viernes, 19 de febrero de 2010

"El crepúsculo de Summer", de Lee Demarbre


FICHA ARTÍSTICA:

Título original: "Summer's Blood"/ Dirección: Lee Demarbre/ Guión: Travis Stevens, Sean Hogan y Christine Conradt/ Producción: Neil Bregman y Pierre David/ Fotografía: Ioana Vasile/ Montaje: Andre Coutu/ Música: Steve Gurevitch/ Maquillaje: Angie Reid/ Intérpretes: Ashley Greene, Peter Mooney, Barbara Niven, Stephen McHattie, Peter Michael Dillon, Cinthia Burke, Paul Whitney, Sean Tucker, Daniel Simpson, Teri Loretto, Danielle Kind, Allison Graham. Canadá. 2009. Color, 87'.

Los fenómenos mediáticos fulgurantes y masivos suelen llevar consigo toda una serie de efectos colaterales, algunos de ellos francamente desagradables. Otras veces, no tanto.

El fenómeno en este caso sería la celebérrima saga "Crepúsculo", con la que "El crepúsculo de Summer" tan sólo tiene en común el hecho de estar protagonizada por una de sus actrices principales (Ashley Greene). Y el título en español, claro. Un título en el que algún "avispado" distribuidor ha tenido a bien introducir la palabra "crepúsculo" como hipotético reclamo. En realidad, el título en inglés no sólo es distinto ("Summer's Blood") sino que al menos, tiene algún sentido.

En fin, lo que encontramos en esta película canadiense es una de esas tramas de familias psicópatas de las de toda la vida. O mejor, dicho, con alguna que otra diferenciación, no excesivamente llamativa. En este caso, la familia no pasa por ser el típico núcleo de freaks medio desfigurados y demás, sino que su apariencia externa es la de un grupo más o menos normal de personas: la mamá, el papá (que cobrará todo su protagonismo en el tramo final) y el hijo, un muchacho encantador que se las lleva de calle (y luego las hace pedacitos cómodamente en el sótano).

La protagonista, que aquí se topa con el ligón en cuestión, quien se encapricha de ella para algo más que para descuartizarla (en el fondo es un romántico) se las verá y deseará para escapar de tan comprometida situación, siendo testigo impotente de los desbarres de sus desequilibrados captores.

Lee Demarbre, el responsable de este filme (y director de esa pieza de culto absoluto llamada "Jesucristo Cazavampiros"), en ningún momento consigue dotar a su película de la consistencia de otras con tramas que mantienen algún que otro punto en común, como "Hard Candy". En este caso, la relación entre secuestrador y secuestrada no da para más que diez minutos antes de volverse cansina y repetitiva. Carente de la menor tensión. Igualmente, tampoco cristaliza el aprovechamiento de algún punto del guión susceptible de mayor brillo, como la condición de la protagonista y su (potencial) transmutación de víctima a verdugo.

En la película no faltan personajes absurdos (la mecánica maciza, que más bien parece sacada de una fantasía de motero que otra cosa) o secundarios de cierto peso, como Stephen McHattie (uno de esos rostros archi-populares que uno nunca asocia con un nombre concreto) quien aquí pretende erigirse en una especie de Frank Booth de pacotilla, como sádico e imprevisible cabeza de familia.

A todo esto, la tal Ashley Greene, que busca su pequeño y efímero puesto como la nueva Jennifer Love Hewitt o Sarah Michelle Gellar, va a tener que seguir intentándolo por otro lado, porque por lo visto aquí, tampoco pasa por ser mucho más que uno de esos rostros de adolescente buenorra pero sin carisma de ninguna clase.

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