sábado, 19 de diciembre de 2009
"The Messengers", de Oxide y Danny Pang
FICHA ARTÍSTICA:
Título Original: "The Messengers"/ Dirección: Oxide y Danny Pang/ Guión: Mark Wheaton/ Producción: Sam Raimi, W. Sherak, J. Shuman, R.G. Tapert/ Fotografía: David Geddes/ Montaje: John Axelrad/ Música: Joseph LoDuca/ Efectos Especiales: James Paradis/ Reparto: Kristen Stewart, Dylan McDermott, Penelope Ann Miller, John Corbett, William B. Davis, Evan y Theodore Turner, Dustin Milligan. USA. 2007. Color. 85'
“¿Qué hay de nuevo por Oriente?”, se debieron preguntar en su día los avezados ejecutivos de Hollywood. Y seguramente alguien sugirió el nombre de los dos hermanos Pang, que habían causado cierto revuelo con "The Eye" entre los aficionados al fantástico de factura exótica. Total, que les pagaron unos billetes y pusieron a su disposición toda la maquinaria de la industria yanqui del celuloide, tan acostumbrada a importar talentos de alrededor del mundo.
Los precedentes están ahí, muy recientes en la mente de todos: un Hideo Nakata que ve cómo dos de sus más celebradas películas son excepcionalmente “remakeadas” por Gore Verbinski, ("La señal") y Walter Salles, ("Dark Water"), mientras él (curiosamente) naufraga de forma estrepitosa con la secuela yanqui de "La señal"; o también Shimizu, que pasa sin pena ni gloria con su autoremake de "Ju On". Es decir, resultados más bien tibios, cuando a estos cineastas se les saca de su elemento. En cualquier caso, los Pang se pusieron manos a la obra.
Para empezar, había que seleccionar el reparto. Primer patinazo, por partida doble: una Penelope Ann Miller a la que uno hacía aún en aquella crepuscular playa caribeña donde la habíamos dejado en el precioso final de "Atrapado por su pasado" y a la que el cambio de clima no parece haberle sentado demasiado bien, porque la pobre se pasa toda la película con pinta de haber sufrido un indigesto jet lag, más que con aspecto de ser una madre de familia angustiada y con problemas de fantasmas en la casa. Y un Dylan McDermott que si hubiese sido generado por ordenador posiblemente habría resultado bastante más expresivo, más creíble y también más rentable. Tampoco olvidemos a William B. Davis (el famoso fumador de "Expediente X"), que no se sabe muy bien qué pinta por aquí. De John Corbett no vamos a destacar nada, básicamente porque es un actor que nunca destaca, ni en lo bueno ni en lo malo. Pero, por fortuna, la película ofrece alguna otra cosa.
Y es que, si en primer lugar hemos empezado hablando mal del casting, hay que ser honesto y reconocer que con los dos chiquillos los Pang han sabido acertar. Tanto Kristen Stewart (hoy en día afamada prota de la saga vampírico-adolescente por excelencia) en la piel de una adolescente problemática y víctima potencial de todos los miedos posibles, como el pequeñín de la familia, asombrosamente bien dirigido, cubren el expediente interpretativo.
Entrando de lleno en el contenido de la película, así como en su factura formal, diremos que ahí sí se notan las cuatro manos de los Pang. Y resulta especialmente simpática la interacción entre las habituales formas del cine de terror oriental, en un marco tan típicamente estadounidense como el de Dakota del Norte, con sus carreteras polvorientas y sus girasoles. Todo ello, eso sí, sin pasar por alto que el argumento que se nos presenta entra de lleno en las convenciones más trilladas del género. Esto es: familia que llega a una casa aislada “con pasado”, acontecimientos extraños que se suceden casi desde el primer momento (cosa que siempre se agradece), punto de no retorno donde todo parece abocado al desastre y pertinente conclusión explicativa de lo que ocurre.
Por cierto, que dichas convenciones no rehuyen en ningún momento los recursos más manidos, como una (por momentos) irritante utilización del sonido, por mencionar el más molesto. Entonces, ¿qué destacamos? Pues, por ejemplo: una gran elegancia tras la cámara, un exquisito gusto en la composición de los planos; y, por último, un ritmo que no decae en ningún momento. De todas formas, el transcurso de la película fluctúa continuamente entre las alturas de las creaciones con cierta enjundia artística que se salen de lo corriente, y los abismos de la mediocridad. Por suerte o por desgracia, no llega a definirse en ningún momento de forma clara en uno de los dos sentidos.
Y al final, uno se queda con la sensación de que, del mismo modo que "The Eye" albergaba momentos de indudable talento cinematográfico (aquel plano secuencia del final, ciertamente espléndido), pero tampoco llegaba finalmente a alcanzar la categoría de obra notable en un análisis global, con "The Messengers" se obtiene poco más o menos el mismo resultado: junto a arrebatos puntuales de inspiración, una cierta falta de consistencia del conjunto, así como más que discutibles decisiones de guión, que no desvelaremos. Una irregularidad que, a la postre y viendo otras obras de los dos cineastas (tanto juntos como en solitario), casi es ya una "marca de fábrica".
Dicho todo lo cual, se trata de una película perfectamente disfrutable, que en ningún momento engaña (porque tampoco lo pretende, cosa que ya es mucho, visto el panorama actual del género) y que ofrece lo que se espera de un producto mínimamente digno. Sin mucho más.
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