sábado, 31 de mayo de 2008

"El vivo retrato", de Mario Menéndez


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "El vivo retrato"/ Dirección: Mario Menéndez/ Guión: Fran Vaquero, Francisco G. Orejas y M. Menéndez/ Producción: Fran Vaquero, Soledad Polo y M. Menéndez/ Fotografía: Javier Salmones/ Música: Pablo Miyar/ Montaje: David Raposo/ Efectos especiales: Jesús Peña/ Reparto: Victoria Vera, Javier Loyola, Andreas Pittwitz, César Sánchez, Jack Taylor, Paco Hernández, María Elena Flores, Luis Eduardo Aute, Ceferino Cancio, José Antonio Lobato. España. 1986. COLOR, 97'

También es casualidad que a continuación de una maravilla como la que ocupaba la reseña anterior, ahora le toque el turno a esto, que no deja de ser (en cierto modo) otro filme de ciencia ficción que también se ocupa (en cierto modo) de los rasgos físicos como elemento narrativo. En cualquier caso, ahí se termina toda similitud con la joya de Teshigahara. Que nadie se lleve a engaño.

La película de Menéndez hay que verla con el mismo desparpajo y falta de exigencias con que se observan las simples curiosidades. Porque ése es el principal valor destacable que cabe otorgarle: el de una rara avis en el contexto de una cinematografía como es la española y de una época como la segunda mitad de los ochenta, en que nuestro cine había dejado muy atrás tanto el fantaterror setentero, como las propuestas más arriesgadas y a contracorriente que tuviesen lugar años atrás.

En realidad, en "El vivo retrato" hay más aspectos de comedia que otra cosa. Pero no deja de resultar llamativo ver ese tono ligero asociado a cuestiones indudablemente serias, como son la ingeniería genética, la pervivencia del pensamiento nazi a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, o el tráfico de bebés. Todo ello para narrarnos la fábula de un científico alemán que va a parar a la costa española y a partir de su relación con una prostituta, establece un lucrativo negocio de fabricación y venta de niños, llamado "La cigüeña bondadosa" (denominación, por cierto, que procede del título de un corto anterior del director), cuya trayectoria se extenderá a lo largo de los años.


Si a esa ingular premisa argumental añadimos un reparto cuanto menos peculiar, con figuras como las de Victoria Vera, Luis Eduardo Aute (que narra la historia a través de un largo flashback) o el saxofonista Andreas Pittwitz (y su aire a lo Stellan Skarsgârd) o el propio Jack Taylor (siempre asociado al fantástico hispano), se puede entender que el calificativo que más y mejor le cuadre al filme sea el de "curioso".

Ignoro cómo habría resultado esta obra si Menéndez se hubiese decantado por adoptar un tono más siniestro y serio. Con toda seguridad, se trataría de algo radicalmente distinto, puesto que, como ha quedado dicho, si algo predomina aquí es la ligereza de un humor que en algunos momentos llega a ser casi surrealista, acercándose al de obras como "Amanece que no es poco", por aquello de introducirse de lleno en una determinada sociología como es la que presentan las pequeñas comunidades. Pero, al igual que en la peli de Cuerda, en lugar de describirla al modo naturalista y costumbrista habitual, se hace con una predominancia de lo absurdo, acentuando los aspectos más estrambóticos de los habitantes.

Formalmente, es un filme discreto. Sin alarde visual alguno y con todo el interés puesto en el desarrollo argumental y de los personajes, de manera que la dirección es tan plana como funcional. Uno de los aspectos más notorios es el de la banda sonora, no especialmente brillante, pero sí agradable de escuchar, por aquello de apartarse de los motivos musicales más tópicos y acercarse a los esquemas del pop del momento (recordemos que nos hallamos en la post-Movida).

Por lo demás, se trata de una película tan olvidable e inofensiva como entretenida para pasar un rato viendo algo que se aparta considerablemente de las formas y sobretodo de los contenidos habituales de nuestro cine. Un plato que puede ser del gusto de todo aquel buscador y estudioso de nuestras rarezas cinematográficas. Que nadie espere aquí cine fantástico serio ni al uso, porque se llevará un chasco.

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