lunes, 31 de marzo de 2008

"Wolfman", de Worth Keeter


FICHA TÉCNICA:

Título Original: "Wolfman"/ Dirección y guión: Worth Keeter/ Producción: Earl Owensby y Martin Beck/ Fotografía: Darrell Cathcart/ Montaje: Richard Aldridge/ Música: David Floyd y Arthur Smith/ Efectos Especiales: Al Yalom/ Reparto: Earl Owensby, Kristina Reynolds, Julian Morton, Sid Rancer, Ed Grady, Richard Dedmon, Maggie Lauterer y Brownlee Davis. USA, 1979. Color. 101'

El mito del Hombre Lobo es uno de los menos abordados por el cine de terror. Al menos, si se lo compara con otros como el del Vampiro o los Fantasmas. De ahí que cada título que trata el tema, sea recibido con cierto interés. Además, se da la curiosa circunstancia de que, una vez el cine clásico cubrió su cuota de licántropos, muy pocas muestras más se hicieron (dejando aparte a Fisher y a nuestro Paul Naschy).

Pero hete aquí que entre finales de los setenta y principios de los ochenta, es decir, en el espacio de apenas un lustro, tuvo lugar una gran revitalización del monstruo de la luna llena, gracias a filmes como "Aullidos" (Joe Dante), "Un hombre lobo americano en Londres" (John Landis), "En compañía de lobos" (Neil Jordan), sin olvidar la famosísima interpretación del mito que el propio Landis realizó para mayor gloria del icono del Pop Michael Jackson con su archifamoso clip de "Thriller", que asimismo supuso todo un acontecimiento. Una vez finiquitado aquel breve período, apenas hemos vuelto a saber nada de las bestias alérgicas a las balas de plata, hasta llegar a la peculiar y modernizada visión que Mike Nichols nos diera a mediados de los noventa en "Lobo", con Jack Nicholson como criatura peluda.

Pues lo curioso es que este "Wolfman" de Worth Keeter fue una de las primeras muestras de aquella incipiente (y bastante fugaz) moda. Lo que no resulta extraño es que con el paso del tiempo haya quedado sepultada en el olvido, porque no resiste comparación con las magníficas películas mencionadas. Así que en ningún caso se la puede considerar como representativa.


Eso sí, observada como simpática serie B, la obra de Keeter puede llegar a causar una agradable satisfacción a los amantes del género. Sobretodo por su indudable aroma a narración clásica. Tenemos maldiciones ancestrales, ceremonias de invocación satanista, caserones aislados... y claro: el hombre lobo. Un hombre lobo que, todo sea dicho, se mueve por la pantalla con una cierta pachorra y con más bien poco estilo. Un hombre lobo con una camisa abotonada hasta el cuello que, curiosamente, no se mancha ni se desgarra con la transformación. Un hombre lobo muy soso, en definitiva. Nada que ver con la gracia y el donaire que nuestro Paul (Waldemar Daninsky) Naschy le otorga a sus caracterizaciones, mucho más salvajes y bien "coreografiadas". De hecho, al lado de las mejores historias de la Saga Daninsky como "La marca del hombre lobo" o "La maldición de la bestia", la de Keeter sale clarísimamente perdedora. Una razón más para valorar en lo que se merece la trayectoria de Naschy como mito de nuestro fantaterror.

En los aspectos técnicos, la realización es tan correcta como modesta. Lo mismo puede decirse de las labores de maquillaje (en las que participa el propio director, por cierto) y los efectos especiales (aquí no está Rick Baker para hacernos babear con su increíble talento). Las intepretaciones tampoco brillan en exceso, por no decir que son limitadillas.

