser siempre el de asustar. Y por lo visto, da la sensación de que Burns tan sólo se acuerda de eso en escogidos momentos, provocando un desequilibrio demasiado evidente en cuanto al tono general de la película, que salta bruscamente de una atmósfera realista y con ritmo pausado, a convertirse en algo mucho más forzado y poco creíble.
Una lástima, por tanto. Lo que podía haber llegado a ser un digno precedente a historias tan potentes como "Cujo" (que tan sólo tardaría un año en llegar), así como un vehículo para desarrollar distintas opciones, casi todas ellas prometedoras, se queda en una olvidable curiosidad que sólo merece la pena si se dispone de una ingente cantidad de tiempo para perder.
jueves, 26 de junio de 2008
"Coartada en disco rojo", de Tulio Demicheli
FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "Coartada en disco rojo"/ Dirección: Tulio Demicheli/ Guión: Pedro Mario Herrero y Mario di Nardo/ Producción: José Guitérrez Maeso/ Fotografía: Manuel Rojas/ Montaje: Ángel Serrano/ Música: Franco Micalizzi/ Dirección Artística: Francisco Canet y Gastone Carsetti/ Reparto: George Hilton, Fernando Rey, Luciana Paluzzi, Anita Strindberg, Manuel Zarzo, Luis Dávila, Eduardo Fajardo, Antonio Del Real, Carla Mancini, Emilio Portela. España-Italia. 1972. Color. 84'
He aquí una nueva muestra de las coproducciones hispano-italianas que a lo largo de los años setenta fueron tan habituales. En este caso, para contar esta historia, una trama policíaca con tintes "giallescos" (pocos) acerca de las intrigas que rodean a un grupo de personajes que se debaten en torno a cuestiones profesionales y emocionales, en el marco de una clínica de alto copete.
Un reparto bastante llamativo, integrado por guapas y guapos a la par que elegantes y mundanos individuos. Figuras todas ellas habituales de la época y del género, como George Hilton, Eduardo Fajardo, Anita Strindberg o el gran Fernando Rey, que por aquel entonces ya ocupaba un estatus de estrella de primera magnitud, de puertas afuera.
El filme es ágil y avanza a más que aceptable ritmo, sucediéndose de manera continuada los momentos de suspense y acción, e intrincando más la madeja argumental, tras un primer asesinato misterioso, del que, como es lógico, habrá bastantes sospechosos. Tanto las situaciones como los diálogos y la forma de narrar, siguen los esquemas más trillados y previsibles en productos de esta índole.
Tal vez se echa en falta una mayor atmósfera, o una dirección menos plana. En este caso, Demicheli se limita a poner en imágenes los aspectos del guión de una forma funcional y dejando que el peso de casi todo descanse en la propia trama, así como en los intérpretes. En ese aspecto, el personaje de Fernando Rey (que interpreta al policía que investiga el caso) está revestido de todos y cada uno de los tópicos habituales de esta clase de historias. Perspicaz e impertinente a partes iguales, suyos serán los chascarrillos y réplicas ingeniosas que conformen el apartado destinado al (ligero) humor de la cinta.
Eso sí, hay un clarísimo punto de ruptura tanto en el incesante ritmo, como en los propios aspectos formales, que coincide con un segmento que tiene lugar en un quirófano, durante una operación a corazón abierto. Operación que, curiosamente, está contada a base de imágenes reales (como se advierte en los créditos de la peli) citándose incluso el nombre del médico que la lleva a cabo. Ahí, además de encontrarnos en un tramo especialmente tenso, también los planos de Demicheli se tornan más audaces y rebuscados, aprovechando el siempre efectivo escenario hospitalario para acentuar el suspense.
