miércoles, 31 de diciembre de 2008

"El Barón del Terror", de Chano Urueta


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "El Barón del Terror"/ Dirección: Chano Urueta/ Guión: Federico Curiel y Andolfo López Portillo/ Producción: Abel Salazar/ Fotografía: José Ortiz Ramos/ Montaje: Alfredo Rosas Priego/ Música: Gustavo César Carrión/ Efectos Especiales: Juan Muñoz Ravelo/ Reparto: Abel Salazar, David Silva, René Cardona, Rosa María Gallardo, Federico Curiel, Miguel Brillas, Carlos Nieto, Luis Aragón, Germán Robles, Rubén Rojo. México, 1962. B/N. 77'

Antes de que en España el Fantaterror hiciese su irrupción gracias a filmes como "La marca del hombre lobo" y algún otro a finales de los sesenta, los mexicanos ya llevaban varios años con las pilas puestas. Hasta el punto de haber dado lugar a un puñado de auténticos especialistas en el género, entre los cuales destacaba Chano Urueta, siendo esta "El Barón del Terror" una de sus muestras más reconocidas y celebradas.

El punto de partida no puede ser más delirante y más atractivo: un brujo aristócrata ajusticiado en época de la Inquisición reaparece cientos de años después (tras la pertinente maldición a la descendencia de sus verdugos) a bordo de un cometa que pasaba por allí para llevar a cabo su venganza, tomando la forma de una especie de demonio-jabalí con una lengua bífida y taladrante que, para más inri, disfruta paladeando los cerebros extraídos a sus víctimas.

Todo ello, narrado con una impecable fotografía en blanco y negro, escenarios de cartón piedra y elenco integrado por un variopinto grupo de (en general) actores más bien discretos, entre los que destacan Federico Curiel (asimismo director de otros muchos filmes fantásticos), René Cardona (ídem) o la guapa Rosa María Gallardo.


Lo mejor que puede decirse de esta película, que no es poco, atañe a su indudable condición de producto "kitsch" y como tal, a su factura de serie B, realizada con una exquisita mano artesanal. Del mismo modo que cualquier criatura extraterrestre y/o puramente terrorífica del cine estadounidense de los años 50, el carácter cutre y a la vez entrañable del "monstruo" que aparece aquí, resulta del todo irresistible.

Pero no nos engañemos, detrás de esa apariencia tirando a risible (a día de hoy, por supuesto) se esconde una obra impecablemente narrada. Con toda la sabiduría de un cineasta que domina los resortes del terror clásico y que sabe darle al público de entonces, que en el fondo no debía ser muy distinto del actual, la clase de historias capaces de hacerles disfrutar y pasar un rato entretenido.

Por otro lado, de la misma forma que destacamos la escasez patente de medios en la película, hay que valorar en su justa medida el buen aprovechamiento de los mismos, hasta el punto de que resulta casi imposible no simpatizar con este tipo de filmes, a los que el calificativo de "entrañables" es el que mejor le sientan.

domingo, 28 de diciembre de 2008

"Bone Sickness", de Brian Paulin


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Bone Sickness"/ Dirección, Guión, Producción, Montaje y Música: Brian Paulin/ Reparto: Darya Zabinski, Brian Paulin, Kevin Barbare, Griff Brohman, Brian Declercq, Rich George, Ernest Hutcherson, Lorna Hutcherson, Ruby Larocca, Anthony Menna, Cristopher P. Reilly. USA, 2004. COLOR. 98'

Uno de esos casos en que la ficha artística se la podría ahorrar uno. Porque el amiguete Brian Paulin es el artífice máximo de la película en casi todos los aspectos. Para bien y para mal. Es lo que tienen las creaciones de estas características, hechas con cuatro duros y recurriendo a "subvenciones" de los familiares y amigos, en forma de préstamos diversos a fin de que el proyecto salga adelante, tarde lo que tarde (en este caso, dos añitos de nada).

"Bone Sickness" es una serie Z que (por suerte, o por desgracia) no se avergüenza de ello. De hecho, aunque lo hiciera, tampoco variaría nada el resultado. Una trama casi inexistente acerca de la enfermedad misteriosa de un joven que requiere ser combatida con productos extraídos de discutibles fuentes (huesos humanos) y que se acabará saliendo de madre constituyendo la excusa perfecta para el consiguiente desfile de zombies cutres, gore a mansalva y toda clase de desvaríos.


