domingo, 3 de agosto de 2008

"Wishmaster", de Robert Kurtzman


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Wishmaster"/ Dirección: Robert Kurtzman/ Guión: Peter Atkins/ Producción: Wes Craven/ Fotografía: Jacques Haitkin/ Montaje: David Handman/ Música: Harry Manfredini/ Efectos Especiales: David Waine/ Reparto: Tammy Lauren, Andrew Divoff, Robert Englund, Chris Lemmon, Wendy Benson-Landes, Tony Crane, Jenny O'Hara, Kane Hodder, Tony Todd, Ricco Ross, John Byner, George "Buck" Flower, Gretchen Palmer, Ted Raimi, Angus Scrimm y Reggie Bannister. USA. 1997. Color. 86'

Cuando se han acabado todas las ideas realmente originales, se hace necesario ingeniárselas para aparentar que se innova, aunque en realidad sea a base de un batiburrillo más o menos disimulado de elementos ajenos. Eso es, en esencia, lo que nos da "Wishmaster". Una disculpa en forma de largometraje para arrastrar al mismo público que "dio de comer" a los "pinheads", "freddykruegers" y demás criaturas cuya sombra se alargó interminablemente mientras fueran rentables.

"Wishmaster" hiede sobretodo a producto prefabricado y sin ninguna clase de personalidad. Aunque eso no impide que el hábil creador de efectos especiales y de maquillaje Robert Kurtzman (que últimamente ha seguido cultivando sus escasas habilidades tras la cámara) consiga una obra entretenidilla y que cumple como artefacto palomitero.

Lo que ocurre es que, del mismo modo que los últimos episodios de sagas como las de "Pesadilla en Elm Street" o "Hellraiser" habían convertido a sus personajes insignia en meros payasos que ni hacen gracia ni asustan siquiera a un niño de diez años, el Djinn de "Wishmaster" ya ostenta desde sus primeras apariciones ese carácter de gag andante, más humorístico que terrorífico. Así que la mano de Wes Craven se hace notar, pero desde la peor de sus facetas de creador.


El punto de partida argumental es mínimo: entidad diabólica procedente de tiempos pretéritos, que es reclamada en la actualidad de forma más o menos accidental y que tratará de sembrar el terror a base de sustos y efectismos diversos sobre los diferentes personajes y en especial la inevitable rubita protagonista. En otras palabras: el cine de terror moderno más comercial y hueco, en su máxima expresión.

¿Alicientes? Pues no muchos. Unos efectos especiales que fluctúan entre lo imaginativo y atractivo por un lado y lo digitalmente casposo por otro (bienvenidos a la década de los noventa). Hay tal cantidad de unos y de otros, que al menos en eso, el espectador difícilmente quedará defraudado, si es su demanda principal. El ritmo es generoso y trepidante, seguramente en exceso. En todo caso, si se entra en el juego, no hay aburrimiento posible. También tenemos la presencia testimonial de un Robert Englund sin caracterización ni maquillajes, si es que eso puede representar un aliciente para alguien, a estas alturas. Incluso andan por ahí Reggie Bannister y Angus Scrimm (ambos célebres por "Phantasma").

El filme presenta una estructura previsible y académica, dentro de esta clase de productos, pero que curiosamente se inicia con un prólogo lleno de intensidad y de un carácter bastante más prometedor de lo que a la postre terminará ofreciendo. Sobretodo porque dicho pasaje inicial muestra un tono más serio y adulto, aún dentro de su caótico y frenético aspecto, que el que veremos después. Tampoco ayuda que el actor que interpreta al Djinn (Andrew Divoff) sea una nulidad total, a pesar de su gran experiencia televisiva.

El propio Kurtzman demuestra tener muy poco que decir como creador, cuando se nutre tan descaradamente de fuentes ajenas y diversas. Aparte de las mencionadas al principio, también se las ingenia para "saquear" el subgénero de las pelis de museos de cera, por ejemplo en un tramo final tan colorista como risible. Aunque ahí parte del "mérito" es también del guionista Peter Atkins (autor de varias de las espantosas secuelas de "Hellraiser"). E incluso se permiten el lujo de introducir un guiño a "El Exorcista", en forma de frase de guión tan fuera de lugar como metida con calzador. Ofensiva en verdad. Pazuzu sí que era un demonio con pelotas, no este Djinn que parece salido de una atracción de Eurodisney.


En definitiva, un pasatiempo para ver y olvidar, que como tal cumple con cierta corrección, pero que en ningún caso poseía los mimbres necesarios como para iniciar la enésima saga que ha venido detrás. De todo lo cual se deduce que si en algún momento el nombre de Wes Craven era una garantía de algo (positivo), de unos años para acá se ha convertido en una referencia a evitar a toda costa.

1 comentario:

Igor Von Slaughterstein dijo...

Realmente muy floja esta peli, que vi en el cine en su día y de la que no recuerdo practicamente nada!!! Ni siquiera el cameo de Robert Englund, lo cual es triste.

Solo recuerdo vagamente que fue un intento inútil de crear un nuevo icono del terror, pero con un personaje tan falto de carisma que no creo que sea recordado por mucha gente.

Saludos.