Pero bueno, a falta de otra cosa, "Wolfman" se deja ver como un pasatiempo válido y entretenido, cuyo ritmo resulta adecuado y que está resuelto con oficio. Se deja ver del mismo modo que se dejaban ver las últimas producciones de la Hammer, una vez su época de esplendor había pasado a mejor vida. Menciono la Hammer porque el filme que nos ocupa está situado en tierras británicas y, de hecho, podría pasar pefectamente por ser una producción británica, pese a haber sido facturada en los USA.

domingo, 30 de marzo de 2008

"Mortuary", de Tobe Hooper


FICHA TÉCNICA:

Título Original: "Mortuary"/ Dirección: Tobe Hooper/ Guión: Jace Anderson y Adam Gierasch/ Producción: Tony DiDio y Alan Somers/ Fotografía: Jaron Presant/ Montaje: Andrew Cohen/ Música: Joseph Conlan/ Efectos Especiales: Zak Knight/ Reparto: Dan Byrd, Denise Crosby, Stephanie Patton, Alexandra Adi, Rocky Marquette, Courtney Peldon, Bug Hall, Tarah Paige y Michael Shamus Wiles. USA, 2005. Color. 89'


Que Hooper está en horas bajas desde hace años, no es ningún secreto. Y que en los últimos tiempos se ha visto relegado a dirigir productos de ínfimo nivel, ya sea para la televisión o para lanzamientos que van directos al mercado doméstico, tampoco.

Total, que uno no espera ya demasiado de él y de su cine. Algo bastante triste, tratándose del artífice de joyas imperecederas como "La matanza de Texas", "Poltergeist" o "Lifeforce". Pero lo cierto es que "Mortuary" no va a relanzar su trayectoria, del mismo modo que tampoco lo hiciera en su día "La masacre de Toolbox" o su flojísimo episodio para la serie "Masters of Horror", por mencionar alguna de sus obras más o menos recientes.


En "Mortuary" encontramos un punto de partida ciertamente peculiar, en el que una familia formada por madre y dos hijos se traslada a una vivienda lindante con un cementerio en una pequeña población. La madre se ha de encargar del "apaño" de los fiambres y la familia no tardará en toparse con la leyenda negra del lugar.

Estamos ante un producto eminentemente concebido para el disfrute de las nuevas generaciones, con nulas pretensiones artísticas y con un nivel más que endeble. Funciona a piñón fijo, por aquello de que Hooper sabe narrar con facilidad y tampoco se trata de una historia que requiera de muchas filigranas tras la cámara. Pero no difiere en absoluto de cualquier telefilme del montón. Así que si en lugar de venir firmado por uno de los Grandes del cine de terror de los setenta, viniese firmado por cualquier cineasta del montón, apenas se notaría la diferencia.


Entre los intérpretes, destaca la presencia del joven Dan Byrd. Un adolescente con cuerpo de niño y cara de viejo, que ya hemos visto en éxitos recientes como el remake de "Las colinas tienen ojos" o "Corazones solitarios". Se erige en el héroe de la familia, una vez la madre ha caído presa de las garras del horror que asola el lugar. Por cierto, ¿en qué consiste dicho horror? Pues bueno... digamos que tenemos a una troupe de criaturas subterráneas, que se alimentan (y a la vez exudan) un potingue de color negro tirando a asquerosillo, que se va extendiendo por allá donde pasan.

Seamos claros. El argumento y la factura técnica no resiste mayor análisis que el de algún episodio de la serie infantil "Pesadillas". Y es que, puede pasar que el mercado más tentador para el actual cine de terror sea el mercado adolescente. Pero de ahí a fabricar un producto tan descaradamente infantiloide... pues resulta bastante descorazonador. Debería haber un término medio. Por no faltar, ni siquiera falta la banda sonora compuesta a partir de nu-metal mezclado con un irritante "chunda-chunda" que Hooper también utilizó en el anteriormente mencionado episodio para "Masters of Horror", titulado "The Dance of the Dead" y que resultaba bastante vergonzoso y más bien daba la sensación de ser un clip de Fatboy Slim. En ese sentido, "Mortuary" no es mucho mejor. Es más, la utilización de los colores, los ángulos de cámara y la iluminación son espantosamente videocliperos. Y ni siquiera sale Robert Englund.

Así pues, ¿nos encontramos ante una película ante la cual no vale la pena perder el tiempo? Pues no sé si diría yo tanto. Porque puede interesar a completistas de la carrera de Hooper (como es mi caso), pero no va más allá de un producto palomitero para paladares muy poco exigentes. Será cuestión de seguir confiando en que los viejos talentos sean capaces de recuperar alguna vez la inspiración del pasado.

