lunes, 28 de septiembre de 2009

"La trampa de la araña", de Janet Greek


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Spellbinder"/ Dirección: Janet Greek/ Guión: Tracy Tormé/ Producción: Brian Russell y Joe Wizan/ Fotografía: Adam Greenberg/ Montaje: Steve Mirkovich/ Música: Basil Poledouris/ Diseño de Producción: Rodger Maus/ Reparto: Tim Daly, Kelly Preston, Rick Rossovich, Audra Lindley, Anthony Crivello, Diana Bellamy, Cary-Hirouki Tagawa, James Watkins, Kyle T. Heffner, M.C. Gainey. USA, 1988. Color. 95'

¿Filme o telefilme? Se trata de una de esas producciones que, por su apariencia, parecen cabalgar a lomos de ambos soportes. En todo caso, se trata de una obra modesta. Y tal vez por eso, por su carencia de pretensiones de fondo, se ve con cierto agrado.

Porque lo cierto es que "La trampa de la araña" no nos ofrece nada nuevo ni llamativo, ni siquiera nada excesivamente bueno. Sin embargo, el trío de artífices femeninas del invento (Janet Greek tras la cámara, Tracy Tormé en el guión y la guapísima Kelly Preston como prota) logran construir un artefacto agradable a la vista.

Chico conoce a chica, chica es acosada por un pasado de reminiscencias satánicas y chico tratará de proteger a la chica y a sí mismo de ese pasado, cada vez más presente y más contundente.

Por lo demás, mismos esquemas que ya encontrásemos en las clásicas "El hombre de mimbre" o "La semilla del Diablo", con satanistas de la tercera edad y muy mala baba, situaciones más o menos previsibles y un desenlace que, no por menos esperado, deja de ser apreciablemente regocijante.


El sosaina Tim Daly ejerce a la perfección como "guaperas pero pánfilo" que se ve arrastrado por unos acontecimientos que no puede controlar. Y la galería de secundarios, con rostros bastante anónimos, pero con indudable gancho, como Audra Lindley (suya es una de las secuencias más conseguidas de la peli) conforman un elenco igualmente efectivo para el filme.

No encontraremos en "La trampa de la araña" efectos especiales de impactante factura, o sanguinolencia más o menos llamativa. Se trata más bien de dejarse llevar por la narración con la misma indolencia y el mismo afán de entretenimiento con que uno se enfrenta a un pequeño pero distraído relato de terror. De esos que no te cambian la vida, pero que te hacen pasar un rato agradable.

En tiempos en los que el efectismo y la ausencia total de imaginación dentro del género lo son casi todo, casi se agradecen productos como éste, en los que prima lo narrativo por encima de todo lo demás.

Es más, si en lugar de estar hablando de un largo de finales de los ochenta, lo estuviésemos haciendo de un telefilme de los setenta, seguramente podríamos llegar a situar la película de Janet Greek a un nivel similar al de los "clásicos" de la pequeña pantalla estadounidense de cineastas como Curtis Harrington.