Todo ello ya tiene lugar hacia el final, así que después, prácticamente y sin solución de continuidad, asistimos a la resolución de la intriga. Y el regusto que nos queda es el de un producto perfectamente disfrutable, pero que asimismo no difiere en casi nada, en cuanto a calidad, de cualquiera de similares características y que probablemente a quienes no sean muy devotos de ellos, no les habrá proporcionado un rato especialmente memorable.
miércoles, 25 de junio de 2008
"Tears of Kali", de Andreas Marschall
FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "Tears of Kali"/ Dirección y Guión: Andreas Marschall/ Producción: Becker Olivera/ Fotografía: Heiko Merten y Michael Schuff/ Montaje: A. Marschall/ Música: Bharti India y Panama John/ Efectos Visuales: Dennis Becker/ Reparto: Pietro Martellanza, Brittner Udo, Anja Gebel, Oefelein Leoni, Michael Balaun, Marcel Trunsch, Mathieu Carriere, Cora Chilcott. Alemania. 2004. Color. 105'
He aquí una propuesta indudablemente curiosa. Otra cosa es que su acabado sea más o menos bueno. Pero que supone una cierta novedad entre toda la caterva de productos repetitivos y clónicos estadounidenses y (por imitación) europeos, eso es indudable. Otra cosa es si hablamos de novedad estricta, dentro del panorama fantástico mundial. Ahí ya veremos que no. La firma el alemán Andreas Marschall, que junto a su (aún) corta carrera como cineasta, tiene experiencia en algún otro tipo de disciplina artística, como la del diseño de artwork para bandas de heavy metal.
No es sorprendente, si atendemos al llamativo estilo visual de "Tears of Kali". Película que se podría despachar tranquilamente diciendo: es como un vídeoclip de Rammstein, con el argumento de un cuento de Richard Laymon escrito en mitad de una indigestión de comida india.
En realidad, el filme está compuesto por tres episodios (y un prólogo) estrechamente relacionados entre sí, aunque su estructura y narración son independientes. Vendrían a resumirse en: una serie de individuos tienen relación con un arcano y misterioso personaje, especie de gurú oriental, en el marco de unas no menos curiosas terapias alternativas, que les acabarán provocando toda clase de trastornos tanto físicos como mentales.
No nos engañemos. En el ánimo de Marschall, lo de menos es la trama, con algún que otro pasaje bastante incongruente. Su principal preocupación estriba en el gancho de presentar su película como un conglomerado de llamativos reclamos visuales, ya sea buscando la plasticidad, ya sea provocando al espectador con generosas dosis de sangre. En ese sentido, encontramos momentos rayanos en el gore. Momentos cuyo nivel de rechazo, en todo caso, queda atenuado por la citada sobrecarga de esteticismo.
Despojando el filme de su apariencia más evidente, lo que queda es una pobre historia episódica, con nula inventiva y menor interés, en cuanto a narración de horror pura. Como digo, se trata de una obra dirigida a un público más pendiente de la estridencia inmediata que de la verdadera conmoción cinematográfica.
Es ahí donde, en igual medida que la factura videoclipera y hueca, entra en acción una evidente influencia del cine fantástico de cierta parte del continente asiático. En este caso, de países como Tailandia. Películas que buscan principalmente el susto fácil y continuado hasta el hartazgo. Eso sí, con (de nuevo) una fundamental importancia del tratamiento visual, muy por delante de la propia consistencia dramática.
Si filmografías como la japonesa o (en menor medida) la coreana se han caracterizado últimamente por repetir hasta la saciedad los mismos esquemas argumentales, las de Tailandia o Taiwán son más bien un batiburrillo de imaginería llena de exotismo que entra por los ojos y ahí se queda, con la más pobre dotación interpretativa y narrativa.
A la postre, eso es "Tears of Kali". Una suerte de cuento exótico explicado por un alemán de esos "brutotes", dividido en cuatro partes, narrado con uno de esos montajes sincopados tan desagradables en ocasiones (obra del propio director, por cierto) y una dirección de fotografía que en algunos momentos alcanza resonancias epilépticas. La clase de películas que, una vez se han visto, pasan automáticamente al cajón del olvido. A evitar a toda costa, si se sufre de jaqueca o resaca matinal.
martes, 24 de junio de 2008
"Juego demoníaco", de Robert Wilson
FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "Dead Mary"/ Dirección: Robert Wilson/ Guión: Peter Sheldrick y Christopher W. Smets/ Producción: Patrick Cameron, Harvey Glazer y R. Wilson/ Fotografía: David Mitchell/ Montaje: James P. Villeneuve/ Música: Alphonse Lanza/ Efectos Especiales: Graham Chivers/ Reparto: Dominique Swain, Marie-Josée Colburn, Steven McCarthy, Maggie Castle, Michael Majeski, Reagan Pasternak, Jefferson Brown. USA-Canadá. 2007. Color. 100'
Poco se puede decir de una cosita tan endeble como ésta, sobretodo si tampoco se trata de cargar mucho las tintas en su contra. Y es que cebarse sería demasiado fácil. Se trata del enésimo subproducto por y para veinteañeros (más cerca de los veinte que de los treinta) que aprovecha elementos de otras historias para elaborar un artefacto tan repetitivo como hueco.