"Vampiros Vs. Zombies", de Vince D'Amato


FICHA TÉCNICA:

Título Original: "Vampires Vs. Zombies"/ Dirección y guion: Vince D'Amato/ Producción: Rob Carpenter, Damien Foisy y Vince D'Amato/ Fotografía: Damien Foisy/ Montaje: Vince D'Amato y Nicole Hancock/ Música: Mikael Jacobson/ Efectos Especiales: Ryan Nicholson/ Reparto: Bonny Giroux, C.J. Munro, Maritama Carlson, Brinke Stevens, Peter Ruginis, Melanie Crystal, Erica Carroll, Roy Tupper, Rob Carpenter. USA, 2004. Color. 74'

Lo normal cuando uno se enfrenta a este tipo de películas, es sentirse más o menos predispuesto ante lo que va a ver. Esto es: un subproducto sin apenas calidad, destinado a pasar el rato a base de hemoglobina, nula enjundia cinematográfica y acaso algo de humor gamberro. Pero en ocasiones ocurre que el mencionado subproducto resulta ser tan poco aprovechable, que ni siquiera se lo puede tomar uno a cachondeo.

Para empezar, en el cartel promocional de esta película se menciona el relato "Carmilla" de LeFanu como texto en el que se basa el filme. Primeras alarmas que se encienden, puesto que no cuadra demasiado una referencia así, tan clásica, en un largometraje que tiene toda la pinta de ser un pastiche de esos modernillos con acción a raudales y más bien pocos tintes de clasicismo.

Una vez avanzada la película, uno se da cuenta del motivo por el que se alude al excelente relato de LeFanu. Y no es otro que proporcionar la excusa perfecta para introducir un par de secuencias subidas de tono entre dos de los personajes femeninos. Obviamente, aquí no hay el sutil y encantador erotismo light de películas de la Hammer como "Drácula y las mellizas" o "Las amantes del vampiro". Aquí hay un par de magreos y de lengüetazos tirando a chuscos, sin más.

Pero a lo que vamos: tenemos a zombies que lo mismo te sueltan una baba espumosa marca Colgate, como están revestidos de una especie de mascarilla facial a base de pepinillos caducados. ¿Por qué están infectados? Err... no conviene preguntar. ¿Para qué profundizar en el tema? Eso es lo que se habrá preguntado el propio director-guionista, a la hora de sentarse a escribir el libreto. Porque lo cierto es que no parece demasiado interesado en introducir explicaciones. Hay vampiros y zombies, punto pelota. ¿De dónde salen, a dónde se dirigen? Bah... ¿qué más da? Eso sí, en algún momento quiere dejar patente que lo suyo va en serio, porque se atreve a introducir saltos en el tiempo y flashbacks, como diciendo: "Eh... poca broma, que yo he visto bastantes películas de Tarantino".


Luego también tenemos a una especie de cazavampiros "carpenteriano", un señor con barba blanca y pinta de miembro honorario de la Asociación del Rifle que no para de soltar tacos. Y no... decididamente no es tan buen actor como James Woods. ¿Qué más tenemos? Ah, sí!! un padre y una hija que se escapan no se sabe muy bien de qué ni por qué. La hija, por cierto, aparenta ser como cinco años más joven que el padre, lo cual resulta bastante curioso.

A lo largo del filme, por tal y como está planificado, resulta bastante fácil pensar que en cualquier momento va a tener lugar una secuencia pornográfica, porque la planificación es tan rematadamente torpe, que eso es lo que parece, simplemente: una porno de baja calidad. Esto se ve muy claramente en toda la secuencia de la gasolinera: Llegan el padre y la hija (que, como se ha dicho, es un pedazo de hembra que más que una "scream queen" parece la hermana de Traci Lords), el gasolinero que tiene una pinta de Rocco Sifredi que tumba de espaldas. Total, que en lugar de morderle el cuello, da la sensación de que la chica le va a bajar los pantalones y le va a hacer un trabajillo bucal, mientras el padre se lo mira todo y se le cae la baba. Y digo yo, ¿por qué el Sr. Vince D'Amato no se habrá dejado de sutilezas y habrá titulado la película "A Carmilla le enchufan la manguerilla"?

