miércoles, 4 de junio de 2008

"No responda al teléfono", de Robert Hammer


FICHA ARTÍSTICA:

Título Original: "Don't Answer the Phone"/ Dirección: Robert Hammer/ Guión: Michael D. Castle y R. Hammer/ Producción: Michael D. Castle, Michael Towers y R. Hammer/ Fotografía: James L. Carter/ Música: Byron Allred/ Montaje: Joe Fineman/ Efectos especiales: Richard Albain/ Reparto: James Westmoreland, Ben Frank, Flo Gerrish, Nicholas Worth, Denise Galik, Stan Haze, Gary Allen, Michael D. Castle, Pamela Jean Bryant, Ted Chapman, Chris Wallace, Dale Kalberg. USA. 1980. COLOR, 85'

Otro de esos casos en que una sola película sirve perfectamente para describir todo un subgénero, o un determinado estilo de historias.

Mucho antes de que gente como David Fincher, Jonathan Demme o Chris Carter diesen la vuelta y retorciesen hasta convertir en algo irreconocible (en unos casos con fortuna y en otros no tanto) la figura del asesino psicópata, a lo largo de los años setenta se fraguaron toda una serie de elementos iconográficos en torno a dicha tipología de personajes. Eso sí, en otra onda.

"No responda al teléfono", primera y única película como director de Robert Hammer, sirve perfectamente como ejemplo ilustrativo de aquella manera de contar esta clase de argumentos. De la misma forma que los Don Siegel, William Friedkin o Sidney Lumet hicieron del thriller un dignísimo género, modernizando y endureciendo las anteriores propuestas de esta índole, filmes (y también telefilmes) como el de Hammer suponían algo así como una "segunda categoría", tomando todos aquellos elementos y componiendo con ellos artefactos mucho más perecederos y planos, pero indudablemente simpáticos.

Y eso es esta película. La enésima trama de asesino en serie setentero (en este caso actuando en Los Ángeles) con las habituales dosis de misoginia, previsibilidad y sobretodo ese sentimiento de "deja vu" que obedece al hecho de haber visto innumerables tratamientos similares, tanto en el cine de la época como en los telefilmes policíacos que también en aquellos años asolaban la pequeña pantalla. Desde los más inolvidables y carismáticos, hasta los más ingenuos.


Pero como todo aquello hoy en día pertenece poco menos que al "jurásico" para muchos espectadores que se limitan a consumir obras rabiosamente actuales o que no están tan acostumbrados a este tipo de productos, esta película puede resultar una distracción de lo más amena.

En "No responda al teléfono", encontramos los avatares de un ex-combatiente del Vietnam (¡¡cómo no!!) completamente desequilibrado, que asesina a mujeres indefensas de la forma más impune. Mientras tanto, el pertinente cuerpo de policía (que lo mismo podría habitar en la comisaría de Starsky y Hutch como en la de los protas de "Las calles de San Francisco") intentarán darle caza. También encontramos a la típica heroína rubia platino, en este caso una psicóloga, que sirve básicamente para que el espectador sufra por ella, aunque se intente otorgar cierto peso a su personaje.

Interpretaciones simplemente correctas para esta (como ha quedado dicho) colección de tópicos, igualmente aceptable. Aspectos como la identidad del asesino es algo que se revela muy pronto, circunstancia que tampoco constituye una muestra de originalidad, puesto que en obras (mucho más logradas, por cierto) como "Maniac" ya sucedía lo mismo. La diferencia (una de las muchas que pueden encontrarse) entre ambas pelis, es que en la de Lustig había un inolvidable Joe Spinelli, mientras que el psicópata de "No responda al teléfono" tiene un aspecto externo hasta bonachón. En cualquier caso, aquellos psicópatas no poseían ese halo sobrenatural ni talentos mentales excelsos, como los "Hannibals", los "John Does" o los "Jigsaws" de ahora, tan sofisticados ellos. Eran más normalitos.


Total, que aquí no hay que buscar el último grito en películas de psicópatas, ni mucho menos una muestra destacada de dicho subgénero, o secuencias sangrientas y desagradables. Se trata más bien de un ejercicio de nostalgia apto para quienes crecieron entre finales de los setenta y los ochenta, el cual sin duda les retrotraerá a aquellos tiempos en que la familia se reunía por las noches en torno a la caja tonta (y sus dos canales escasos) y si la peli tenía dos rombos, había que rogar encarecidamente a la autoridad paterna.

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