De unos años para acá, el fenómeno de las leyendas urbanas ha conformado un auténtico filón a la hora de desarrollar tramas más o menos elaboradas, adaptando o tomando cosas de dichas creencias populares. Algo que además ha sido universal, tanto en los USA, como en Europa e incluso en Asia, donde una enorme parte del cine de terror reciente parte de esa clase de premisas (¿qué era "Ringu", sino?).
En el caso que nos ocupa hoy, el primer referente que nos viene a la mente es el de "Candyman". La película de Bernard Rose partía de la conocida leyenda urbana consistente en el hecho de que repitiendo varias veces un nombre determinado ante un espejo, en la oscuridad, cobraba vida cierta entidad (espíritu, brujo o bruja...) de carácter maléfico.
Lo que pasa es que utilizando ese recurso, después "Candyman" era capaz de transitar por terrenos menos obvios y más genuinos. En cambio, esta "Dead Mary" se sustenta única y exclusivamente en el cuerpo de esa leyenda popular. Todo lo que hay alrededor es puro relleno.
Si alguien tiene curiosidad por ver la película, se puede ahorrar perfectamente el primer tercio, que no es sino la habitual presentación de los personajes y la descripción de sus relaciones. En este caso, se trata de caracteres tan rematadamente carentes de interés, que no vale la pena perder mucho el tiempo con todo ello. Esos primeros veinticinco o treinta minutos, en los que no pasa absolutamente nada, son un mero desfile de diálogos estúpidos (que no divertidos) y en modo alguno sirven para que ninguno de los personajes nos resulte reconocible ni identificable. En ese sentido, la presencia de Dominique Swain en el reparto tampoco aporta punto de interés alguno, a pesar de tratarse de un rostro conocido. Su participación en el filme es tan gris como el propio filme en sí.
El momento (más o menos) álgido de la peli llega en el momento en que los chicos y chicas pasan la primera noche en la casa aislada de rigor. Las conversaciones tontorronas referidas dejarán paso a los habituales comentarios de carácter terrorífico y paranormal. Y ahí será el momento de "colar" la leyenda urbana en cuestión. Algunos de ellos se atreven a ponerla en práctica y, como es fácilmente imaginable, las consecuencias serán desagradables.
Claro, todo esto contado de una manera más o menos atractiva, podía haber dado lugar a un filme cuanto menos simpático. No necesariamente una obra notable, pero sí de similares características a películas tan entrañables como "Juego diabólico" (la de Kevin Tenney) o la propia "La noche de los demonios", del mismo director.
Lo que ocurre es que el tal Robert Wilson (cineasta de escaso renombre y trayectoria) se muestra completamente incapaz de pergeñar un producto mínimamente entretenido o disfrutable. Sobreabundancia de secuencias nocturnas a puntapala, atropelladas y confusas, en las que los personajes corren como pollos sin cabeza por la pantalla, pretendidos dilemas emocionales que no dan sino vergüenza ajena. Y tedio. Mucho tedio.
Todo lo cual deja al espectador con la sensación de haber asistido a una especie de representación infantil de fin de curso, con altas dosis de improvisación, dirigida por un adolescente apenas un par de años mayor que los actores y escrita por un aprendiz de guionista, que se ha pasado la semana antes de sentarse a escribirla viendo cuatro o cinco películas actuales y señeras dentro del género, y se ha creído capaz de imitarlas, con más o menos disimulo, pensando que igual mezclándolas todas se nota menos.