Se trata pues, de un filme totalmente amateur, con interpretaciones que de tan patéticas resultan simpáticas (diría que en todo el reparto no hay ni un solo actor profesional). Y que al mismo tiempo, precisamente por ese carácter desprejuiciado y bisoño, acaba viéndose con una necesaria complicidad. O eso, o apagarla a los cinco minutos, claro. Ver "Bone Sickness" supone adquirir la certeza de que cualquier aficionado al terror más casposo puede convertirse en director de cine. Y eso mola. Supongo. ¿O no tanto? ¿Tal vez sólo cuando tienes quince años? ¿O ser aficionado al terror casposo implica que te ha de gustar TODO por narices para siempre jamás?

Lo que aquí se plantea es hasta qué punto una obra que no es más que el fruto de un hobby como el que cualquiera de nosotros podríamos poner en práctica con un grupo de colegas y familiares, y pertrechados con un par de cámaras, es suficiente como para constituir una creación artística distribuida para el consumo general, o para merecer una edición en DVD. Es como pretender que la filmación de la boda de un primo segundo pueda interesar a alguien más. ¿Alguien sería capaz de comprarla y de disfrutar con ella? Pues más o menos. Olvidémonos momentáneamente del género.

Porque ya no se trata de la falta de medios. De hecho, aquí existen los suficientes como para regalarnos un buen número de momentos sanguinolentos y francamente desagradables, dignos del gore más potente. Es más bien una cuestión de alarmante falta de capacidad artística. Que es lo que a la postre acaba prevaleciendo. Uno ve los primeros trabajos de gente como Sam Raimi o Peter Jackson y se ríe con la "cutrez" de todo ello, pero al mismo tiempo se da cuenta de que tras esas propuestas hay gente con un talento incipiente.


En el caso del regordete Brian Paulin, mucho nos tememos que si algún día pretende (en serio) dedicarse al asunto cinematográfico, lo lleva más crudo que los intestinos hechos con morcilla de Burgos que se comen sus zombies. El cine no es (o no debería ser) únicamente cuestión de voluntad y de echarle morro. Ni siquiera el cine de terror. Más que nada porque es hacerle un flaco favor, como género.

sábado, 27 de diciembre de 2008

"Red", de Trygve Allister Deisen y Lucky McKee


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Red"/ Dirección: Trygve Allister Deisen y Lucky McKee/ Guión: Stephen Susco sobre la novela de Jack Ketchum/ Producción: Steve Blair, Norman Dreyfuss y T.A. Deisen/ Fotografía: Harald Gunaar Paalgard / Montaje: Jon Endre Mork/ Música: Soren Hyldgaard/ Dirección Artística: Danielle Clemenza/ Reparto: Brian Cox, Tom Sizemore, Noel Fisher, Kyle Gallner, Shiloh Fernández, Marcia Bennett, Lauren Birkell, Amanda Plummer, Robert Englund, Keith Buterbaugh, Kim Dickens, Jesse Hlubik, Ashley Lawrence. USA, 2008. COLOR. 93'

Un individuo de cierta edad se dispone a pasar una tarde agradable pescando en compañía de su fiel (y ya anciano) perro, hasta que un trío de indeseables jovenzuelos irrumpan para desencadenar el drama, matando al pobre chucho y sumiendo al hombre en un gran dolor que provocará su sed de justicia y de venganza.

En principio, un argumento así, sobretodo procediendo (como es el caso) de una novela escrita por el polémico Jack Ketchum ("La chica de al lado"), parecería proclive a dar lugar a una obra llena de violencia y sangre. Y sin embargo, lo que Allister Deisen y McKee (ignoro en qué medida es responsable cada uno del filme) plasman aquí es un tratamiento mucho más introspectivo y dramático de ese planteamiento, aún sin obviar momentos de tensión.

El personaje protagonista está interpretado por ese grandísimo actor que es Brian Cox. El típico caso de actorazo que cualquier día alguien "descubrirá" (el intérprete escocés lleva muchos años dando muestras de su talento, sin apenas reconocimiento a nivel masivo) y que aquí nos brinda otro soberbio trabajo, en esta interpretación que prácticamente sostiene toda la película, pese a la fugaz presencia de rostros tan conocidos como los de Tom Sizemore, Amanda Plummer o el inefable Robert Englund.