Todo esto y algunas cosas igualmente lamentables no tendrían mayor importancia si la película fuese distraída. Pero es que encima es una cosa aburridísima. Y ahí sí que ya no hay disculpa. Ni de bajos presupuestos, ni de falta de calidad artística, ni de nada. Un coñazo, oigan! Ni el Jess Franco más abúlico y psicotrónico aburre tanto.

Y yo que pensaba que pocos cineastas había más limitados que Joe D'Amato. Pues (quién me lo iba a decir) de ahora en adelante, cuando haga uno referencia a D'Amato habrá que especificar: "¿cuál de los dos?, ¿el malo o el pésimo?"

sábado, 29 de marzo de 2008

"Siete mujeres atrapadas", de Mark Rosman


FICHA TÉCNICA:

Título Original: "The House On Sorority Row"/ Dirección: Mark Rosman/ Guión: Mark Rosman y Bobby Fine/ Producción: John G. Clark, Ed Beyer y Mark Rosman/ Fotografía: Tim Suhrstedt/ Montaje: Jean Marc-Vasseur/ Música: Richard Band/ Efectos Especiales: Rob E. Holland/ Reparto: Kate McNeil, Eileen Davidson, Janis Ward, Robin Meloy, Harley Jane Kozak, Christopher Lawrence y Lois Kelso Hunt. USA, 1983. Color. 87'

En los ochenta hablar de "slasher" era como en los noventa hablar de comedia romántica o de cine independiente. De entre toda aquella pléyade de productos y subproductos, a día de hoy hay películas que se ven con cierta nostalgia, otras con indiferencia y bastantes con cierto rubor. A pesar de todo, sigue habiendo cosas aprovechables. Y ésta es una de ellas.

Dirigida con sólo 24 añitos por el entonces debutante Mark Rosman (hoy relegado a trabajos televisivos y a producciones de baja estofa, casi todas ellas centradas en el género fantástico, eso sí) "Siete mujeres atrapadas" constituye un slasher tópico y típico, pero de los que apetece revisar de vez en cuando. Especialmente si uno es aficionado a ese tipo de historias.


La trama, de evidentes reminiscencias a lo "Viernes 13", nos presenta a una serie de chicas, que tras cometer un acto muy, muy feo, se ven obligadas a ocultar las consecuencias de dicho acto y a sufrir (valga la redundancia) las consecuencias de dicha decisión. Así explicado, también es un argumento que puede recordar bastante a la mucho más reciente "Sé lo que hicisteis el último verano", que no era sino un intento de revivir aquellos esquemas. Sin embargo, en "Siete mujeres atrapadas" está el encanto de lo genuino. Y lo genuino puede ser que con tal de poder celebrar una fiesta de graduación, se sea capaz de cualquier cosa, desde dar por saco a una mujer de avanzada edad, hasta cometer asesinatos y encubrirlos. Eso sólo podía ser así en los ochenta. Aquella juventud era ciertamente peculiar. Del mismo modo, sólo en los ochenta había grupos de música tan horteras como los que amenizan la fiesta.


Yendo a los aspectos más puramente cinematográficos, que es lo que interesa, una vez visto que argumentalmente la película presenta bien pocas sorpresas, sí hay que reconocer un desarrollo entretenido y un ritmo que tras un primer tercio algo moroso (cosa habitual en estos casos) en los que se presenta a los personajes y se les pone en situación, el filme transcurre con ligereza, las muertes se suceden con aceptable periodicidad e incluso las dosis de truculencia se van incrementando progresivamente, hasta llegar a un desenlace (de nuevo) tópico donde los haya. Y es que, como ha quedado dicho, nos movemos en unos terrenos muy tópicos y previsibles.

Entre los intérpretes apenas encontramos a gente conocida, salvo tal vez Kate McNeil, a la que vimos después en "Atracción diabólica" de Romero y en esporádicas apariciones televisivas en series asimismo fantásticas, como "Expediente X", "Historias asombrosas" y similares.

En cualquier caso, se trata de un producto correcto, con cierta "gracia" en los aspectos visuales y de fotografía, con una utilización cuidada de colores y texturas, que en algunos momentos puede llegar a emparentarlo con la escuela "argentiana", aunque sea muy de pasada, y que al final ha quedado no como uno de los slashers definitivos de la época, pero sí en un honroso segundo nivel, al lado de muestras del subgénero tan recordadas por los aficionados como "Sabe que estás sola", "Llama un extraño" o "El asesino de Rosemary".

