miércoles, 29 de octubre de 2008

"Reflejos", de Alexandre Aja


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Mirrors"/ Dirección: Alexandre Aja/ Guión: Gregory Levasseur y A. Aja sobre la película de Sung Ho Kim/ Producción: Marc S. Fischer, Andrew Hong y A. Aja/ Fotografía: Maxime Alexandre/ Montaje: Baxter/ Música: Javier Navarrete/ Efectos Especiales: Jason Troughton/ Reparto: Kiefer Sutherland, Amy Smart, Paula Patton, Cameron Boyce, Erica Gluck, Mary Beth Pail, John Shrapnel, Jason Flemyng, Tim Ahern, Julian Glover, Josh Cole, Ezra Buzzington. USA/Rumanía, 2008. Color. 107'

La última película estrenada de Aja es una "orientalada" en toda regla. Con todo lo que de cinematográficamente despectivo tiene el calificativo, si se trata de describir producciones clónicas y elaboradas a piñón fijo. Independientemente de que se trate de un remake sobre un filme coreano, y es que total, tampoco nos vamos a escandalizar por otro remake más, es porque el cineasta francés se muestra incapaz de ir más allá del modelo propuesto. De manera que su mano no es que no se note, es que parece que ni siquiera existe.


Muy lejos queda el Aja de "Alta tensión" o el del (esta vez sí) modélico remake de "Las colinas tienen ojos". Aquí, por mucho protagonista de relumbrón que encontremos (un Kiefer Sutherland cada vez más estigmatizado por la sombra de Jack Bauer), trama y sobretodo desarrollo adolecen de todos los tics del peor y más mimetizado cine de horror oriental facturado en serie.


Si por lo menos Aja se estuviese sirviendo del modelo de propuestas tan estimulantes como la también coreana "Dos Hermanas", seguramente el resultado habría sido distinto. Pero en "Reflejos", no merece la pena buscar atmósfera, ni tensión contenida. Aquí la narración carece de cualquier asomo de intensidad real. Porque empezar, seguir y terminar en el mismo nivel de efectismos y sustos gratuitos, no tiene nada que ver con imprimirle a la película un ritmo adecuado que pueda calar en el espectador. Es más bien, todo lo contrario. Una invitación a distanciarse a medida que transcurren los minutos.

A priori Sutherland era una buena opción para encarnar a ese tipo que trata de salir de un mal momento en su vida, con relaciones familiares desestructuradas y ánimo personal por los suelos. Pero Aja ni siquiera nos da tiempo para "encariñarnos" con él, puesto que de golpe y porrazo lo zambulle en las entrañas de la acción terrorífica más cansina y maniquea, con fantasmas que emergen desde detrás de los espejos y una investigación sobre los orígenes de los hechos poco o nada atractiva.

Y bueno, sí se encuentran un par o tres de momentos lindando con el gore que muestran la impronta cafre del director galo, pero no pasan de la categoría de meros guiños, que bien poco aportan a la obra en sí.

Lo que predomina en "Reflejos" es la sensación de permanente vulgaridad. De historia mil veces vista, ya sea en producciones de terror oriental, como en adocenados remakes hollywoodienses que no aportan absolutamente nada. Por no decir nada, no dice nada ni siquiera la pirotecnia visual de la parte final, hueca y que lejos de constituir un clímax, se ve con total indiferencia.


Teniendo en cuenta que la trayectoria de este cineasta llamado a ser la sensación del cine de terror occidental moderno (poco menos que eso) está formada básicamente por remakes declarados o adaptaciones sin declarar (la primera mitad de "Alta tensión" es un plagio en toda regla de una novela de Dean Koontz), o se empieza a espabilar rapidito, o su antaño emergente figura de creador novedoso y estimulante, va a quedar definitivamente ensombrecida y olvidada, con toda la razón.

martes, 28 de octubre de 2008

"Danza macabra", de Antonio Margheriti


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Danza Macabra"/ Dirección: Antonio Margheriti/ Guión: Sergio Corbucci y Giovanni Grimaldi/ Producción: Leo Lax y Marco Vicario/ Fotografía: Riccardo Pallotini/ Montaje: Otello Colangeli/ Música: Riz Ortolani/ Efectos Especiales: Enrico Catalucci/ Reparto: Barbara Steele, Georges Rivière, Margarete Robsahm, Arturo Dominci, Silvano Tranquilli, Sylvia Sorrente, Giovanni Cianfriglia, John Peters, Merry Powers. Italia/Francia, 1964. B/N. 86'

Seguimos sin movernos de la cinematografía transalpina. Pero hoy con un Clásico, con mayúsculas. Una de esas películas que deberían figurar sin asomo de duda en la galería de obras capitales del cine de terror facturado en Italia.