Como ha quedado dicho, el tratamiento de la historia resulta de una naturaleza casi más discursiva y antropológica, que imbuida de los clásicos esquemas del subgénero de las "venganzas". En este caso, asistimos al drama, a la impotencia y a la rabia que suscita un acto cobarde y gratuito, así como a las consecuencias de dicho acto, en la piel de quienes han tenido algo que ver en él, directa o indirectamente.

Como opción narrativa, no sólo es válida, sino que podría calificarse de valiente. Lamentablemente, sólo funciona a medias. Así, tras un inicio lleno de fuerza, aunque tal vez algo precipitado, el nudo narrativo adolece de cierta atonía. Mientras, el espectador asiste al devenir de los acontecimientos, sin saber del todo si está ante un filme de carácter humanista, o bien ante la enésima trama de personaje agraviado que se cobra una sanguinaria venganza por sus propios medios.

Una vez la primera opción es la que parece haberse impuesto definitivamente, nos encontramos casi de improviso con el desenlace de la historia, que de nuevo se revela aceptablemente narrado, pero que tras finalizar, nos deja esa sensación de producto no del todo definido y/o acabado. Que, aún poseyendo una innegable potencialidad, no termina de aprovechar todas sus posibilidades, a pesar de su tono realista y su correctamente conseguida transmisión de carga dramática.

Eso sí, aunque sólo sea por el factor Brian Cox, vale la pena el visionado de la película. Uno de esos trabajos que posiblemente pasarán sin pena ni gloria y que, sin ningún género de duda, sirve para engrandecer una trayectoria injustamente ignota.

jueves, 25 de diciembre de 2008

"La sustituta", de Ole Bornedal


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Vikaren"/ Dirección: Ole Bornedal/ Guión: Henrik Prip y O. Bornedal/ Producción: Michael Obel/ Fotografía: Dan Laustsen/ Montaje: Thomas Krag/ Música: Marco Beltrami/ Efectos Visuales: Daniel Silwerfeldt/ Reparto: Paprika Steen, Ulrich Thomsen, Jonas Wandschneider, Nikolaj Falkenberg-Klok, Emma Juel Justesen, Mollie Maria Gilmartin, Josephine Gents, Emma Claudia Sondergaard, Jacob Fals Nygaard, Andreas Gram Nielsen, Mathias Peter Kjaer. Dinamarca, 2007. COLOR. 88'

¿Y quién es este tío? Pues el mismo que dirigió con notable éxito en su Dinamarca natal aquel entretenido y curioso thriller terrorífico llamado "El vigilante nocturno", que después "remakeó" a petición de la industria hollywoodiense, contando para ello con intérpretes del calibre de Ewan McGregor, Nick Nolte y Patricia Arquette. El remake, titulado por aquí "La sombra de la noche" también le quedó medianamente aceptable.

El caso es que, desde entonces, (y ya hace cosa de diez años de aquello), apenas habíamos vuelto a saber nada de Bornedal. Hasta que el año pasado volvió con otra obra, como la que hoy nos ocupa, que sin llegar a alcanzar el buen nivel de la peli antes citada, sí es un filme simpático y con los suficientes ingredientes como para convertirlo en un digno pasatiempo.


Además del nombre del director, otra figura que rápidamente llama la atención es la de la protagonista, Paprika Steen. Esa rubia nórdica con nombre de especia, a la que en los últimos años hemos visto asociada irremisiblemente al celebérrimo movimiento Dogma, en diversas apariciones dentro de obras tan importantes como "Los idiotas", "Celebración", etc. Lo cierto es que se trata de una actriz magnífica. Y en un producto como "La sustituta" su presencia se convierte en uno de los principales puntos de atención.

Una profesora "sustituta" procedente del espacio exterior, así como suena. Que se hará cargo de la labor pedagógica dentro de un colegio, convenientemente poseída de un cuerpo humano. A pesar de ello, los alumnos enseguida captarán la naturaleza extraña de la nueva maestra, a partir de su comportamiento innecesariamente cruel y rudo, carente de toda corrección. Todo ello en contra de las opiniones de sus padres y de los demás profesionales del centro educativo, para quienes la nueva profesora es una intachable profesional.