"Ellos", de David Moreau y Xavier Palud


FICHA TÉCNICA:

Título Original: "Ils"/ Dirección y guión: David Moreau y Xavier Palud/ Producción: Richard Grandpierre y Vlad Paunescu/ Fotografía: Axel Cosnefroy/ Montaje: Nicolas Sarkissian/ Música: René-Marc Bini/ Efectos Especiales: Ciurlin Melania y Ionel Popa/ Reparto: Olivia Bonamy, Michaël Cohen, Adriana Mocca, Maria Roman, Camelia Maxim, Alexandru Boghiu. Francia-Rumanía, 2006. Color. 76'

Pues parece claro que los últimos años están suponiendo una revitalización del género en el viejo continente. Seguramente por el hartazgo de las repetitivas y semi-agotadas fórmulas procedentes del otro lado del charco, jóvenes cineastas europeos están aprovechando para abrirse camino, del mismo modo que de unos años para acá ha estado sucediendo con el continente asiático.

En Europa, además de las emergentes promesas (algunas ya muy consolidadas) como Neil Marshall o nuestros Amenábar, Balagueró, Plaza y Bayona, especial efervescencia ha alcanzado el género de terror en Francia, con los dos Alexandres: Aja y "Alta tensión" o su fabuloso remake de "Las colinas tienen ojos", y Bustillo el mitad cafre y mitad arty autor de la bestiaja "A l'Intérieur", que actualmente "remakea" "Hellraiser". Y los dos cineastas que ahora nos ocupan: Moreau y Palud, quienes por añadidura, tampoco se libran de los remakes, como se comprueba con la reciente versión yanqui de "The Eye".

"Ellos" es una cinta muy agradecida para todo aquel que quiera pasar un mal rato. Porque apela directamente a los miedos más inconscientes, a aquellos que no tienen una forma definida y no se representan en vampiros, hombres lobo o fantasmas con cadenas. Aquí encontramos unos miedos muy humanos pero tratados de un modo bastante sugerente. De entrada tenemos a la clásica pareja en una casa aislada, que de repente ven su existencia alterada por unas presencias amenazadoras, que no se dejan ver, pero sí se hacen notar.

Lo que está muy bien es la forma en que se nos presenta a dichas "amenazas", puesto que hasta el último tercio del filme (deliciosamente corto de metraje, por cierto, ya que apenas alcanza la hora y cuarto) no vemos con más o menos claridad la naturaleza de las "criaturas terroríficas" en cuestión. Cuando llega ese momento, ya hemos vivido una generosa ración de sustos, persecuciones en la oscuridad, etc. En ese sentido, excelente utilización del espacio, en este caso la casa, por parte de los dos directores. Cada puerta cerrada, cada pasillo en penumbra, cada recodo por doblar, se convierten en una fuente de inquietud.

Y si aludía a la escasa duración de la cinta como una virtud, no es algo gratuito. Porque precisamente cuando la acción corre el riesgo de tornarse cansina, nos topamos con la recta final, ya fuera de la casa, desencadenando un desenlace bastante logrado. Por cierto, que uno no puede evitar sentir cierto regocijo, llegada esa conclusión. Regocijo peliagudo en todo caso, en los tiempos que vivimos.

Nada que reprochar a los dos protagonistas. Dos actores bastante desconocidos fuera de Francia, como son Olivia Bonamy y Michaël Cohen, procedentes del mundo de la televisión (sobretodo ella) que cumplen a la perfección con unos papeles que tampoco exigen demasiado, puesto que en este caso lo que prevalece es la atmósfera. Atmósfera que, como se comprueba una vez finalizado el filme, combina muy bien las influencias clásicas con las tendencias más actuales del género.

En definitiva, una película modesta y sencilla, pero muy efectiva, que bordea en su concepción por algunos momentos ese estilo naturalista y bastante de moda en el cine reciente, con productos del estilo de "El proyecto de la Bruja de Blair" u "Open Water", sin olvidar tampoco una referencia a esa agradabilísima curiosidad de Guillem Morales llamada "El habitante incierto". Más que nada por la elección consciente y acertada de sugerir y no mostrar, aprovechando al máximo los escenarios y dejando a la imaginación del espectador parte del trabajo y por tanto, de la implicación activa y emocional.