En definitiva: a ojos de quien esto escribe, uno de los bodrios más absurdos que se han hecho últimamente. Y por desgracia se hacen bastantes. Y no me sirve de excusa que haya sido dirigida al mercado doméstico. En todo caso tendrían que poner una etiqueta de advertencia en el DVD: "Atención. Puede provocar la muerte por aburrimiento".
lunes, 23 de junio de 2008
"El sudario de la momia", de John Gilling
FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "The Mummy's Shroud"/ Dirección: John Gilling/ Guión: Anthony Hinds y J. Gilling/ Producción: Anthony Nelson Keys/ Fotografía: Arthur Grant/ Montaje: Chris Barnes/ Música: Don Banks/ Efectos Especiales: Les Bowie/ Reparto: André Morell, John Philips, David Buck, Elizabeth Sellars, Maggie Kimberly, Michael Ripper, Tim Barrett, Richard Warner, Roger Delgado, Catherine Lacey, Dickie Owen, Bruno Barnabe. Reino Unido. 1967. Color. 86'
Quien se sienta a ver una película como ésta, seguro que es bastante consciente de lo que se va a encontrar. Si tenemos en cuenta de que se trata de una producción de la Hammer, dirigida por un cineasta como John Gilling (que no es Terence Fisher, pero que tampoco es manco) y cuyo argumento promete las típicas aventuras y emociones características de las clásicas historias ambientadas en Egipto, con faraones que vuelven de entre los muertos... pues lo dicho: es ir sobre seguro.
Aunque "La momia" de Fisher no es una de sus películas más celebradas, a mí siempre me ha parecido una obra absolutamente deliciosa. Con todo el colorido y la capacidad narrativa que requiere un producto así. Y la de Gilling transita por terrenos igualmente conocidos, de ahí que a la postre sea tan disfrutable como la otra.
Una voz en off nos introduce en los antecedentes de la inevitable maldición faraónica, mientras imágenes llenas de una exquisita ambientación sirven para ilustrar todo ello. A partir de ahí, salto al siglo XX donde la pertinente expedición dará con el hallazgo esperado, con las consecuencias también esperadas, en forma de muertes terroríficas y acción sin fisuras.
No son películas que sorprendan a nadie. Pero tampoco lo hace cualquier otra variación acerca de vampiros, hombres lobo o monstruos de Frankenstein que pretendan ser mínimamente fieles al espíritu del Mito de que se trate en cada caso. Además, están producidas y dirigidas con el encanto del clásico filme de aventuras, que parecía desconocer el significado de conceptos como "bache narrativo" o "falta de intensidad".
Como decía, John Gilling muestra su pericia como cineasta especialmente afín al género, suyas son obras tan disfrutables y (a mi juicio) infravaloradas como "La plaga de los zombies" o "La carne y el demonio". Seguramente el hecho de estar de algún modo a la sombra de Grandes como el mencionado Terence Fisher, buque insignia de la productora británica, hacen que su trayectoria no sea tan reputada.
Y así, en "El sudario de la momia", además de una trama tan previsible como efectiva, podemos encontrar secuencias llenas de talento y de atmósfera, como uno de los ataques de la momia en una estancia inundada de un estridente e inquietante resplandor rojizo. O la propia destrucción final del monstruo, sin duda impactante para la época.
El reparto no está compuesto por figuras especialmente relevantes, pero sí son intérpretes solventes y apropiados para una obra de esta índole. Probablemente la cara más conocida y representativa sea la de André Morell, visto en filmes como "Barry Lyndon" o en otras producciones de la propia Hammer.
De entre todos los mitos clásicos del terror, el de la Momia no deja de ser uno de los menos retratados, seguramente junto al del hombre lobo. De ahí que si uno se topa con alguno de ellos, con el interés y el buen acabado que presenta el que nos ocupa, tiene garantizada hora y media de entretenimiento puro. Es posible que no se trate de una de las obras punteras de la productora británica, pero merece cuanto menos un visionado.
domingo, 22 de junio de 2008
"El perro del infierno", de Curtis Harrington
FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "Devil Dog: The Hound of Hell"/ Dirección: Curtis Harrington/ Guión: Elinor y Steve Kapf/ Producción: Lou Morheim/ Fotografía: Gerald P. Finnerman/ Montaje: Margo Anderson y Ronald J. Fagan/ Música: Artie Kane/ Reparto: Richard Crenna, Ivette Mimieux, Kim Richards, Ike Eisenmann, Victor Jory, Lou Frizzell, Ken Kercheval, R.G. Armstrong, Martine Beswick. USA. 1978. Color. 90'
Antes de dedicarse casi en exclusiva a lo largo de la última etapa de su trayectoria como cineasta a dirigir episodios de culebrones tipo "Dinastía" y "Los Colby", Curtis Harrington todavía tuvo tiempo de realizar telefilmes tan simpáticos y agradables como éste.