Ante tan delirante argumento, que casi parece nacido de cualquier serie B de los años cincuenta, Bornedal construye un artefacto que aúna comicidad y fantasía, utilizando para ello una estética bastante trabajada y una puesta en escena que, aún siendo rabiosamente moderna, por lo menos no resulta estridente. Los aspectos cómicos son los que a la postre hacen que el filme resulte más válido, puesto que algún otro ingrediente, como una pretendida subtrama dramática que afecta al chaval co-protagonista, no funciona como tal en ningún momento. Del mismo modo, la propia naturaleza terrorífica de la propuesta tampoco alcanza el suficiente nivel como para dejar ninguna huella especial, más que nada por el tono casi paródico y de trazo grueso que predomina, así como por la utilización de unos (por fortuna escasos) efectos digitales francamente cutres.


En ese sentido, se asiste con regocijo al hecho de que uno de los motivos para que la entidad alienígena en cuestión se haya decidido a bajar a la Tierra sea la incapacidad para sentir amor y empatía por sus semejantes, circunstancia que produce toda clase de efectos hilarantes en la relación de la profesora-cosa con sus alumnos, así como con los inocentes adultos que nada raro sospechan.

Así pues, se trata de asistir al visionado de "La sustituta" con el espíritu de disponerse a ver una comedia fantástica, antes que ninguna otra cosa. Si se va con esa expectativa, puede pasarse un rato distraído, sobretodo disfrutando de la vis cómica de Paprika Steen, a la que hasta ahora estábamos más acostumbrados a ver en papeles mucho más graves y circunspectos.

lunes, 22 de diciembre de 2008

"Terror en el tren de medianoche", de Manuel Iglesias


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Terror en el tren de medianoche"/ Dirección: Manuel Iglesias/ Guión: Antonio Fos y M. Iglesias/ Fotografía: José Luis Alcalde/ Música: Manuel Iglesias/ Reparto: Rafael Hernández, Mari Paz Pondal, José Riesgo. España, 1980. COLOR. 77'

He aquí una modesta y simpática muestra de fantaterror (algo tardío ya) español. Dirigida por el poco prolífico y escasamente conocido Manuel Iglesias y con presencia en el guión del sí mucho más habitual Antonio Fos, ocasional colaborador de cineastas totalmente integrados en el "movimiento", como Eloy de la Iglesia, Paul Naschy o Leon Klimowsky.

Se trata de un más o menos tradicional cuento de fantasmas ubicado en una pequeña población de la España interior (se supone que hacia el norte) en la cual un buen día el jefe de estación del lugar asiste a la fantasmagórica aparición de un tren del que nadie parece tener noticia, justo cuando dan las doce y acaba de morir alguien dentro del pueblo. Una pizpireta camarera (ocasional pareja del protagonista) será también testigo del extraño acontecimiento.

Rafael Hernández es quien interpreta al jefe de estación. Un ilustre secundario de nuestro cine al que hemos visto en multitud de productos de toda índole, cinematográficos, televisivos y teatrales. Aquí despliega su solvencia para encarnar a un personaje perfectamente creíble, por su escaso nivel de sofisticación. Lo mismo puede decirse del escaso reparto que le acompaña, del cual cabe destacar a Pepe Riesgo (otro secundario de toda la vida) en la piel del cura del pueblo, que ejerce de colega y apoyo amistoso al personaje principal.


La película es imperfecta y modesta, pero simpática. Recoge de algún modo la tradición legendaria de autores como Bécquer, Pedro Antonio de Alarcón o Emilia Pardo Bazán, en el sentido de ubicar sus historias en escenarios rurales, introduciendo aspectos costumbristas muy reconocibles para nosotros, alejándose de la tendencia habitual del fantaterror hispano de situar su radio de acción en entornos más "internacionalistas", por así decirlo. En ese sentido, resulta apropiada y correcta la ambientación y la puesta en escena, empezando por el hecho de utilizar un elemento tan recurrente y presente en la vida de los españolitos de la época, como era el ferrocarril.

Seguramente las deficiencias más acusadas del filme cabe achacarlas a alguna que otra incongruencia en el guión. Pero por lo demás, se trata de un producto tan inofensivo y olvidable como disfrutable para los amantes completistas del terror hispano más arraigado y que no planteen demasiadas exigencias. Se trataría más apreciarla como satisfactoria curiosidad, que como aportación de verdadera enjundia. A pesar de ello, cabe destacar la esforzada atmósfera de algún momento puntual, como el clímax final, o alguna de las secuencias nocturnas.