Habrá que seguir muy al tanto la carrera de estos dos muchachos (remakes aparte), tras este debut, ciertamente notable. Porque si algo parece claro a estas alturas, es que los jóvenes cineastas adscritos al género poseen un bagaje tanto literario como cinematográfico que los cineastas del pasado no podían tener. Esperemos que se note en los próximos años, tras una década y media de lo más pobre.

viernes, 28 de marzo de 2008

"Palabras encadenadas", de Laura Mañá


FICHA TÉCNICA:

Dirección: Laura Mañá/ Guión: Laura Mañá, Fernando de Felipe, Jordi Galcerán/ Producción: Carlos Fernández, Julio Fernández/ Fotografía: Xavi Giménez/ Montaje: Luis de la Madrid/ Música: Francesc Gener/ Efectos Especiales: Enric Masip/ Reparto: Dario Grandinetti, Goya Toledo, Fernando Guillén, Eric Bonicatto, Blanca Apilánez. España 2003. Color. 87'

Una nueva adaptación de obra teatral moderna al cine. En este caso, un texto de Jordi Galcerán, que la actriz y directora Laura Mañá ha llevado a la pantalla grande con suerte irregular.

Por un lado, dentro del aspecto interpretativo, fundamental en cualquier texto de origen teatral que se precie, el resultado no acaba de ser todo lo potente que se desearía. Mientras Darío Grandinetti sabe extraer todo el jugo a su personaje, caracterizado por una dualidad que juega con el espectador desde el primer hasta el último minuto de metraje, por contra Goya Toledo se muestra incapaz de conseguir el mismo nivel de intensidad, haciendo que su personaje, asimismo dual y equívoco, avance a bandazos dentro de la obra.



El filme no cuenta nada nuevo. Un (presunto) asesino en serie que mantiene en jaque a su ex-mujer y a la policía, con la particularidad de que el espectador nunca termina de saber si realmente todo lo que el personaje muestra es cierto, o bien una escenificación, dentro de la trama.

Mañá estructura la narración en tiempo presente y en flashbacks, que permiten dotar al filme de un cierto dinamismo. Sin embargo, falla en aspectos tan esenciales como la puesta en escena y los propios aspectos visuales, excesivamente "preciosistas" y diseñados con un distanciador toque de modernidad en colores, decorados, etc. Esta historia requería escenarios más sórdidos y una cámara más incisiva y nerviosa. Especialmente en toda la parte que transcurre durante el secuestro y el juego de poder entre los dos protagonistas, al más puro estilo "Hard Candy", para entendernos. También puede decirse que no todo en la película mantiene el buen nivel del arranque, con un excelente monólogo ante cámara del protagonista. Lo cierto es que globalmente no existe un equilibrio demasiado definido entre una puesta en escena teatral y la estrictamente cinematográfica, circunstancia que se me antoja como el mayor lastre de la adaptación.

Aparte está el hecho ya comentado de que no todos los intérpretes están igualmente acertados. Y es que si Goya Toledo no acaba de cumplir las expectativas, poco más puede decirse de la pareja de policías, con Fernando Guillén a la cabeza, en una interpretación que se me antoja terriblemente rancia y anquilosada, contrastando con el estilo interpretativo de Grandinetti, mucho más intuitivo y natural.


En cualquier caso, no nos engañemos, aquí lo fundamental es que la intriga funcione. Y en cierta medida, sí lo hace. Tal vez, llega un momento en que la única duda, la más importante, es decir: el saber si el personaje de Grandinetti es o no es quien aparenta ser y cómo se va a resolver dicha cuestión, finaliza de un modo en exceso previsible. En ese sentido, casi todas las variaciones sobre este tipo de historias ya nos las sabemos de memoria, partiendo de precedentes como "Sospechosos habituales", "Las dos caras de la verdad" y demás thrillers con más o menos sorpresas y giros inesperados en el guión.