Una familia normal y corriente se verá afectada y transformada por la presencia de una mascota satánica, a la que antes de ser adoptada por los pobres infelices, en lugar de haberse adiestrado para devolver pelotitas de goma o para ladrar a las visitas molestas, se la introdujo en una ceremonia diabólica, con lo que el can irá influyendo en cada uno de los habitantes de la casa, hasta el punto de convertirles en seres malvados y siniestros, como el Diablo manda.
A partir de un tan descarado como simpático aprovechamiento de elementos ya vistos en "La profecía" (la de Donner es dos años anterior a ésta) Harrington construye este entretenido largo televisivo, sirviéndose tanto de dichos elementos como de su propia pericia como cineasta especializado en productos de serie B, avezado a manejarse con pocos presupuestos y a aprovechar al máximo todo el material de que dispone.
Lógicamente, una obra de esta clase, no puede presentar demasiada prestancia visual, en cuanto a momentos impactantes. Así que Harrington se las ingenia para provocar inquietud y temor, pero planteando la acción de un modo realista. En ese sentido, el influjo psicológico del perro en los seres humanos simplemente se muestra con planos fijos del animal asistiendo y de alguna forma "controlando" el comportamiento de los personajes. Un poco de música tópica por aquí, situaciones anómalas por allá y ya tenemos al perro diabólico haciendo de las suyas y consiguiendo sus malvados propósitos.
De la misma forma que los buenos artesanos del cine clásico, las ideas siempre van por delante de los medios. De ahí que esa manera de contar la historia funcione tanto o más que ver a un perro "tuneado" por los efectos de rigor. En esa línea, el filme (por su planteamiento) puede recordar a cualquiera de los episodios míticos de las series fantásticas de Rod Serling.
Por otro lado, tampoco es nuevo el hecho de introducir un "algo" perturbador dentro del seno familiar: animales, juguetes, objetos diversos... son recursos para provocar terror a partir de elementos reconocibles y de carácter doméstico, que siempre funcionan a la hora de que el espectador se identifique con esa clase de situaciones. Ni que decir tiene, que en este caso, si quien ve esta película siente cierta fobia hacia los perros, sufrirá lo suyo. Siempre teniendo en cuenta que estamos hablando de un telefilme de finales de los setenta, así que tampoco cabe esperar grandes cosas en cuanto a atmósfera o aspectos creativos deslumbrantes.
Como decía, Harrington rehúye efectismos, puesto que prefiere sugerir el horror de los comportamientos anormales de los personajes, que es un modo perfectamente legítimo de provocar miedo. Eso sí, deja para el final la inevitable catarsis terrorífica, con el perro mostrando su verdadero carácter diabólico ante el personaje principal (el funcional Richard Crenna, antes de convertirse en el jefe de Rambo). Esa secuencia de nuevo nos remite a clásicos, en este caso a Tourneur y su maravillosa "La noche del demonio", con una factura visual tan ingenua como encantadora.
En definitiva, de nuevo un telefilme agradable de ver, entretenido y modesto a partes iguales, que denota el oficio de su director y que hace despertar la nostalgia a todos los que hace años disfrutábamos ante esta clase de productos delante de la pequeña pantalla.
sábado, 21 de junio de 2008
"Sweeney Todd", de Tim Burton
FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street"/ Dirección: Tim Burton/ Guión: John Logan, según el musical de Stephen Sondheim y Hugh Wheeler/ Producción: Patrick McCormick/ Fotografía: Dariusz Wolski/ Montaje: Chris Lebenzon/ Efectos Especiales: Joss Williams/ Diseño de Producción: Dante Ferreti/ Reparto: Johnny Depp, Helena Bonham-Carter, Alan Rickman, Timothy Spall, Sacha Baron Cohen, Jamie Campbell Bower, Laura Michelle Kelly, Jayne Wisener, Ed Sanders. USA-Reino Unido. 2007. Color. 116'
Realmente parece una historia creada a propósito para ser adaptada por Burton. Todos y cada uno de los resortes argumentales, la ambientación, el tono oscuro y sangriento... En definitiva, un vehículo excelente para demostrar que el cineasta californiano (por cierto, qué poca pinta de californiano tiene) es mucho más que un creador infantiloide, cosa que más de uno y de dos despistados le han achacado a lo largo de su trayectoria.