De ninguna forma nos hallamos ante una de esas obras capitales que tan buen nombre han dado al género dentro de nuestro país, pero tampoco se trata de uno de aquellos subproductos cochambrosos que de vez en cuando también se colaban de rondón con la excusa de que el fantástico en la piel de toro estaba de moda y que a la postre solían presentar bastante más preocupación a la hora de mostrar carnes femeninas, que de narrar un auténtico relato de horror. En ese sentido, es de agradecer a Iglesias que no sucumba a dicha tendencia y se limite a lo esencial, por muy modesto que sea el resultado.

domingo, 21 de diciembre de 2008

"Los Cronocrímenes", de Nacho Vigalondo


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Los Cronocrímenes"/ Dirección y Guión: Nacho Vigalondo/ Producción: Eduardo Carneros/ Fotografía: Flavio Martínez Laviano/ Montaje: José Luis Romeu/ Música: Eugenio Mira/ Dirección Artística: José Luis Arrizabalaga/ Efectos Especiales: José María Meneses/ Reparto: Karra Elejalde, Nacho Vigalondo, Bárbara Goenaga, Candela Fernández, Juan Inciarte. España, 2007. COLOR. 88'

Partiendo de la base de que hacer cine de género (fantástico, en este caso) no está del todo bien visto en un país como éste, en el que todavía hay un buen número de desorientados que separan el cine "serio" del "otro", situando el fantástico en ese segundo compartimento, resulta muy agradable asistir a la actual irrupción de nuevos cineastas interesados en el terror o la ciencia ficción. Especialmente en esta última variante, no son demasiadas las muestras que el cine español nos ha brindado.

Pero Nacho Vigalondo, después de su triunfal aparición en el mundo de los cortos, elige dicho género para su primer largo. Y lo hace con magnífico resultado. Demostrando no sólo que hay talento, sino también que no es necesario un presupuesto exagerado o contar con medios abundantes, a la hora de contar una buena historia, creíble y consistente.

Esto último hace muchos años que debería estar fuera de toda duda, pero como el tema de la falta de presupuesto es una "excusa" bastante recurrente, a la hora de justificar la falta de obras de evasión en nuestro cine, pues está muy bien que películas como ésta hagan callar algunas bocas.


Yendo al grano: "Los Cronocrímenes" no cuenta nada que no hayamos visto antes, en distintas aproximaciones, tanto literarias como cinematográficas: los viajes en el tiempo y, sobretodo, las paradojas temporales. Aunque, ni que decir tiene, en el ámbito del cine español sí es una apuesta novedosa, hay que significar que también lo es (en cierto grado) el casi minimalista tono empleado por Vigalondo. Y es que, a diferencia de obras pantagruélicas, con abundancia de efectos como las que suele brindarnos el modelo estadounidense (cosas tan justitas como "Frequency" o "El efecto mariposa" o tan directamente infumables como "El sonido del trueno"), aquí encontramos un tratamiento mucho más modesto y directo, pero por contra, terriblemente efectivo y redondo.

El personaje interpretado por Karra Elejalde (un Elejalde adecuadamente contenido para la ocasión) asiste a la accidental irrupción de una paradoja temporal en su propia vida, narrada de un modo que recuerda a las historias más clásicas del género. Y es que no resulta descabellado pensar en similares situaciones dentro del cine clásico, en que el protagonista, un tipo normal y corriente, situado en un entorno plenamente cotidiano y reconocible, se veía sumergido, sin comerlo ni beberlo, en lo extraño y ominoso ("El increíble hombre menguante", "La invasión de los ladrones de cuerpos"...)

En este caso, uno de los evidentes aciertos de Vigalondo es la capacidad para situar su obra en un entorno realista, con una puesta en escena alejada de artificios rocambolescos, lo cual otorga al filme un aspecto de creíble pesadilla a la luz del día, francamente logrado. Del mismo modo, el carácter repetitivo de los elementos de la trama, también es tratado con innegable acierto. No en vano, asistimos a una repetición de acontecimientos, variando puntos de vista e introduciendo pequeñas variantes, pero que lejos de resultar cansinas, hacen avanzar el relato de un modo que denota gran mimo a la hora de construir el guión.

Es ahí donde Vigalondo triunfa en mayor medida. Ya que no tenemos una historia rabiosamente original ("Primer" acude de un modo instantáneo a la mente), sí queda el necesario reto de pergeñar un guión sin fisuras. Circunstancia plenamente conseguida. Lástima que el guionista y director no sea capaz de reconocer su limitado talento interpretativo, reservándose un papel secundario pero importante, que denota dicha falta de capacidad, en lo que, con toda seguridad, es el mayor defecto de la peli.


