viernes, 5 de febrero de 2010

"La perversa caricia de Satán", de Jordi Gigó


FICHA ARTÍSTICA:

Dirección y Guión: Jordi Gigó/ Producción: Marius Lesoeur/ Fotografía: Julio Pérez de Rozas/ Montaje: Albert Gasset Nicolau/ Música: Alberto Argudo/ Intérpretes: Silvia Solar, Olivier Mathot, José Nieto, Evelyne Scott, Daniel Martín, María Silva, Carlos Otero, Víctor Israel, José Lifante, Moisés Augusto Rocha, Rosa de Alba, Mara Vador, Juan Miguel Solano, Ronnie Harp, Wendy Asher, Sergio Doré, Antonio Díaz del Castillo, Lyndren Fields, Richard Kolin, Marta Flores, Scott St. Clair. España. 1975. Color, 89'.

De nuevo un título que nos retrotrae a los bolsilibros pulp setenteros, para esta obra del poco prolífico Jordi Gigó, con todos y cada uno de los rasgos representativos del género facturado en España durante aquellos años. Eso sí, dentro de la variante más modesta.

Independientemente del valor cinematográfico del filme, aquí encontramos a un buen número de rostros carismáticos, dentro de nuestro Fantaterror: desde Silvia Solar o José Lifante, hasta Daniel Martín, pasando por el inefable Víctor Israel.

El argumento nos narra cómo dos individuos de dudosas intenciones y más dudosa catadura, se aprovechan de la hospitalidad de un aristócrata para poner en marcha una serie de oscuros experimentos encaminados a revivir a los muertos y así vengarse del propio miembro de la nobleza.

En la película no faltan los recurrentes ramalazos eróticos, más o menos introducidos con calzador, así como un retrato tangencial pero en cierto modo chispeante de cierta aristocracia aburrida que se divierte organizando ceremonias espiritistas y demás parafernalias parapsicológicas. Algo bastante habitual de la época.

Como suele suceder en estos casos, lo peor del filme reside en el escaso nivel interpretativo, así como del director, a la hora de crear una atmósfera más o menos digna o seria. Especialmente cuando los mencionados interludios de pseudoerotismo a la española lo revisten todo de intrascendencia y cierto aburrimiento. Un poco lo que le solía ocurrir a Ossorio en la mayoría de sus películas, sacrificando el clima terrorífico en aras de las tetas y los culos.

Independientemente de esos tics habituales de esta clase de productos, se trata de una muestra bastante casposa de fantaterror típico, pero con el indudable gancho de una voluntariosa trama sobrenatural de serie B, que en cierto modo compensa la falta de nivel artístico.

Por lo demás, nada que se acerque, ni por asomo, a obras imperfectas pero infinitamente más personales y presentables como las de Leon Klimovsky, Jorge Grau o Paul Naschy. En ese sentido, estaríamos más cerca de Larraz o del mencionado Ossorio.

6 comentarios:

cerebrin dijo...

¿Pero que te han hecho Larraz y, sobre todo, Ossorio para compararles con Gigó? Vamos, ni punto de comparación. Los otros dos, les pese a quien les pese y por muy fallidas que puedan parecer sus películas, al menos tienen algo de personalidad. En cambio Gigó... No, si al final la tendremos. :P

Por cierto, no se donde leí que la productora de esta película era andorrana...

Tyla dijo...

No, si yo disfruto un montón con Larraz y con Ossorio. Una cosa no quita la otra.

Hablo de niveles, de calidad.

Por mucha personalidad que tengan Larraz y Ossorio, no veo que sus pelis (en general) destaquen por encima de ésta, en cuanto a calidad artística.

También Jess Franco tiene personalidad, sin ir más lejos. Sus pelis son muy reconocibles. Pero personalidad no es siempre sinónimo de calidad. ;-)

cerebrin dijo...

Hombre, para mi la personalidad está unida a una cierta calidad... aunque con lo de Franco me has pillado. De todos modos, hasta una película chunga de Franco tiene más calidad que ésto. Y no me digas que eso tiene mayor calidad cinematográfica que cualquiera de Ossorio o de Larraz por que mientes. Sin ir más lejos, está en su climax tiene ciertos fallos gordos imperdonables... Pero bueno, si no has visto ya la luz, no seré yo quien te encienda la vela. :P ;)

Tyla dijo...

¿Qué quieres que te diga? ¿Que te de la razón en que es mejor el burman flash de naranja que el de fresa? Pues bueno, pero ninguno tiene mucho valor como alimento, ¿no crees? xD

Ahora en serio. De ésta en concreto lo que más me agradó fue que por lo menos tiene argumento. Algo que puede parecer muy obvio, pero que en algunas de las pelis de Franco o del propio Larraz brilla por su ausencia.

La tan cacareada "Los ritos sexuales del Diablo", ¿qué nos cuenta? ¿nos cuenta algo, realmente?

Yo la de Gigó la veo como un bolsilibro de terror de los setenta. Material que devoras sin cuestionar su calidad, sencillamente porque ni se te ocurre hacerlo. En cambio con algunas de Larraz u Ossorio es inevitable mirar el reloj de vez en cuando. Digo "algunas", no todas, que quede claro. ;-)

cerebrin dijo...

Hombre, no seré yo quien defienda a Larraz por mucha amistad que tenga con él, cuando soy el primero que muchas de sus películas de terror no las aguanto, pero Ossorio... ¡Ossorio son palabras mayores! A ver como me explico. No te niego que las películas de Ossorio tengan tiempos muertos, que los tienen, en gran medida por meter con calzador elementos eróticos (que, como a todos los directores de fantaterror artesanos, llamensé Klimovsky, Aguirre o Aured, les eran impuestos desde producción), pero por encima de esto están sus muchos fallos. Ejemplo claro: en la escena del surgimiento de los Templarios de sus tumbas hay más sentido cinematográfico que en toda esta película de Gigó junta. Y lo mismo te digo con los argumentos de unas y de otra. En fin, esto te pasa por decir el nombre de Ossorio en vano. :P

Pd.: Me quedo con el burman flash de fresa.

travismagee dijo...

"Horrible" película fantástica-terrorífica, o eso al menos, supongo (que cuesta mucho creérselo, oiga) es lo que pretendían al hacer la peli.
Y si digo "horrible" es porque quiero decir que se mala de campeonato, aburrida y lo peor de todo, tremendamente pedante.
Los diálogos son ridículos hasta decir basta, con palabras y término pseudo-científicos donde se sermonea a cámara fija y en prime plano de la antimateria (¡nada menos!), los espectros, el más allá (y acá...) y demás zarandajas, tal y como se nos presenta.
El ritmo es parco y las situaciones grotescas, no teniendo nada sentido común ni sentido de la medida.
Un aburrimiento del que sólo se puede salvar la buena fotografía.
Tremendamente mala.