Así, tras dos obras tan notables y afortunadas como "La novia cadáver" y "Charlie y la Fábrica de Chocolate", que demostraban el buen momento de forma del director y que a su vez sucedieron a aquella joya llamada "Big Fish" en la que Burton desnudaba su alma de artista y de ser humano más que en ninguna otra ocasión, era el momento apropiado para trasladar a la pantalla este popular musical. Nadie mejor que él para dirigirlo. Y por supuesto, nadie mejor que Johnny Depp para protagonizarlo.
Un Johnny Depp que viene a ser el alter ego de Burton, por aquello de la excentricidad y la valentía que siempre imprime a sus interpretaciones. Una excentricidad que, de nuevo, muchas veces se confunde con infantilismo, de nuevo equivocadamente. Cada uno de los personajes "raros" interpretados por Depp, poseen su propia idiosincrasia. Sus propios rasgos definitorios y que le dan valor. De esa manera, nada tienen que ver su Eduardo Manostijeras o su Willie Wonka, con su Jack Sparrow o este Sweeney Todd.
En esta ocasión, Depp adquiere toda la prestancia diabólica y fatalista que requiere su personaje, acentuando incluso dichos rasgos y eliminando el cierto humorismo que estaba más presente en el musical. Ahí Burton también ha tenido mucho que ver, naturalmente.
Un Burton más que nunca inspirado en la puesta en escena, en esa ambientación lúgubre y a la vez tremendamente atrayente. Sin cortarse un pelo a la hora de mostrar toda la virulencia y brutalidad que precisa la venganza de Benjamin Barker/Sweeney Todd hacia todos aquellos que tuvieron algo que ver en el terrible y doloroso pasado que le persigue.
Seguramente el aspecto en el que más flojea la película es en el apartado estrictamente musical. Algo que, en cualquier caso, cabe achacar de forma directa al libreto original de la obra. Las canciones aquí no son tanto piezas individualmente apreciables, como vehículos narrativos tan importantes como los propios diálogos. Las canciones no están hechas para adornar la historia, sino para contarla. En ese sentido, importa más lo que se dice que cómo se dice.
Por otro lado, la trama principal es tan potente y fundamenta de tal modo la obra, que la trama paralela del joven enamorado de la hija de Todd resulta un pelín anodina. En esa línea, el actor que interpreta a Anthony (Jamie Campbell Bower) no posee ni de lejos el carisma de la pareja principal, en la que por cierto, Helena Bonham Carter dista mucho de ser un mero acompañamiento de Depp. Su personaje y su creación de la cutre pastelera cómplice de Todd, seguramente es de lo mejor que le hemos visto en los últimos años a la actriz británica.
En el apartado de villanos, tanto Timothy Spall como Sacha Baron Cohen y Alan Rickman cumplen con solvencia (raro sería que no lo hicieran, puesto que son apuestas seguras) sus papeles. Pese a ello, es posible que, aquí también, todos ellos palidezcan en cierto modo al lado de la magnética presencia de Depp.
Dentro del aspecto visual, resulta especialmente llamativo el contrapunto entre los tonos más oscuros y grises en los que Burton sitúa a Sweeney Todd y los algo más cálidos y luminosos que sirven para retratar "el resto del mundo". Algo que sirve perfectamente para situar al espectador en el vértigo de esa enfermiza sed de venganza que arrastra al protagonista (y a nosotros con él) hasta desembocar en la explosión final de (ahí sí, coreografiada de modo siniestro) la cadena de asesinatos, que finalizarán con la potentísima y asoladora imagen de ese Johnny Depp totalmente cubierto de sangre, más inmerso que nunca en el abismo de su propia fatalidad.
"Sweeney Todd" es, por tanto, una nueva muestra del talento visual y narrativo de Burton y un auténtico festín para sus seguidores, amén de un presumible ladrillo para sus detractores. Después de verla, a uno le queda la sensación de que sus posibilidades creativas conforman un filón inagotable, ya sea a partir de historias propias, como ajenas. Y que aquel bajón que supuso su innecesario y flojo remake de "El planeta de los simios" está más que olvidado. Que continúe por muchos años haciéndonos disfrutar de esta manera. Y si puede ser junto a Johnny Depp, mejor que mejor.