Aún así, no se le puede restar al autor del divertidísimo y brillante "7,35 de la mañana", un aplauso a todas luces merecido en cuanto a la factura final de esta ópera prima. Una película que contenta tanto a cualquier aficionado más o menos iniciado dentro del género, como a quien se aproxima por primera vez a una historia de estas características, gracias a la pulcra y diáfana narración. Del mismo modo, mención extra para un buen número de hallazgos visuales (algunos lindando con lo terrorífico) dentro del filme, entre los cuales cabe resaltar ese estupendo plano final.

martes, 16 de diciembre de 2008

"El Grito", de Jerzy Skolimowski


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "The Shout"/ Dirección: Jerzy Skolimowski/ Guión: Michael Austin y J. Skolimowski, basado en la obra de Robert Graves/ Producción: Michael Austin y Jeremy Thomas/ Fotografía: Mike Molloy/ Montaje: Barry Vince/ Música: Banks & Rutherford/ Dirección Artística: Simon Holland/ Reparto: Alan Bates, John Hurt, Sussannah York, Tim Curry, Robert Stephens, Jim Broadbent, Julian Hough, Carol Drinkwater, John Rees. Reino Unido, 1978. COLOR. 82'

Cuando uno se pone a buscar calificativos que casen con las sensaciones que transmite una película determinada, en ocasiones tarda en encontrarlos, otras veces le vienen varios juntos a la cabeza. Y en algunos casos, como aquí y ahora, rápidamente acude el calificativo apropiado. Aquél que encierra todo lo que cabe decir en primer término para ilustrar aquello que quiere. Pues bien, si un adjetivo cabe atribuir a este filme es, sin lugar a dudas, el de "curioso".

Una curiosidad en toda regla, porque se trata de una película ciertamente peculiar. A pesar de encontrar en ella concomitancias con otros filmes (pocos), lo particular de su trama y desarrollo, la convierten en una obra a todas luces singular. De hecho, si se la puede incluir dentro del género fantástico es, más que por entrar de lleno dentro de esos parámetros, por escapar a la mayoría de géneros restantes. Es decir, casi por eliminación.


Alan Bates interpreta a un individuo misterioso, con aspecto de vagabundo, que irrumpe en la vida de un joven matrimonio, con un extraño comportamiento y no menos extrañas historias sobre su pasado y circunstancias vitales. Dicho matrimonio, formado por los magníficos John Hurt y Sussannah York, se verá trastocado por la influencia del sujeto en cuestión, así como por la suma de acontecimientos que se irán desencadenando. Al mismo tiempo, en paralelo, la narración del propio personaje, durante su estancia en un sanatorio para enfermos mentales.

¿Puede tener un grito humano la capacidad de matar?, ¿puede un hombre, convenientemente versado en las artes correspondientes, ser capaz de provocar la muerte de otro con la sola capacidad de su mente? Efectivamente, a pesar de la evidente dificultad para clasificar la película, vemos que presenta rasgos claramente emparentados con el género terrorífico. Y de hecho, si se puede decir así, tal vez por las alusiones a un país como Australia, hay algo en "El Grito" que nos hace recordar otra película (muy cercana en el tiempo a ella) llamada "La última ola", dirigida por Peter Weir, en la que los elementos antropológicos adquirían un protagonismo similar.

En todo caso, el filme de Skolimowsky va por libre. Hay antropología, como en la citada obra de Weir, hay locos (que no parecen serlo tanto, en realidad) como en "Alguien voló sobre el nido del cuco", por ejemplo. Pero no podemos hablar de una obra que recuerde a casi ninguna otra. Y eso, aunque no sólo eso, la convierte en algo especial. No sólo eso, porque también brilla un elenco de actores, encabezados por el magnífico Bates en una modélica composición de ese trotamundos/chamán, igualmente inspirado. Además de los mencionados John Hurt y Susannah York, también andan por ahí Tim Curry, Jim Broadbent, Robert Stephens y otros destacados intérpretes británicos, que siempre son garantía de calidad.

Asimismo, secuencias como la que ilustra la acción del "grito" propiamente dicho y alguna otra, están llenas de talento y poder sugestivo, pese a su aparente economía de artificios visuales, más allá de algún encuadre audaz o plano muy de la época (estamos en la segunda mitad de los setenta, como decíamos antes).