A pesar de que la trayectoria de Margheriti, especialmente en su última etapa, ha ido dando algún que otro bandazo, (por no hablar de una franca decadencia), en sus primeros años como cineasta nos regaló un puñado de excelentes muestras de cine fantástico. De entre ellas, "Danza macabra" es, posiblemente, la más destacada.

Un guión, en el que colabora Sergio Corbucci (conocido especialmente por sus euro-westerns), que presenta la audacia de convertir al mismísimo Edgar Allan Poe en uno de los personajes de la trama. Guiño para nada casual, puesto que la trama, de hecho, muestra todos los rasgos de las narraciones del escritor. Un periodista es desafiado por un aristócrata a pasar toda una noche en la vetusta propiedad de este último, con el mismo Poe como testigo, a cambio de diez libras y de la oportunidad para escribir un buen reportaje. El periodista se someterá a dicha prueba de valor, encontrando que la mansión presuntamente abandonada, en realidad se halla de lo más concurrida.


Entre los peculiares habitantes del lugar, la musa por excelencia del terror de aquellos años: Barbara Steele. Una Barbara Steele que pocas veces ha mostrado su particularísima belleza con tanto esplendor como aquí.

En realidad, el filme ya empieza de un modo portentoso. La llegada del periodista a una vieja tasca, la forma en que la cámara acompaña su descenso por las escaleras, con la voz de Poe que, poco a poco, se va haciendo presente mientras narra una de sus tétricas historias... todo ello nos sumerge ya desde el primer instante en esa atmósfera decadente y fantasmagórica, que no dejará de estar presente a lo largo de todo el metraje.

Una atmósfera que contagia el ritmo narrativo, pausado y medido. También muy marcada la larguísima secuencia del protagonista entrando en el castillo, primero a través del jardín y luego recorriendo las aparentemente desiertas habitaciones. Todo ello con la cadencia de un relato contenido y repleto de sugerencias. Al ya habitual cuidado visual que Margheriti imprime a sus obras de terror gótico, en esta ocasión en un exquisito blanco y negro, se le suma una partitura de Riz Ortolani que, sin lugar a dudas, se puede contar entre las mejores de su producción.


Estamos hablando de una época en que el género se mostraba en Italia, sino en todo su esplendor, sí en su irrefrenable ascenso. Todo esto se advierte palpablemente en el cuidado y el estilo de "Danza macabra". Desde su inicio, la forma en que se desarrolla la narración, cuyo ritmo va creciendo de manera paulatina, hasta desembocar en un maremágnum de situaciones terroríficas, al ritmo de una auténtica danza de la muerte. El pulso del director romano es magistral.

Por poner un (tímido) "pero" en el filme, se podría acudir a la discutible capacidad actoral de un intérprete como Georges Rivière. Curiosamente, una presencia como la suya, de rasgos netamente anglosajones (aunque de hecho, él sea francés), pero que acabaría imponiéndose casi como norma de estilo para el terror y específicamente el giallo facturados en Italia. En ocasiones, por muy bien vistos que estuviesen los actores rubios con ojos claros, no todos eran buenos actores. En el caso de Rivière, no podemos hablar de uno de los más dotados, desde luego.

Aún así, mínima tacha para una película que, si por algo merece permanecer en el recuerdo, es por sus abundantes virtudes. Que son aquéllas que sirven para colmar los paladares de cualquier aficionado al cine de terror clásico pasado por el genuino tamiz de los Grandes del género nacidos en el país de la pizza.

lunes, 27 de octubre de 2008

"Dark Waters", de Mario Baino


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Dark Waters"/ Dirección: Mario Baino/ Guión: Andy Bark y M. Baino/ Producción: Andy Bark y Victor Zuev/ Fotografía: Alex Howe/ Montaje: Rick Littler y M. Baino/ Música: Igor Clark/ Efectos de Maquillaje: Richard Field y David Mundin/ Reparto: Louise Salter, Venera Simmons, Mariya Kapnist, Lubov Snegur, Alvina Skarga, Valeri Bassel, Pavel Sokolov, Anna Rose Phipps, Tanya Dobrovolskaya. Italia/Rusia/Reino Unido, 1993. Color. 92'

Esta ópera prima de Mario Baino (y su único largo hasta la fecha) es de esas películas que a uno le reconcilian con las horas y horas de búsquedas e indagaciones a través de subproductos sin ningún interés, que uno ingiere con la íntima esperanza de encontrar algo que valga la pena. Está claro que si dicha búsqueda persigue reencontrarse con los esquemas del terror italiano más querido y genuino, últimamente todo son sinsabores.

