FICHA ARTÍSTICA:
Dirección: Jorge Grau/ Guión: S. Continenza, M. Coscia, J. Cobos y M. Rubio/ Producción: Edmondo Amati/ Fotografía: Francisco Sempere/ Música: Giuliano Sorgini/ Montaje: D. García y V. Tomassi/ Diseño de Producción: Carlo Leva/ Efectos Especiales: J.A. Balandín y L. Byrd/ Maquillaje: Giannetto De Rossi/ Reparto: Cristina Galbó, Ray Lovelock, Arthur Kennedy, Aldo Massasso, Giorgio Trestini, Roberto Posse, José Lifante, Fernando Hilbeck, Jeanine Mestre, Gengher Katti, Vera Drudi. España-Italia, 1974. Color. 89'
De la misma forma que hay títulos que, por sus características, son más o menos representativos de una época o estilo determinados, los hay que han quedado como auténticos baluartes de todo ello. Así que, al igual que para referirnos al giallo resulta obligado citar filmes de Bava o Argento y todo el mundo sabe de lo que se está hablando, al nombrar el Fantaterror hispano, del mismo modo que la figura de Paul Naschy brilla con luz propia, también lo hacen títulos como éste de Jorge Grau.
Un Jorge Grau que ya había dado muestras poco antes de su gran capacidad para el género, en la también valiosa "Ceremonia sangrienta". Pero que aquí, de alguna manera, sienta las bases de lo que será, a nivel europeo, el subgénero de zombies o muertos vivientes, a lo largo de los años venideros.
Todo nace, como cuenta el propio director catalán, del empeño por parte de un productor italiano (Edmondo Amati, habitual productor de Fulci, entre otros) en llevar a la práctica la idea de narrar algo muy similar a "La noche de los muertos vivientes" (auténtico boom de seis años antes) pero en color. Aprovechar las enormes posibilidades que el color ofrecía a un tipo de historias así.
De ese modo, Grau lleva a la pantalla el guión primerizo de un par de italianos, posteriormente retocado por Juan Cobos y Miguel Rubio (he aquí a dos tertulianos de Garci metiéndose de cabeza en un género y en un tipo de cine al que años después, en dichas tertulias televisivas, mirarían con ojos desdeñosos). En fin, cosas que pasan.
Todo empieza de un modo muy similar al del filme de Romero. Dos jóvenes que acaban de conocerse accidentalmente se ven obligados a compartir viaje hasta una pequeña localidad de Escocia donde a ambos les aguardan cosas tan diversas como una extraña máquina para acabar con los insectos del campo, una hermana drogadicta con un marido recién asesinado, un policía más fascistoide que Bronson en una butifarrada popular de Vic... y claro está... los muertos vivientes.
Unos zombies, la primera aparición de los cuales, tendrá lugar en la forma y el aspecto de un magnífico Fernando Hilbeck en una secuencia que, de nuevo, recuerda a la película de Romero, con el muerto viviente asomando desde la lejanía y dirigiéndose hacia la incauta y desprevenida joven (Cristina Galbó) que apenas será capaz de escapar a ese primer e inesperado horror.
A partir de ahí, momentos de una enorme y bien tratada tensión terrorífica, como la secuencia en la cripta del cementerio o ese clímax final en el hospital, auténticamente brillante.
Claro está, también encontramos algún que otro defecto. Especialmente en lo relativo al guión. Hay algún aspecto ahí no ya discutible, sino directamente risible. El personaje del policía (estupendo por otra parte Arthur Kennedy) y sus malas relaciones con el joven hippie y despreocupado (Ray Lovelock) en una especie de alegato en favor de las nuevas generaciones, lo mismo que ese mensaje ecológico de patio de colegio al que da lugar el origen y proceso de zombificación de los cuerpos, o la presencia de las drogas como elemento escandaloso, tan de la época. Eso por no hablar del inverosímil epílogo.
En ese sentido, la película casi podría meterse en el saco de los productos más casposos del terror setentero y ochentero hispano-italiano.
Sin embargo, es tan bueno el aprovechamiento de los escenarios (tanto en exteriores como en interiores), así como las mencionadas muestras de terror palpable (con unos logrados efectos gore, magistrales para la época), que el cómputo final de la obra la sitúan a un nivel que, por otro lado, es el que merecidamente ocupa a día de hoy. Esto es: una de las muestras más granadas y representativas del género en España, que traspasó fronteras y se convirtió por derecho propio en un referente para todo lo que vino después.