viernes, 20 de junio de 2008
"No te vayas a dormir", de Richard Lang
FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "Don't Go to Sleep"/ Dirección: Richard Lang/ Guión: Ned Wynn/ Producción: Aaron Spelling y Douglas S. Cramer/ Fotografía: Chuck Arnold/ Montaje: Patrick Kennedy/ Música: Dominic Frontiere/ Dirección Artística: Paul Sylos/ Reparto: Dennis Weaver, Valerie Harper, Ruth Gordon, Robert Webber, Robin Ignico, Kristin Cumming, Oliver Robbins, Claudette Nevins, Marilyn Coleman. USA. 1982. Color. 90'
Esta película rodada para la televisión empieza con el plano de un coche atravesando las calles de una gran ciudad y dirigiéndose hacia las afueras de la misma. Al volante, Dennis Weaver. Un Dennis Weaver que se las promete muy felices, pero al que en cambio esperan una serie de acontecimientos a cual más terrorífico. Y no! No es "El diablo sobre ruedas"!!
Entre otras cosas, porque aquí Weaver no va solo, sino que le acompaña su familia: mujer y dos hijos. Estaría por ver quién se las hizo pasar más canutas, si el conductor diabólico de la peli de Spielberg, o los tiernos hijitos que le han tocado en suerte en ésta.
Detrás de la cámara, el veterano Richard Lang, que además de dirigir episodios de varias de las series más míticas de la televisión americana ("Los ángeles de Charlie", "Kung Fu", "Melrose Place"...) también atesora algún que otro largometraje (igualmente dirigido a la pequeña pantalla) tan estimable como aquel "Dark Mirror", con Jane Seymour, adaptando a los nuevos tiempos la misma trama que tan bien interpretó Olivia de Havilland en "A través del espejo", de Siodmak.
"No te vayas a dormir" es, fundamentalmente, un telefilme de aquellos que daba gusto ver hace años a través de la pequeña pantalla. Y que en muchas ocasiones alcanzaban un nivel cercano a cualquier gran estreno cinematográfico. El filme es una historia de terror más o menos tópica en cuanto a su punto de partida y desarrollo: familia que se traslada a una nueva casa y que rápidamente se verá asaltada por sucesos escalofriantes, con los niños como principales protagonistas de los mismos.
Sin embargo, situándola en su contexto adecuado, la película presenta rasgos más que interesantes. Por ejemplo un tratamiento de la figura de la familia como fuente de conflictos aterradores, que no es demasiado usual en el ámbito de la habitualmente conservadora televisión estadounidense. Aquí los fantasmas nacen del epicentro familiar, no son amenazas externas. Lo cual no deja de ser un punto de indudable interés, por lo novedoso y audaz que resulta.
Por lo demás, tampoco cuesta imaginar el impacto que en aquel momento (estamos hablando de principios de los ochenta) provocó el hecho de que uno de los niños del filme (en este caso la niña) sea presentada de la manera en que se hizo aquí. Digamos que choca un poco con la imagen que cualquier producto familiar y televisivo debería (sobre el papel) proyectar.
La película tiene sus puntos flacos. Es evidente que resulta bastante forzada la deriva anímica de los personajes en algunos momentos, ante hechos extremadamente dramáticos, igual que un cierto sentido del humor que en algunos pasajes se antoja metido con calzador. De la misma manera, el medio y la duración estandard impuesta provocan que el ritmo y la sucesión de acontecimientos discurran con excesiva rapidez, aligerando considerablemente la atmósfera. Tampoco Lang aporta una dirección que sobresalga de los parámetros establecidos, mostrando en todo momento un tono de telefilme imposible de disimular.
Eso sí, los momentos más terroríficos son tremendamente efectivos, cumpliendo con el cometido de inquietar. En ese aspecto, nada que envidiar a cualquier largometraje cinematográfico de nivel medio-alto. Lo mismo que las interpretaciones, absolutamente correctas, de profesionales con tanto bagaje como Valerie Harper, Ruth Gordon o Robert Webber, además del citado Dennis Weaver.
Con todo, tampoco sería justo elevar a los altares una película como ésta. Sin ir más lejos, no le llegaría a la suela de los zapatos al mencionado al principio filme de Spielberg. O sea que tampoco es que se trate de un hito de entre los telefilmes fantásticos tan habituales años atrás. Pero sí cumple perfectamente como entretenimiento disfrutable y más que digno.
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