Con todo, no puede hablarse de película fallida. Se trata de una obra irregular pero correcta, perfectamente apta para pasar un rato distraído, sin mayores exigencias. De hecho, en un género como el que nos ocupa, tremendas bazofias nos hemos tenido que tragar procedentes del otro lado del mar en el transcurso de los últimos años. Ya estaría bien que todas tuviesen el nivel medio de esta "Palabras encadenadas".

jueves, 27 de marzo de 2008

"Mil gritos tiene la noche", de Juan Piquer

FICHA TÉCNICA:

Director: Juan Piquer/ Guión: Joe D'Amato, J.Piquer y Dick Randall/ Producción: Steven Minasian, Dick Randall/ Fotografía: Juan Mariné/ Montaje: Antonio Gimeno/ Música: Librado Pastor/ Efectos Especiales: Basilio Cortijo/ Reparto: Christopher George, Linda Day George, Ian Sera, Frank Braña, Edmund Purdom, Jack Taylor, Paul L. Smith, Gerard Tichy. España-USA. 1981. Color. 87'

Para inaugurar la cosa ésta, nada mejor que uno de mis filmes más queridos. Se trata de un slasher de principios de los ochenta, facturado en España, aunque con vistas al mercado internacional, donde por cierto, ha ido funcionando de maravilla en el transcurso de los años con el título de "Pieces".

Reparto integrado principalmente por actores anglosajones y encabezado por el (por entonces) bastante de moda Christopher George, al que habíamos visto en alguna peli de Fulci y en series b diversas. Asimismo, alguna presencia entrañable de nuestro fantaterror, como Frank Braña o Jack Taylor, y celebridades de otras épocas venidas a menos, como Linda Day o Edmund Purdom.

El filme pretendía descaradamente aprovechar el boyante mercado del slasher estadounidense, que por aquellos años vivía su mejor momento, gracias a productos y sagas como "Viernes 13", "Halloween", etc. Asimismo, también había alguna referencia a otra obra, ya algo lejana en el tiempo, como era "La matanza de Texas", por aquello de la presencia de una ominosa sierra mecánica. Si de hecho hay algo en "Mil gritos tiene la noche" que llama especialmente la atención, es su indudable brutalidad. Piquer no ahorra detalles sanguinolentos al espectador, situando en ese sentido su película un peldaño por encima de los referentes apuntados anteriormente. En ese aspecto, aún sin llegar a los parámetros del gore más explícito, sí nos encontramos en los terrenos del Fulci o el D'Amato más viscerales (cineasta este último, que de hecho participa en el guión).

La trama no puede resultar más banal, tomando elementos de las películas de terror de ambiente universitario, así como alguna otra referencia más o menos disimulada, como "La Residencia" de Ibáñez Serrador.

A pesar de esa banalidad en el desarrollo del argumento, los puntos fuertes del filme están en su arranque, con un prólogo tan hilarante como salvaje y en un plano final que, sin duda, debería pasar a la historia como uno de los momentos más surrealistas y jocosos del cine de terror moderno. Pocas veces hemos visto tamaño desafío a las leyes de la coherencia narrativa. Y sin embargo, no deja de resultar un final memorable, que es de lo que se trata.

¿Por qué me gusta tanto esta película?

En primer lugar, porque fue uno de los primeros filmes hispanos del género terrorífico que tuve ocasión de ver y me sorprendió tanto su crudeza como el buen tono de los efectos especiales y de maquillaje. También me llamó la atención esa banda sonora compuesta por una minimalista pieza de piano, obra de Librado Pastor, casi al modo del giallo más atmosférico de los setenta. En otra línea de pensamiento valorativo, ¿cómo no sentir aprecio por los momentos más descaradamente chuscos del guión, que son unos cuantos, con el citado final y la ya mítica secuencia del profesor de karate (que no conviene desvelar), a la cabeza?

En definitiva: Una obra entrañable, que hace las delicias de cualquier aficionado sin demasiados prejuicios y que supuso, además de la cima creativa de un cineasta tan peculiar y ¿por qué no decirlo? valiente como Juan Piquer, (junto a "Slugs, muerte viscosa" pocos años después) también un cierto canto del cisne del fantaterror hispano, que en esos años vivió sus últimos coletazos con películas como "Latidos de pánico" de Naschy o "Atrapados en el miedo" del recientemente fallecido Carlos Aured.