Por cierto, hablando de la época, también hay que hacer mención al interesante uso de la banda sonora (en algunos momentos no estrictamente musical) pergeñada por dos de los miembros fundadores de la banda Genesis, en clara consonancia con algunos aspectos argumentales de la cinta.

Con todo ello, no debe resultar extraño que "El Grito" se hiciese con el Gran Premio del Jurado en Cannes, así como obtuviese una merecida nominación al mejor director para el polaco Skolimowsky, autor asimismo del guión, basado en un texto del prestigioso Robert Graves.

En definitiva, una obra interesante, distinta a casi todo, de esas que muy de vez en cuando barajan el género con el cine de autor y, en definitiva, muy adecuada para quienes buscan historias que se salgan de lo común y gusten de asumir ciertos riesgos desde su butaca de espectadores.

lunes, 15 de diciembre de 2008

"Fast Food Killer", de Brendan Cowles y Shane Kuhn


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Drive Thru"/ Dirección y Guión: Brendan Cowles y Shane Kuhn/ Producción: Matt Milich, Chris Sievernich y Martin Wiley/ Fotografía: Vincent E. Toto/ Montaje: Daniel R. Padgett/ Música: Ralph Rieckerman/ Efectos Especiales: Torrence Hall/ Reparto: Leighton Meester, Nicholas D'Agosto, Melora Hardin, Lola Glaudini, Larry Joe Campbell, Van de la Plante, Penny Badgley, Sita Young, Rachael Bella, John Gilbert. USA, 2007. COLOR. 83'

De estos metros de celuloide malgastado son culpables unos tales Brendan Cowles y Shane Kuhn. Por lo visto, para esta ópera prima (un bodrio en toda regla) han sido necesarias cuatro manos y dos cerebros, presumiblemente porque uno resultaba incapaz de albergar tamaña cantidad de despropósitos juntos.

La cosa va de un payaso de esos que se utilizan como mascotas y figuras reconocibles de los lugares de comida basura, que a ritmo de death metal machacón, se dedica a cortar en trocitos a los pobres incautos que se topan con él. Una especie de Ronald MacDonald aficionado a los instrumentos afilados, para entendernos, que se hace llamar "El payaso cachondo" (qué sutil).

El tal payaso cachondo/asesino ni siquiera es una imagen novedosa para los filmes de terror, más bien al contrario. Pero es que aquí ni siquiera podemos hablar de un payaso con atributos más o menos siniestros, puesto que la máscara impertérrita del asesino no permite ni siquiera un mínimo juego facial, o un gesto amenazador. Es un señor con careta y punto. Los asesinatos están filmados a ritmo de videoclip con la exasperante manía actual de acelerar tontamente la acción, seguramente a fin de paliar las carencias de la puesta en escena.


El apartado interpretativo no es menos pobre, integrando el elenco un buen número de intérpretes sin ninguna capacidad. Y de hecho, la propia trama de fondo, la que justifica la acción del maníaco, no es más que la enésima historia de "venganza-contra-los-responsables-de-una-humillación-presuntamente-olvidada" que hemos visto millones de veces.

No tengo nada en contra de los ejercicios nostálgicos de revivalismo. Y en los últimos años hemos asistido a alguno que otro, no del todo pedestre. Pero en este caso, no sólo cabe decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, sino directamente afirmar que el más torpe de los slashers ochenteros (y mira que hubo slashers insoportablemente torpes) le daba bastantes vueltas a esta "Fast Food Killer". Con el agravante de que encima, los señores Cowles y Kuhn nos "regalan" todos y cada uno de los tics más irritantes del actual cine adolescente en esta puesta al día del cine que (presumiblemente) disfrutaron cuando ambos tenían aquella edad. En otras palabras: lo peor de los ochenta y de los noventa, todo junto. ¿Quién da más?

Es uno de esos casos en los que da la sensación de que a la hora de facturar la película, en lugar de perder diez o quince minutos planificando, alguien ha tirado de un recetario anticuado, poniendo en marcha de manera mecánica toda la suma de ingredientes (a cual más tópico y recurrente) en forma de incongruencias narrativas, personajes ridículos, etc. sin el más mínimo rubor. Y, ni que decir tiene, sin la más mínima gracia. Que nadie pierda una hora y veinte minutos de su vida con esto, o lo lamentará.