Dirección: Jorge Grau/ Guión: S. Continenza, M. Coscia, J. Cobos y M. Rubio/ Producción: Edmondo Amati/ Fotografía: Francisco Sempere/ Música: Giuliano Sorgini/ Montaje: D. García y V. Tomassi/ Diseño de Producción: Carlo Leva/ Efectos Especiales: J.A. Balandín y L. Byrd/ Maquillaje: Giannetto De Rossi/ Reparto: Cristina Galbó, Ray Lovelock, Arthur Kennedy, Aldo Massasso, Giorgio Trestini, Roberto Posse, José Lifante, Fernando Hilbeck, Jeanine Mestre, Gengher Katti, Vera Drudi. España-Italia, 1974. Color. 89'
De la misma forma que hay títulos que, por sus características, son más o menos representativos de una época o estilo determinados, los hay que han quedado como auténticos baluartes de todo ello. Así que, al igual que para referirnos al giallo resulta obligado citar filmes de Bava o Argento y todo el mundo sabe de lo que se está hablando, al nombrar el Fantaterror hispano, del mismo modo que la figura de Paul Naschy brilla con luz propia, también lo hacen títulos como éste de Jorge Grau.
Un Jorge Grau que ya había dado muestras poco antes de su gran capacidad para el género, en la también valiosa "Ceremonia sangrienta". Pero que aquí, de alguna manera, sienta las bases de lo que será, a nivel europeo, el subgénero de zombies o muertos vivientes, a lo largo de los años venideros.
Todo nace, como cuenta el propio director catalán, del empeño por parte de un productor italiano (Edmondo Amati, habitual productor de Fulci, entre otros) en llevar a la práctica la idea de narrar algo muy similar a "La noche de los muertos vivientes" (auténtico boom de seis años antes) pero en color. Aprovechar las enormes posibilidades que el color ofrecía a un tipo de historias así.
De ese modo, Grau lleva a la pantalla el guión primerizo de un par de italianos, posteriormente retocado por Juan Cobos y Miguel Rubio (he aquí a dos tertulianos de Garci metiéndose de cabeza en un género y en un tipo de cine al que años después, en dichas tertulias televisivas, mirarían con ojos desdeñosos). En fin, cosas que pasan.
Todo empieza de un modo muy similar al del filme de Romero. Dos jóvenes que acaban de conocerse accidentalmente se ven obligados a compartir viaje hasta una pequeña localidad de Escocia donde a ambos les aguardan cosas tan diversas como una extraña máquina para acabar con los insectos del campo, una hermana drogadicta con un marido recién asesinado, un policía más fascistoide que Bronson en una butifarrada popular de Vic... y claro está... los muertos vivientes.
Unos zombies, la primera aparición de los cuales, tendrá lugar en la forma y el aspecto de un magnífico Fernando Hilbeck en una secuencia que, de nuevo, recuerda a la película de Romero, con el muerto viviente asomando desde la lejanía y dirigiéndose hacia la incauta y desprevenida joven (Cristina Galbó) que apenas será capaz de escapar a ese primer e inesperado horror.
A partir de ahí, momentos de una enorme y bien tratada tensión terrorífica, como la secuencia en la cripta del cementerio o ese clímax final en el hospital, auténticamente brillante.
Claro está, también encontramos algún que otro defecto. Especialmente en lo relativo al guión. Hay algún aspecto ahí no ya discutible, sino directamente risible. El personaje del policía (estupendo por otra parte Arthur Kennedy) y sus malas relaciones con el joven hippie y despreocupado (Ray Lovelock) en una especie de alegato en favor de las nuevas generaciones, lo mismo que ese mensaje ecológico de patio de colegio al que da lugar el origen y proceso de zombificación de los cuerpos, o la presencia de las drogas como elemento escandaloso, tan de la época. Eso por no hablar del inverosímil epílogo.
En ese sentido, la película casi podría meterse en el saco de los productos más casposos del terror setentero y ochentero hispano-italiano.
Sin embargo, es tan bueno el aprovechamiento de los escenarios (tanto en exteriores como en interiores), así como las mencionadas muestras de terror palpable (con unos logrados efectos gore, magistrales para la época), que el cómputo final de la obra la sitúan a un nivel que, por otro lado, es el que merecidamente ocupa a día de hoy. Esto es: una de las muestras más granadas y representativas del género en España, que traspasó fronteras y se convirtió por derecho propio en un referente para todo lo que vino después.
1 comentario:
JOYA ABSOLUTA ya no solo del cine patrio, sino del cine de zombies.. Aún recuerdo el pavor que me provocó al verla por primera vez en Noche de lobos..Buff... PURO CULTO¡¡
Saludos¡¡
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