Hasta que, de repente, llega a tus manos (a tus ojos, mejor dicho) el filme que nos ocupa hoy. Y entonces todas aquellas horas perdidas cobran su sentido. Porque encuentras exactamente lo que estabas buscando. Aquello que creías ya irrepetible, siquiera en su forma más superficial. Acostumbrados a un terror completamente alejado de las atmósferas góticas y pesadillescas de los Bava, Argento, Avati, Margheriti, etc. de las buenas épocas, hete aquí un producto digno de ser, sino comparado, al menos situado en aquellos parámetros creativos.


En "Dark Waters" asistimos a las indagaciones de una joven acerca de los orígenes de su familia y, por tanto, de los suyos propios. Indagaciones que la llevarán a un tétrico convento situado en una isla casi inaccesible. Una vez allí, en compañía de su hermana, reclusa en el lugar, tratará de llegar al fin del misterio. Por el camino, toda clase de motivos más que convincentes para salir por patas.

Una disculpa argumental de bajo calado, para una obra preocupada casi en exclusiva por las cuestiones visuales y atmosféricas. Estamos en el terreno del Argento más etéreo y onírico. El de "Inferno" o "Suspiria". Es algo que Baino deja claro desde el primer instante, que por ahí van a ir los tiros. Por lo tanto, poco puede achacársele en ese aspecto. En todo caso, se trata de una bendita decisión. Porque la película ofrece argumentos más que sobrados para producir el deleite de un espectador que precisamente eso es lo que busca, cansado de los actuales y repetitivos esquemas formales y narrativos.

La narración posee todo el tono y la cadencia de los malos sueños, con el convento como protagonista esencial, absolutamente claustrofóbico. En su interior, las sombras, los tonos rojizos que producen las velas y los candelabros, las pinturas siniestras... y naturalmente: las monjas. Todo ello, mientras la protagonista se debate entre la necesidad de conocer y el miedo a lo que pueda descubrir. Una protagonista que recuerda en cierto modo al personaje que Argento pergeñó para Jennifer Connelly en la maravillosa "Phenomena". Puesto que aquí también encontramos a otra adolescente con una indisimulada influencia de la figura paterna, que de repente se ve inmersa en una especie de pesadilla vivida, de la cual se hace difícil escapar.


En el apartado técnico, Baino se desenvuelve con aceptable corrección. Además de su excelente aprovechamiento de escenarios, luz, etc. también sabe servirse a la perfección de una banda sonora de cariz minimalista, que acompaña y sugiere, sin molestar. Cosa que no siempre se consigue en estos casos. Del mismo modo, ciertas (patentes) incongruencias del guión, quedan eclipsadas por la sugestividad visual, que todo lo llena.

¿Estamos pues ante un ejercicio de estilo por parte de un alumno aventajado de los Maestros del terror gótico transalpino? Pues es muy posible que así sea. Pero si en este caso comparamos el trabajo del alumno con las últimas creaciones del "profesor" (yéndonos, sin ir más lejos, a la tan esperada y tan sólo parcialmente satisfactoria "La Terza Madre" de don Dario), la del alumno gana con bastantes cuerpos de distancia. Lo cual no deja de ser paradójico. Tal vez porque la obra de Baino es más autoconsciente.

Así pues, he aquí una de las contadísimas muestras dignas de terror italiano (en exótica co-producción con Rusia, por cierto) dentro de la escasamente prolífica década de los noventa y que junto a otras más conocidas como "Dellamorte Dellamore" de Soavi, o la infravalorada "El Síndrome de Stendhal" del propio Argento, ayudaron a mantener el pabellón de los inventores del giallo, sino en lo más alto, sí a una altura suficiente en aquellos años. Tal vez "Dark Waters" no sea una perla del todo legítima y única. Pero por lo menos da el pego. Vaya si lo da.