martes, 9 de febrero de 2010
"The Final Destination", de David R. Ellis
FICHA ARTÍSTICA:
Título original: "The Final Destination"/ Dirección: David R. Ellis/ Guión: Eric Bess/ Producción: Craig Perry y Warren Zide/ Fotografía: Glen MacPherson/ Montaje: Mark Stevens/ Música: Brian Tyler/ Diseño de Producción: Jaymes Hinkle/ Intérpretes: Bobby Campo, Shantel VanSanten, Nick Zano, Haley Webb, Mykelti Williamson, Krista Allen, Andrew Fiscella, Justin Welborn, Stephanie Honore, Lara Grice, Jackson Walker, Phil Austin. USA. 2009. Color, 83'.
"Destino final 3D", "Destino final 4"... se la conozca como se la conozca, se trata de una más de la saga inaugurada hace algunos años (¡diez años ya!) por James Wong y que ya ha visto dos secuelas, la primera de las cuales también la dirigía David R. Ellis, asimismo artífice de la archifamosa "Serpientes en el avión".
El punto de partida no varía, por lo tanto, es sobradamente conocido. Una serie de personajes viven una catástrofe de la que se libran por los pelos del cogote (en este caso un múltiple accidente durante una carrera de coches) para descubrir acto seguido cómo son víctimas de un "plan maestro" dirigido por una entidad misteriosa (llámese Muerte, llámese Destino...) que pretenderá acabar con ellos sirviéndose del enlace de las más inopinadas casualidades.
Así, sentadas las bases de que nos hallamos ante una secuela que no presenta la menor variación sobre las precedentes, sólo cabe valorarla y compararla con las anteriores.
El propio David R. Ellis introducía en la segunda dos componentes que se distanciaban un poco del original de Wong. En primer lugar, el principio del filme estaba planteado de un modo mucho más... digamos... "hitchcockiano", trufando la acción de presentimientos por parte del protagonista a través de una disposición en perfecto orden de las diferentes piezas por separado, que acabarán confluyendo en el cataclismo que dará origen a la trama propiamente dicha. En aquella primera secuela era un múltiple accidente de carretera con numerosos vehículos implicados, obviamente, sin ninguna relación entre sus ocupantes.
El segundo elemento que Ellis introdujo de manera consistente en dicha secuela fue el gore. Un gore apreciablemente salvaje, de un tono casi humorístico en algunos momentos, pero que se distanciaba bastante de la original, algo más parca en ese sentido. En todo caso, estamos hablando de un gore con predominancia de lo digital, que quiérase o no, siempre tiene menos visos de verosimilitud.
Luego está todo el tema de las diferentes muertes de los personajes. Si en un slasher corriente y moliente, el asesino se las "ingeniaba" para acabar con sus víctimas de un modo cuanto más impactante e inesperado mejor, aquí de lo que se trata es de diseñar una serie de pequeños accidentes o casualidades, que terminen provocando dicha muerte, siempre con la complicidad del espectador, que es testigo de lo que se avecina.
Ahí está, posiblemente, el aspecto más valioso de la saga. Independientemente del valor cinematográfico, está el hecho de que las muertes no son fruto del eterno psicópata terrorífico, sino de una suma de casualidades de las que cualquiera puede ser víctima, en un momento dado.
Si en la película original, era la Muerte, como entidad abstracta pero inteligente y planificadora, la que se hallaba detrás de los acontecimientos, aquí más bien diríase que es el caprichoso Azar (también con mayúsculas) el que se ocupa de todo. Un Azar inteligente e implacable.
Dicho lo cual, no nos engañemos... la novedad ya no existe. Brilla por su ausencia. La tercera de la serie ya adolecía de los mismos síntomas de repetición y tan sólo se salvaba porque la primera secuencia (en aquel caso en un parque de atracciones) estaba planificada de un modo bastante más ambicioso que en esta cuarta. Pero a partir de ahí, era más de lo mismo.
Pues bien, aquí ni siquiera encontramos esa brillantez de la primera secuencia. En este caso es mucho más anodina y, ni que decir tiene, la tipología de los personajes no ofrece absolutamente nada nuevo, a lo que se añade que el reparto está compuesto de actores insulsos en grado máximo. Hasta el punto que podríamos estar hablando de un vulgar telefilme, si no fuera porque, de nuevo, los elementos gore son acentuados.
Con todo, y a pesar de la indudable originalidad de la idea principal, que la sitúan por encima (especialmente las dos primeras) de las innumerables y por lo general infumables sagas adolescentes del cine de terror estadounidense de los últimos lustros, esta "Destino final" está pidiendo a gritos un "accidente" que termine de una vez con ella. Tal vez una cerilla encencida por casualidad que prenda fuego accidentalmente a los contratos firmados sobre las próximas entregas, en el interior de algún cajón del despacho de una gran productora.
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